El Enemigo no va vestido de azul. Tampoco de gris. No se cree en una guerra, ni se prepara para el combate, ni mucho menos tiene formación para manejar instrumentos que hieren. Pero no se esconde, no se calla. Disuelvan. Su formación ha sido la escuela, el instituto, la universidad, la calle. Ha trabajado, ha leído, ha viajado, ha reflexionado, se ha indignado. Ha sido muy divertido, hemos jugado un rato, a partir de este momento se considera desobediencia. El Enemigo defiende sus derechos a 20 años de distancia. Está con los brazos en alto. Dispara palabras entre el ruido y la furia. O generamos pánico o no los sacaremos de aquí. Se pregunta en qué momento su título universitario se convirtió en una amenaza para la sociedad. Os lo advertimos. Fuera de aquí. ¿De qué sirve ser ingeniero, detectar la estetización de la política, generar debate, el esfuerzo de cada día y toda la teoría, cuando te empotran un garrote en la nuca?
Solo era un día más pisando las calles nuevamente. Un día más de indignación pública. No hemos hecho uso de la fuerza. Un 16 de febrero se convirtió, de repente, en El Enemigo. Niño, ¿has visto la patada que le he pegado? Estaba en primera fila, y le tocó caer. El Enemigo fue detenido, acusado de altercados públicos, resistencia y atentado a la autoridad. Después se lamentó de que su error fuese intentar razonar con quien tenía enfrente. No tienes cuerpo ni de puta. El Enemigo, tiempo después, escribiría: “yo no debería estar aquí”. Dos semanas más tarde iba a comenzar el viaje de su vida a otro continente.
“Curioso país en el que gran parte de la gente joven, sin carreras o con ellas, sueña con huir, quizás para no volver”. Así habla El Enemigo. Se alimentaron promesas y falsas esperanzas y ahora seguimos “esperando a que vengan tiempos mejores, porque sentimos que nos han robado el futuro y los sueños. Curioso país que te detiene, te multa, te pega, te humilla, por defender lo que es tuyo. Curioso país que olvidará los sucesos del Lluís Vives, los 43 detenidos y los innumerables heridos, golpeados y humillados, y los olvidará para siempre”. El olvido, o la transformación de la memoria, siempre ha sido una de las mejores armas de los poderosos. Ahora, aprovechan que el recuerdo se va marchando para intimidar y criminalizar a casi 250 jóvenes que han sido multados.
Al que llaman Enemigo también formaría parte de esa atractivamente mediatizada “Generación Perdida”, al igual que la heterogeneidad de los ninis y los nimis. Sin embargo, él no está perdido. De hecho, se siente mucho menos perdido después de su detención, porque se ha evidenciado en su cuerpo la tendencia que ya intuía. Él no está perdido, a él le han perdido: “me voy de un país que no quiere gente como yo, que no quiere gente como la mía, no quiere gente crítica, no quiere soñadores que piensen que las verdades que nos han vendido durante tantos años no son verdades absolutas”.
¿Dónde está perdida entonces esta generación? ¿Cuál es la generación “encontrada”, la que únicamente se dedica a consumir y producir? ¿La que piensa que “hacerse mayor es un rollo”? ¿La que debería irse “a Londres a servir cafés” sin rechistar? ¿Solo el criterio de la producción material es definitivo para sentenciar la perdición de una generación? ¿Y qué hace que una generación pase de ser victimizada a ser enemiga? Vuestra generación perdida será la que siga en la máquina sin plantearse nada. La que no moleste, la que calle, la que esté como ausente en este estado del bienestar normalizado que ha ido perdiendo sus colores atrayentes para volver al color gris. Nuestro viejo color gris que se revuelve a veces en portadas de prensa. Pero El Enemigo no va de gris, tampoco de azul. El Enemigo solo se encuentra en vuestro campo de batalla. Y una generación no está perdida si sabe dónde está.
Fotografía: Germán Caballero
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