Como no podía ser de otro modo, el final del concurso de Supervivientes (Telecinco) batió todos los records de aundiencia previsibles: un 38,8% de cuota, o dicho en términos de espectadores, 4,5 millones. También previsiblemente ganó el concurso Rosa Benito pero hubo un par de detalles que merecen la pena reseñar.
En primer lugar, el dramatismo de Sonia Monroy y su incapacidad absoluta de aceptar la derrota. A lo largo de los tres meses que permaneció en la isla hondureña ya había puesto de manifiesto su mal perder (en eso se arece a José María Aznar). Cuando, ya en Madrid, le comunicaron que había sido excluída del trío finalista, se tiró al suelo entre llantos inconsolables durante unos buenos diez minutos ante la incapacidad de los responsables y presentadores del programa por resolver el histerismo de la concursante. Nos acordamos de la entrega de premios de un gran torneo de tenis que ganó Nadal. Federer no pudo contener las lágrimas y el resto del acto, que, no olvidemos, era el momento de gloria del tenista de Manacor, tuvo como protagonista absoluto al tenista suizo. La descontrolada reacción de la perdedora, y la torpeza de la dirección del programa, impidieron a la joven Rosi disfrutar de su cuarto de hora de fama.
El segundo apunte reseñable, aunque la verdad es que no es una noticia por la reiteración del hecho, fue la autoexpulsión de Aída Nízar del plató. Unas veces porque la echan (en Honduras fue la primera en ser expulsada de la isla y del barco de los "anónimos"), y otras porque decide irse ante la tensión que ella misma genera, lo cierto es que la señorita Nízar es, probablemente, el personaje televisivo más molesto y fugaz de cuantos se recuerdan. En cinco minutos consigue que todo el mundo esté hasta el gorro. El día que el ministerio del Interior, o los Mossos, descubran los superpoderes de la señorita Nízar para disolver manifestaciones con su sola presencia y labia se resolverán la mayoría de los problemas de orden público.
En fin, el programa-estrella de la cadena llegó a su fin pero ahora se sucederán uno tras otro, y en sus numerosos programas del corazón, el minucioso desglose del concurso. Sus comentaristas analizarán hasta la saciedad gestos y frases de los concursantes: del desmayo de la Monroy al velado rifirrafe entre Rosa Benito y su marido Amador Mohedano en la gala final, reencuentros, desencuentros, todas las secuelas imaginables. Al fin y al cabo si han sido capaces de mantener en antena durante diez meses la separación de Víctor Sandoval y Nacho Polo, qué no serán capaces de hacer con diez o doce concursantes intensos y elementales. La banalidad llevada hasta el fin de los tiempos.
Y ya para terminar dos noticias de distinto signo: "los bífidos ayudan a las defensas". Falso según la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, que también acabó de desmitificar las isoflavonas de la soja que ni protejen el ADN, ni las proteínas ni los lípidos de la oxidación. Dos desmentidos que afectan directamente a numerosos spots de televisión de yogures y sucedáneos. La crisis no respeta ni a las isoflavonas. A los que sí respeta, afortunadamente, es a la cúpula del Banco de Santander que vió como en el primer semestre del año su remuneración (en metálico y en acciones) aumentó un 24%.