Acaba de finalizar el pre-conteo de votos en las elecciones de autoridades locales y regionales en Colombia y el resultado en muchos departamentos y ciudades hace que los colombianos nos vayamos a dormir con una sensación de optimismo.
Los ciudadanos pudieron hacer valer en las urnas su hastío con la corrupción en muchos lugares del país donde se creía que podían imponerse las viejas prácticas de compra de votos, trampas electoreras y violencia. En Medellín, por un margen estrecho, ganó el ex gobernador Aníbal Gaviria, quien representaba la continuidad de unas administraciones que habían brillado por la buena gestión y el uso eficiente de los recursos públicos. En Cali, ganó el ex acalde Rodrigo Guerrero en contra de prácticas ilegales y la influencia de oscuros personajes. En Santa Marta, ganó Carlos Caicedo, ex rector de la Universidad del Magdalena, quien había sido perseguido sin clemencia por los políticos cómplices del paramilitarismo.También en Quindío, Nariño y Antioquia ganaron los candidatos considerados más transparentes.
En el municipio de Bello, vecino a Medellín, donde por años reinó una política cooptada por mafias, y donde sólo se presentó un candidato, y tanta gente protestó votando en blanco, que obligarán a repetir las elecciones.
La legítima voluntad ciudadana se hizo sentir en muchas de esos lugares, gracias al esfuerzo sostenido, de instituciones públicas y privadas por hacer unos comicios más transparentes.
Así, la Registraduría depuró el censo electoral de los muertos que antes les ayudaban a ganar elecciones a los tramposos y anuló miles de cédulas inscritas en lugares ajenos a donde la gente vive; el Consejo Nacional Electoral puso en línea la información sobre donantes y gastos de las campañas de cada candidato. El Ministerio de Interior instó a los partidos a quitarles el respaldo a los candidatos sospechosos y, bajo su coordinación, la policía incautó dineros para robar elecciones y tarjetas electorales fraudulentas, y capturó a personas que quisieron votar con cédulas ajenas.
La Misión de Observación Electoral advirtió con valentía acerca de los posibles riesgos de fraude, y de la injerencia de los violentos o de las mafias en las campañas, municipio por municipio, con informes metódicos y constantes. Y en esa tarea la acompañaron medios de comunicación y mecanismos de participación ciudadana como pilas con el voto y bases de datos de candidatos con malas pulgas en conlupa de Votebien.com.
Por eso, quizás, salió golpeado el ex presidente Álvaro Uribe, a quien se le quemaron varios candidatos a los que había acompañado con vehemencia. Otrora, cuando su imagen se asociaba sobre todo con la seguridad recuperada en gran parte del país, su abrazo era sinónimo de triunfo seguro. Pero hoy, luego de los escándalos de corrupción y abuso de poder que han aflorado a su salida de la presidencia, su apretón es el del oso. El caso más grave fue del ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, cuya gestión de hace una década le cambió la cara a la ciudad, pero al aliar su destino al de Uribe, consiguió que los bogotanos lo castigaran como una forma de darle un escarmiento a Uribe.
Por eso la elección en Bogotá resultó tan dramática. El ex senador Gustavo Petro, quien perteneció a la guerrilla del M-19 hasta que ésta dejó las armas en 1989, al frente de un movimiento de apenas cuatro meses de fundado, le sacó una ventaja de más de 200 mil votos a Peñalosa, candidatos de tres partidos, y se quedó con la Alcaldía de Bogotá. El triunfo de Petro, y de su lista al Concejo, es el premio a más de 20 años de denuncia vertical contra los abusos de poder y la corrupción, aún a costa de poner en riesgo su propia vida. Delató hasta su propio partido del Polo Democrático, por montar un carrusel de contratos turbios en el gobierno de Bogotá. Por eso la ciudadanía le perdonó su pasado guerrillero, y lo llevó en andas a encabezar el gobierno de Bogotá.
PS: No todo fue color de rosa. También ganaron en algunos lugares, políticos mal apadrinados, o mejor dicho, apadrinados por el mal. Pero, por esta vez prefiero irme a dormir con la visión optimista.