Kanye West ha anunciado que volverá a la pasarela de París que se burló de él hace cuatro meses. Así que, o estamos todos pendientes de su Twitter, o igual nos perdemos el Apocalipsis
Lo de París supuso un cambio radical en la percepción pública de este rapero. Siempre será risible verlo acuñar perlas a ritmo japonés acerca de su talento sobrehumano. Por ejemplo: "lo malo de ser la voz de Dios es que nunca me veré a mi mismo actuar en directo", "soy consciente de que para la historia seré la voz más fuerte de esta generación" o "es fantástico que haya podido sacrificar mi vida personal para regalar mi arte a la gente". Pero cuando hacía estos gestos, o aguaba la fiesta de Taylor Swift en el famoso incidente de los premios MTV de 2009, lo hacía ante un público que al menos podía respetarlo por su interesante música.
Foto: Kanye West junto a Riccardo Tisci, diseñador de Givenchy, durante la semana de la semana da la moda de París de marzo 2011 (Gtresonline)
Entonces empezó una espinosa cruzada para convencernos de que también podía ser un diseñador de moda serio. No le ha ido precisamente bien. Ni cuando -antes de 2010- se dedicaba a los estampados indecibles y los chándals de color fosforito rapero, ni cuando sufrió un efímero arrebato de humildad que precedió la muerte de su madre en una operación de cirugía estética y anunció que iba a dedicarse a cosas más elegantes (quería hacer ropa que "compita conmigo", no que "me complemente", dijo).
Todo esto se exacerbó en aquella Fashion Week de París de finales de 2011 en la que West se estrenó presentando una estrambótica colección de variaciones sobre el tema desmadre peletero, con inventos como vestidos transparentes o escotes por delante y por detrás. Un popurrí de ideas y conceptos sin ton ni son. Hacía tiempo que no se oía en el mundo de la moda una carcajada tan sonora y chungona. Y West, que había estando acudiendo a los desfiles durante años, no podía ni alegar desconocimiento del medio.
Entonces llegó la Hecatombe.