FERNANDO OREJAS
Todos los días, miles de usuarios de ordenadores sufren fallos de software: programas que se cierran inesperadamente, que dejan el sistema bloqueado o, simplemente, que producen resultados erróneos. Sin embargo, pese a las molestias que nos ocasionan, tendemos a considerarlo un mal inevitable. Imaginemos que esto ocurriera con las lavadoras: que cada 4 o 5 días nuestra lavadora se parara en mitad de un lavado y que algunas veces nos dejara la ropa inservible. Seguramente, nadie se resignaría y habría quejas y demandas. Probablemente, la empresa responsable tendría que pagar indemnizaciones. En este contexto, nos podemos preguntar: ¿Qué hace que el software falle y las lavadoras no? ¿Es realmente imposible desarrollar software que no tenga fallos?