En la noche del lunes se emitieron los dos últimos capítulos de la serie Plaza de España (la 1), una comedia de situación sobre la guerra civil, con un enfoque coral y unos más que notables guiones. Han pasado 75 años desde que un grupo de militares rebeldes se sublevaron contra el orden establecido y más de 70 desde que los vencedores de la contienda consolidaron un régimen dictatorial y cruel que duró cuatro décadas. La serie no pretende analizar, ensalzar o condenar aquellos hechos. Pretende entretener sin mas.
Es cierto que aún quedan problemas sin resolver, que aún colean historias dramáticas que, lamentablemente, un Gobierno socialista no ha sabido o querido dejar resueltas con una Ley de la Memoria Histórica realmente funcional y que una cierta derecha montaraz trata de impedir lo que el sentido común dicta: que los vivos entierren a sus muertos, pero para la mayoría de la ciudadanía, la guerra fue algo terrible que ocurrió hace mucho tiempo y que, por supuesto, forma ya parte de un pasado que todos deseamos sea irrepetible.
Plaza de España ha cumplido una función básica: entretener, y una función tangencial y no menos interesante: aceptar que el humor es saludable incluso en temas que a algunos pueden parecerles intocables. La serie se despidió con una audiencia que supera ligeramente el millón y medio de espectadores, un dato que no es espectacular pero tampoco desastroso. Una primera temporada en torno a un selecto grupo de habitantes de Peñaseca en plena guerra civil, con un desenfadado planteamiento y una representación de las distintas tendencias ideológicas del momento, sin que, a mi juicio, nadie se pueda sentir ofendido salvo que tenga un excesivo y trascendental sentimiento trágico del pasado.
Con capítulos dirigidos por María Cereceda, Rafa Parbus y Antonio Trashorras, un buen reparto coral con actores curtidos ya en muchas batallas televisivas como lo son Gorka Otxoa, Javivi, Enrique Villén, Eduardo Antuña, Carmen Esteban o Mariam Hernández, entre otros, y unos notables guiones, la continuidad con una segunda temporada de Plaza de España está aún por decidir, por más que la brusca interrupción del rodaje de la serie, incialmente previsto de 26 capítulos, haga presagiar lo peor. Es cierto que algo más de un 13% de audiencia media no es el mejor de los resultados, ni el peor, pero a ello habrá que añadir la inexplicada decisión de cortar radicalmente el plan incial que, como todas las decisiones herméticas, desatan rumores de todo tipo sobre lo intangible de determinados temas para una derecha ultramontana y una izquierda dogmática.
P.D.- Mariano Rajoy esboza una nueva y más dura reforma laboral si, como creen en el PP, consigue mayoría absoluta en las próximas elecciones. Se trata, sobre todo, de no molestar a los mercados. Dolores de Cospedal, por su parte, descarta aumentar las imposiciones fiscales a los que más tienen: "No es momento de demagogias", declaró la multiempleada presidenta de Castilla-La Mancha, en una desconocida acepción del término "demagogia" pues si bien es verdad que una ley que grave más a quienes más tienen halagaría a la mayoría ciudadana, la rentabilidad política de dicha medida se justificaría en la cuenta de resultados final. En fin, como dirían los de Telecinco: La que se avecina.