Son tiempos en los que imperan las falsas apariencias y las chapuzas en todos los terrenos. En el de los programas políticos de los partidos; en el de las teóricas innovaciones tecnológicas y en las aparentes declaraciones sencillas de los líderes que se sienten poseedores de la verdad absoluta.
En el caso del Partido Popular las falsas apariencias y las chapuzas se complementan hasta formar un todo. El marketing electoral de los conservadores no les permite desvelar sus intenciones. Basan su estrategia en la ocultación. El País publica hoy que Mariano Rajoy ha encargado a la FAES que preside el ínclito Aznar un estudio sobre el posible copago en la sanidad pública. El problema no es estudiar el mencionado copago, lo indignante del asunto es que una y otra vez sus líderes lo han negado hasta la saciedad. En tiempos preelectorales no conviene, al parecer, desvelar las cartas. Y no es un mal método si se está jugando una partida de póker pero es lamentable si de lo que hablamos es de acceder democráticamente al Gobierno de la nación.
Por lo que especta a las pretendidas innovaciones tecnológicas, nos hemos cansado de ver y oir en las televisiones al ministro Sebastián elogiando las ventajas de cambiar los canales analógicos por los digitales terrestres. Panegíricos de sus bondades, reportajes en los pueblos pioneros del mencionado cambio, sonrisas de satisfacción de los dirigentes..., pues bien, años después, en la actualidad, las TDT, al margen del terrorífico reparto de los nuevos canales que han creado el caldo de cultivo pertinente para que surjan, o resurjan, los protofascismos, en el mejor de los casos se han creado nuevos canales para que las cadenas generalistas repitan una y otra vez los programas y series ya emitidos por la cadena-madre. Es decir, poco o nada nuevo bajo el sol salvo los desagües de la extrema derecha.
A todo lo dicho hay que añadir que el número de deficiencias en la recepción de los canales es incomparablemente mayor que en tiempos analógicos, alegando, eso sí, dificultades siempre ajenas a la voluntad de los emisores. Cada verano, cada ola de calor, conlleva serias dificultades para ver lo que antes se veía sin problemas. Un nuevo triunfo de nuestros preclaros líderes nacionales o comunitarios.
¿Hay alguien qué hable más claro y sencillo entre nuestros dirigentes o exdirigentes que el señor Rodríguez Ibarra? Probablemente no. ¿Dice algo de interés el señor Rodríguez Ibarra? Sin duda, no. Después de iniciarnos a todos en las ventajas del pirateo informático o, para ser más precisos, después de ilustrarnos sobre los nuevos tiempos en los que los derechos de autor son vestigios de un concepto de la cultura obsoleto, nuestro adalid de al pan, pan, y al vino, vino, se descuelga con una explicación sobre la enemistad política entre el PSOE e IU en Extremadura que no sólo disipa todas las dudas y complejidades del fenómeno político sino que lo reduce a una cuestión de tomates y pepinos. IU y el PSOE son competencia entre ellos porque los dos venden tomates. El PP vende pepinos, por lo tanto el que dos vendedores de tomates no se pongan de acuerdo entra dentro de la lógica. Naturalmente no menciona en ningún momento nada que pueda parecer autocrítico. Tantas legislaturas al frente de la Junta de Extremadura se han desarrollado sin el menor roce con Izquierda Unida, sin recibir ninguna acusación de prepotencia o despotismo. Todo fue perfecto. El problema ahora no es que se sientan damnificados de tanto rodillo, de tanta mayoría absoluta, el problema es que los dos venden tomates. No se diga más.
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