El próximo 10 de diciembre se cumplen los 30 años desde que el escritor colombiano Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura. Quiero resaltar, al respecto, dos textos. El primero es el libro que acaba de sacar la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Gabo Periodista, en México,
con auspicio de la Conaculta, que recoge parte de la vida y obra periodística. En Colombia, el libro será presentado el 10 de diciembre y lo auspicia la Organización Ardila Lulle.
El segundo texto, es el discurso que hizo la embajadora de Suecia en Bogotá, Marie Andersson de Frutos, en un homenaje que le hizo a los amigos de García Márquez en Cartagena el pasado 22 de noviembre. Es una bella reflexión que relaciona el humanismo de Alfred Nobel, la poesía de García Márquez que se alza contra la injusticia, y la paz que hoy está intentando Colombia, con el apoyo y la mediación de Suecia.
Ella me lo ha prestado para compartirlo con ustedes:
"Hace 116 años, se abrió el testamento del inventor y hombre de ciencia Alfredo Nobel. Un hombre que durante su vida alcanzó grandes éxitos como empresario y hombre de negocios. A los 34 años inventó la dinamita, algo que rápidamente hizo de él un hombre rico y mundialmente famoso. Este fue solamente uno de los 85 diferentes inventos que patentó, pero sin duda el más significativo.
Los valores que abarcaba el testamento fueron por tanto inusualmente elevados, al cambio actual estaríamos hablando de aproximadamente 2000 millones de coronas suecas, alrededor de 200 millones de euros. El reparto de su fortuna hubiera podido quedar como un acuerdo dentro de la familia, pero Nobel sorprendió a todos, incluso al Rey de Suecia, con su decisión.
La mayor parte del testamento fue invertido en un fondo, del cual cada año, los intereses que devengara, se repartirían a personas que durante el año hubieran hecho el más grande beneficio en favor de la humanidad dentro de cinco áreas: paz, física, química, medicina y literatura. El testamento tuvo una resonancia y un efecto que no estuvieron muy lejos de los efectos de la dinamita.
Lo que llamó la atención no fué solamente la cuantía del premio, casi 7.5 millones de coronas suecas (al cambio actual), cuando los primeros premios Nobel se concedieron en 1901, sino que se transfirió a instituciones oficiales suecas, y hoy en día noruegas, el designar a los premiados internacionales, independientemente de la nacionalidad y lengua. O como Alfredo Nobel mismo lo expresó:
"Es mi expresa voluntad que en el reparto de los premios no se preste consideración a la nacionalidad sino a que el más merecedor consiga el premio, independientemente si ésta o éste son escandinavos o no”.
La avanzada decisión de abrir el premio al mundo no estuvo exenta de controversia a finales del siglo 19, cuando las olas del nacionalismo se levantaban altas a lo largo y ancho de Europa. Pero Nobel estaba inspirado por la filosofía de la ilustración, con fé en el conocimiento y la racionalidad. Su imperio de negocios se extendía por todo el mundo y él mismo era un cosmopolita.
La institución del premio ha significado un esfuerzo importante para promover la curiosidad, la investigación y el desarrollo, donde el objetivo sea mejorar las condiciones de vida de la humanidad. El premio Nobel también ha mostrado que el intercambio entre culturas enriquece y estimula la creatividad y la fertilidad intelectual.
August Strindberg, Selma Lagerlöf, Eyvind Johansson, Harry Martinsson y Thomas Tranströmer, todos escritores suecos que han recibido el premio Nobel en literatura, son testigos y prueba de riqueza literaria, pero apenas de diversidad. Ellos transmiten crítica social sueca, pero hablan menos sobre las injusticias del mundo. Ellas y ellos dibujan una frialdad poética nórdica, pero no pintan con los colores tan ricamente contrastados de Latinoamerica.
