Cabía esperar que lo de Madrid y el sueño olímpico fuera como esa pareja que siempre está volviendo: cuantos más fracasos acumula el binomio, menor es la empatía que genera entre el público. Pero eso solo no explica la épica que se empezó a escribir en las redes sociales el jueves, cuando Ana Botella, autoproclamado icono de la tercera intentona de Madrid por albergar unos Juegos Olímpicos, se coló en la lista de lo más comentado en Twitter, donde permaneció casi ininterrumpidamente hasta el domingo. Hace falta añadir otro factor al infausto furor que ha convertido a la candidatura madrileña en uno de los acontecimientos del año en las redes sociales españolas, y es la desazón de un no pequeño y desencantado grupo de la población española que ha visto en la decisión del Comité Olímpico Internacional la confirmación que menos necesitaba escuchar: que los que están fuera ven España igual que los que están dentro.