En Colombia, los ex presidentes siempre han desempeñado un papel importante en la política exterior. Los presidentes los suelen convocar, no muy a menudo, en momentos de crisis diplomáticas o de decisiones difíciles. Pero nunca se había visto que un ex presidente deliberadamente invitara a ciudadanos de otro país a irse contra la política exterior del Presidente en ejercicio, como lo ha hecho en estos días Álvaro Uribe con Juan Manuel Santos.
"Estoy preocupado por el gobierno de Colombia frente a Venezuela (...) si yo estuviera en la plaza pública diría: el chavismo no le va a creer al presidente Santos. Los marxistas son sabios para saber cómo utilizan a la gente sin creerle; cómo ponen a sus adversarios al servicio de su causa; cómo vuelven a la gente, por algún interés, idiota útil", dijo Uribe a líderes de la oposición a Chávez que vinieron a Bogotá hace unos días, según reportó la televisión colombiana, que captó el dicurso.
Después Uribe dijo en twitter (es ya famoso por sus trinos antigobiernistas) que "hay dictaduras consolidadas por la equivocada complacencia de los gobiernos democráticos. Una de ellas no pudo someternos a través del comercio". Obviamente se refería a la pelea que cazó con Venezuela cuando era presidente y que nos costó millones de dólares en pérdidas comerciales y trajo la miseria a miles de compatriotas que viven de pasar la frontera al lado venezolano a vender desde carbón hasta hortalizas.
Uribe ya no está en el gobierno y es libre de opinar lo que le venga en gana, así sus ideas sean más propias de la era cuando el macartismo perseguía comunistas en plena guerra fría que de hoy. Escandalizar es también su manera de mantenerse vigente en el debate público.
Además su defensa de la democracia en Venezuela es válida, y si la hiciera directamente estaría bien recibida en Bogotá y en Caracas, donde la inseguridad crece de la mano de la arbitrariedad y el abuso oficial. El lío es que más que abogar por la democracia de Venezuela, Uribe está atacando a Santos.
Por eso sus declaraciones cayeron mal en todas partes y hasta los opositores venezolanos se sintieron incómodos con su sinuosa estrategia. "Le agradeceríamos que no nos utilice para hacer indirectamente oposición a la actual administración colombiana", le dijo a Uribe, Ramón Aveledo que dirige la Mesa de Unidad Democrática que une a los adversarios del presidente venezolano.
Más hueca resuena la causa uribista por la democracia en Venezuela, cuando uno recuerda que Chávez también fue su mejor amigo cuando le convino. Lo metió de mediador con las Farc para liberar a los secuestrados, lo invitó a Santa Marta y la Guajira, y allá le dijo: "Estamos listos Presidente Chávez. Diga qué hay que hacer", refiriéndose a la urgencia de emprender obras de infraestructura que sellaran la integración de los dos países. (¿Será que entonces Uribe se sintió idota útil del marxismo?)
Es extraño que un ex presidente que le gustaba tanto usar la palabra patria y señalaba a quien él consideraba poco patriota con dedo acusador, se sienta cómodo ahora usando su influencia de ex presidente para sabotear la política exterior de Santos, un mandatario de su propio partido. Santos ha buscado normalizar las relaciones con Venezuela porque eso obviamente trae más riqueza y bienestar al pueblo colombiano que los cierres fronterizos, la deudas no pagadas a los exportadores, el espionaje y el maltrato de la guardia a los pequeños comerciantes de frontera. Y si patria es defender el bienestar y el interés público de los ciudadanos, estas declaraciones de Uribe serían, según sus términos, una incitación a traicionar la patria.
Pero como no gusto de los grandilocuentes términos de Uribe, pienso más bien que esos trinos y llamados solo expresan que, en su sentida viudez del poder, Uribe está desesperado porque Santos no le pone atención.Y, afortunadamente para todos, parece que Chávez tampoco.