Una de las grandes ventajas de no pertenecer profesionalmente a la actividad política es la de poder reconocer de inmediato los errores. Ayer les recomendaba vivamente que vieran, si podían, Un funeral de muerte (Canal +). Efectivamente, la cadena de pago emitió Un funeral de muerte pero no la original, rodada en Gran Bretaña y con actores británicos, sino un remake norteamericano de muy inferior calidad pese a que seguía fielmente el guión original. Es una cuestión de estilo: lo que en los británicos es contención y fina ironía, Hollywood lo banaliza. Mis disculpas.
Don Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid que preside con tanta galanura doña Esperanza Aguirre, como buen profesional de la política que es, nunca pide disculpas ni reconoce sus errores. Un ejemplo: cuando el señor González y el Gobierno del que forma parte concedió varias licencias de televisiones digitales terrestres, explicaba que se hacía así por lo que suponía para "la pluralidad informativa, la calidad de la programación y la creación de empleo". Bien. Unos años, pocos, después, VEO 7, la cadena digital concedida a Unidad Editorial (El Mundo) cerró prácticamente la tienda. Dejó un par de programas, subarrendó el resto de su tiempo de emisión a infocomerciales y chamanes de los sentimientos (inefable una vidente que se llama Maruja Garrido) y despidió a 110 personas. Un éxito de pluralidad informativa, calidad de programación y creación de empleo. Que se sepa, nadie hasta la fecha ha pedido disculpas por la concesión ni se ha planteado el quitar la licencia al tinglado que dirige Pedro J. Ramírez.
Es probable que dicha desidia comunitaria administrativa esté justificada ante las numerosas obligaciones y ocurrencias (tormenta de ideas dicen los anglosajones) que genera la inminente visita papal. Comunidad y ayuntamiento tensan a sus mejores cerebros organizativos para ver cual de las dos instituciones ofrece más comodidades y prebendas a los seguidores del Sumo Pontífice quien, al parecer, nos va a regañar a todos en varios de sus discursos matritenses: descuentos radicales en los bonos de los transportes públicos, locales oficiales al servicio de los jóvenes de todo el mundo que acuden a Madrid con sus guitarras y sonrisas, gorritas y rosarios por doquier, levantamientos de las marquesinas de la Plaza de la Cibeles para que nadie se suba a ellas (los 40º que soportan los ciudadanos que esperan el autobús siempre se pueden ofrecer por la salvación de las almas infieles), los sietes días de corte a la circulación de dos de las vías más importantes de la ciudad (los atascos también se pueden ofrecer por los chinitos), y todo ello en un contexto macropolítico de un Estado aconfesional. Las visitas papales, dicen los papistas, nunca cuestan un duro. Al revés, las ciudades visitadas ganan dinero. Es verdad. En Valencia los de el Bigotes ganaron varios millones de euros, a repartir. Un lujo.