Tratar de recordar en un momento dado dos o tres días de programación televisiva y de zapping desaforado se asemeja en alguna medida a la escritura automática que tanto reivindicaba André Breton y los suyos: carreras de fórmula 1 al alba, capítulos de series exhibidas una y mil veces, telediarios con la deuda griega como gran estrella, represión salvaje en Siria, chicas que piden que se las vuelva locas, Jordi Évole, el follonero, y su estupendo programa sobre los grandes despilfarros públicos cuando las vacas estaban gordas, o eso parecían..., sólo con la lectura de los diarios impresos parece llegar una cierta calma. Gutenberg, pese a todo, sigue siendo un oasis para la comprensión de tal avalancha de información y entretenimiento.
Y tan es así que, por ejemplo, leyendo El País, nos enteramos de las muy distintas estrategias que mantienen Mariano Rajoy y José María Aznar respecto al terrorismo. El ex presidente sacó su inconfundible hacha de reaccionario rencoroso en Málaga. Un par de días después leemos que Rajoy lima en secreto sus diferencias con el PNV sobre el final de ETA. No está claro si los del PP son las dos caras de la misma moneda o si el ex presidente, autoinvestido como líder espiritual del tea party español, ha tratado, una vez más, de torpedear cualquier buena noticia. Hace ya tiempo que Aznar es un decidido partidario de "cuanto peor, mejor".
Y en el torrente de recuerdos e impresiones visuales del largo fin de semana sobresale entre lo mejor los diversos capítulos encadenados que ofreció Canal + Dos en la tarde del sábado de la primera temporada de El ala oeste de la Casa Blanca, la serie ideada por Aaron Sorkin, una extraordinaria demostración de talento en todos los componentes de una serie, desde los guiones y la realización, al casting, la interpretación y la ambientación. La serie tuvo un total de siete temporadas y obtuvo 26 premios Emmy. Espectacular.
Telecinco, por su parte, no dejó de sobreexplotar el filón de las malas relaciones de una hija (Sonia Baby) con su madre, miembros de una familia desestructurada con malos tratos y alcoholismo de por medio, repitiendo en varias ocasiones los vídeos de la hija, la madre, la hermana y una prima mientras los contertulios de los distintos programas opinaban sin parar, y sin conocimiento, tanto de la madre como de la hija. Nada que ver con el talento.
Jordi Évole, el follonero, realizó un muy didáctico programa (Salvados, La Sexta) sobre el despilfarro público. Desde las faraonicas obras en Zaragoza para la Expo del Agua de 2008 (700 millones de euros de inversiones), con una muy deficiente y discutible funcionalidad al acabar el evento, hasta la absurda obsesión de las administraciones locales y autonómicas por tener un aeropuerto con el disparatado resultado de los 50 aeropuertos (algunos cerrados como el de Castellón, otros con un promedio de 4 vuelos subvencionados semanales, como el de Lleida, el de Ciudad Real o el de Albacete) que tiene España en la actualidad frente a los 18 aeropuertos que tiene Alemania, por ejemplo.