Los industriales alimentarios al completo y el presidente del Gobierno, se dieron una gran cita festiva hace unas fechas en Moncloa. Pedro Astals,ex consejero delegado de Central Lechera Asturiana, como nuevo presidente de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas, hizo la presentación multitudinaria del Programa o Marco estratégico para el sector con el horizonte 2020, reafirmando así que habían llegado nuevos tiempos a la organización. Tenía mucho aire el Programa, pero no voló porque se trataba de un recinto cerrado,donde lo importante era lo mucho que estaba haciendo el sector por la economía y, lo de menos, la cifras rellenables sobre el futuro. Mariano Rajoy, por su parte se apuntó al carro de los éxitos cosechados en los últimos tiempos en el exterior por el sector y repitió obviedades. Un montaje de conveniencia.Desde Federación, para marcar el inicio de una nueva etapa con un presidente que ahora no tiene empresa, pero que quiere ser ejecutivo de todo el sector.Y, el presidente Rajoy sacando pecho por un sector tradicionalmente más relegado en las esferas políticas que otros, a pesar de su importancia económica, social y por el espacio que ocupa en el territorio.
Es positivo que Moncloa acogiera en su sede a una parte de la más florida del panorama empresarial de una industria alimentaria que, aunque en menor medida que el sector agrario, no había gozado del reconocimiento y consideración de otros sectores de la actividad económica. Sin embargo, ese reconocimiento a un sector, no es cuestión de actos protocolarios, de gestos o montajes como el de Moncloa, si el mismo no se concreta en respuestas a las demandas que hoy tienen sobre la mesa industriales y sector agrario, porque hay cosas que van íntimamente ligadas.
El apoyo a un sector que lanzó el globo de llegar a los 115.000 millones de facturación frente a los 90.000 actuales y la creación de 60.000 empleos hasta el 2020, se puede comenzar llamando hoy IVA para determinados productos básicos con fiscalidad reducida. Apoyar a ese sector a cuyos éxitos se apuntan hoy los políticos, es trabajar para que medidas proteccionistas en diferentes terceros países, falta de nuevos acuerdos o aperturas o cierres indiscriminados de fronteras, pongan freno a las ventas en el exterior. Apoyar al sector puede suponer evitar que se inunde el mercado interior con productos importados no compitiendo en condiciones de igualdad en el mismo espacio. Los políticos pueden preguntar a los exportadores de frutas y hortalizas que sufren barreras en fronteras de grandes países consumidores fuera de la Unión Europea sin que nadie acuda a solventar esas trabas; a los exportadores de aceite hacia algunos terceros países donde se inventan tipos de aceite para evitar la entrada exterior o a los exportadores de porcino que sufren cierres y aperturas indiscriminadas en Rusia sin razones aparentes que los justifiquen. Apoyar al sector significaría además un mayor seguimiento de los productos baratos desde terceros países en virtud de acuerdos de los que solo se benefician exportadores de bienes industriales de otros países comunitarios. Apoyar al sector sería evitar que la gran distribución, hoy ese nuevo gran intermediario con más poder que toda la cadena tradicional, siguiera marcando la ruta de las empresas con poder para imponerr precios y condiciones de compra, solo en aras de su estrategia para mantener sus ofertas al consumo. Y, no existirían esas industrias, si no hubiera debajo un sector agrario al que, sin embargo, como ha sucedido en los últimos tiempos, se le agrede con políticas como la aplicada en la energía eléctrica para regadíos; a empresas de transformación que funcionan especialmente en campañas, almazaras y bodegas; o la actual ofensiva contra las plantas de cogeneración de purines que puede suponer el cierre de miles de explotaciones ganaderas en un sector puntero en la exportación.
Es positivo, aunque con el patrocinio de varias empresas no alimentarias que aportaron los 300.000 euros pagados a la consultora por el estudio, que se hayan puesto en orden y en forma de programa o marco estratégico las fortalezas, retos, oportunidades, debilidades y amenazas de la industria alimentaria,aunque no eran ningún secreto para nadie. Suena bien ese Programa Marco hasta 2020 con esos 60.000 nuevos empleos o la facturación de hasta los 115.000 millones. Tiene música, pero le falta una letra que deben escribir los industriales y el gobierno. Hay aires de cambio en la FIAB. De entrada, porque ha llegado un presidente sin empresa, con más tiempo libre, más como presidente ejecutivo que como nombramiento de tarjeta de visita solo para la firma. El cambio se ha visto fuera, hasta en Moncloa, aunque tuviera mucho de montaje o de boda de conveniencia.Pero, parece que también se está produciendo dentro, otra forma de hacer la FIAB.
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