Es así como el premio Nobel de Literatura durante más de 110 años ha conservado y reforzado su poder de atracción. Es por esto que hoy se cuenta como uno de los premios culturales más prestigiosos del mundo. Es por esto también que nos reunimos aquí esta noche. Para homenajear tanto a Alfred Nobel como a una de esas personas, de entre mujeres y hombres, que ha dejado una luminosa huella en el relato de la humanidad.
En 1982 la Academia Sueca otorgó el premio Nobel de literatura a Gabriel García Marquez, siendo el primer colombiano en recibirlo. Los motivos de la Academia fueron:
"Por sus novelas, donde lo fantástico y lo real se funden en la compleja riqueza de un universo poético, que reflejan la vida y conflictos de un continente”.
Gabriel García Marquez pertenece a ese selecto grupo de escritores que no escriben únicamente para su tiempo, sino que hablan para generaciones. Es la voz intemporal que tiene algo importante que contar. Que prestan su poesía a los pobres y oprimidos, para aquellos que raramente pueden hacerse oír por ellos mismos.
El premio Nobel de literatura no es un gesto político o apoyo a una ideología particular. Es cierto, dicho sea de paso, que la política puede estar enmascarada como literatura. Gabriel García Marquez se distancia de la realidad que lo rodea y viste el relato de un mágico ropaje literario. El no se desvía de su llamada para hablar a toda la sociedad y el desarrollo del continente. No mientras la injusticia se mantenga. No mientras la paz espere. No mientras tanto la voz de la gente y los derechos del individuo sean pisoteados.
Siendo una fuerza por la paz, la libertad y el derecho del pueblo a elegir sus propios líderes es como Gabriel García Márquez vive a la altura del espíritu del Nobel. Ha sido mediante su arte literario, su manera extremadamente talentosa de relatar y el realismo mágico como aporte, como Gabriel García Márquez ha merecido el premio.
En su discurso, al recibir el premio Nobel, Gabriel García Márquez eligió hablar sobre la soledad de Latinoamérica. Sobre un continente que después de la conquista de su independencia todavía no se ha desprendido de la tenaza de la locura, la dictadura, la muerte, y la opresión política. Donde el día a día fué tan irreal, tan lleno de cuidado y belleza, que el cercano país de la fantasía y la creatividad permaneció abierto para aquellos que trataban e interpretaban la actualidad del continente.
Pero Colombia, ustedes no están solos. Ni ahora, ni mañana, ni en cien años. La solidaridad con los sueños de Colombia por alcanzar la paz no son sólo un deseo bienintencionado por parte de Suecia. Suecia es un verdadero socio para la paz en Colombia. De buena voluntad y de hechos.
Es por esto que este día, 30 años más tarde, es la ocasión para celebrar algo más: Latinoamérica se ha visto reconquistada por la democracia. Cada vez más países buscan hacer realidad el respeto por los derechos humanos. Estamos viendo un crecimiento económico sostenido, pero todavía queda mucho por hacer por alcanzar una igualdad y luchar contra la pobreza generalizada.
Somos testigos de cómo un continente se mueve con una mayor autoconfianza en la escena global, un continente que busca contribuir con soluciones a nuestros retos y desafíos comunes.
Dejemos que las manos que se extienden entre Latinoamérica, Suecia y la comunidad internacional, sean las que impulsan el acuerdo para que juntos trabajemos por los valores comunes, por el humanismo, el desarrollo y el bienestar.
La Comunidad internacional necesita hoy más que nunca, actores que mantengan vivas las tradiciones de la ilustración, que nos recuerden en lo que el mundo puede convertirse cuando la intolerancia, falta de apertura tanto comercial como cultural y la falta de solidaridad, prevalecen.
Hoy, cuando Gabriel García Márquez ha dejado su pluma a un lado, nos ha dejado méritos literarios duraderos, una fama duradera y un amor duradero por parte de lectores fieles y agradecidos.
(Los resaltado son míos y editado la parte de la despedida formal del discurso en aras de la brevedad).