El programa más visto ayer fue Tarancón, el quinto mandamiento, una miniserie que La 1 emitió de un tirón en la que se trazaba a grandes rasgos la biografía de uno de los personajes claves en la última etapa del franquismo y en los primeros años de la transición hacia la democracia. Dirigida por Antonio Hernández e interpretada en el papel del cardenal por un excelente Pepe Sancho, la serie se complementó con un documental sobre el mismo personaje en el que intervinieron diversos periodistas, políticos y gentes del entorno del cardenal.
Fueron 3.289.000 espectadores los que siguieron el estreno de la serie y 2.791.000 los que vieron el segundo y último capítulo, cifras muy superiores a la gala de Acorralados (1.913.000), la demostración palpable de como Telecinco exprime hasta la última gota a su particular vaca lechera.
El cardenal Tarancón fue, básicamente, un personaje incómodo por mas que su característica esencial fuese la de poseer un enorme sentido común. Incómodo para un final de etapa de la dictadura desde que en 1971 fuera elegido presidente de la Conferencia Episcopal. Tuvo que renegociar el Concordato con un Gobierno profundamente reaccionario. Quiso celebrar el funeral del asesinado presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, lo que le valió ser insultado profusamente por la ciudadanía más fascista ("Tarancón al paredón", era su grito más frecuente), se convirtió en la bicha del régimen y muy particularmente de la de Arias Navarro, ministro del Interior con Franco, por el caso Añoveros, el obispo de Bilbao que pidió desde una homilía una mayor libertad y respeto para las comunidades históricas.
Pero fue también un personaje incómodo para la izquierda más radical, poco amiga de las sutilezas que diferenciaban una jerarquía católica preconciliar con la surgida a raíz del concilio Vaticano II. Con todo, éste cardenal que siempre estuvo vinculado a sus raíces campesinas de Burriana y Villarreal, que reconoció sus errores y los de la Iglesia y defendió sus convicciones desde la tolerancia y el respeto hacia quienes no opinaban como él, alcanzó su mayor éxito ciudadano en la homilía de la consagración del príncipe Juan Carlos como Rey de España, un texto que en alguna medida se convirtió en uno de los guiones posibles de lo que luego fue la transición democrática española.
La serie, realizada correctamente, tiene en su casting, probablemente, su mejor cualidad. Un Pepe Sancho extraordinario en su contención expresiva, arropado por un espléndido reparto y con unas localizaciones, vestuario y decorados cuidados desde un presupuesto amplio e inusual. Afortunadamente para todos, la recreación biográfica se vio complementada por el documental Tarancón, memoria de una lucha, en la que las opiniones certeras de gentes como José María Martin Patino, el padre Angel García o el periodista Pepe Oneto, entre otros, tuvieron la impagable aportación de imágenes de la época. Los planos del entierro de Carrero Blanco, o los de la consagración del nuevo monarca en la Iglesia de los Jerónimos, contienen una significación inalcanzable desde el recuerdo o la traslación al texto escrito. La 1 se convirtió, legítimamente, en la cadena más vista del horario estelar.