Truman Capote y Andy Warhol fueron, probablemente, los paradigmas de la frivolidad entendida como una de las bellas artes. Con un gran talento y una genial intuición para analizar los nuevos usos y costumbres sociales, tanto el escritor como el pintor demostraron su inteligencia sin necesidad de apabullar con datos eruditos. Eran el ingenio y la rapidez de reflejos en estado puro. Todo lo contrario que la gran mayoría de los tertulianos de los llamados programas del corazón que deambulan por Antena 3 y Telecinco.
En programas como Vuélveme loca (Telecinco) se despachaban largo y tendido sobre una posible separación matrimonial de la infanta Cristina y Urdangarin. Naturalmente ninguno de los tertulianos -entre los que figuraban lumbreras del periodismo como Jaime Peñafiel- aportaban la menor prueba de lo que dejaban caer. Incluso hacían suposiciones sobre un video en el que la infanta Cristina leía unos papeles en las escaleras de su casa de Washington, analizaban sus gestos, sus diálogos no escuchados con su marido y de todo ello deducían lo que había en los papeles y el estado de ánimo de la infanta. Después se supo que esas imágenes tenían más de un año pero esos detalles son secundarios a la hora de demostrar que se sabe de lo que se habla. Esta misma mañana, el muy educado y amable abogado del duque de Palma, Mario Pascual Vives, negaba en nombre de su defendido la mencionada separación. Todo pasa y todo queda. Por cierto, ¿no se podría hacer una colecta entre los medios que envían a sus reporteros a las ruedas de prensa del señor Vives y pagar a escote una sala de hotel para evitar ese cutrerío de realizarlas en la acera del Paseo de Gracia?
Donde no parece que se escatime dinero es en la Guinea Ecuatorial del dictador Teodoro Obiang. En el partido inaugural de la Copa de África (21 de enero. Eurosport) entre la selección del país organizador (Guinea) y la selección de Libia, los jugadores ecuatoguineanos ganaron por 1-0. Bien. Lo que ya es más sorprendente es que tenían una prima de un millón de dólares por ganar ese partido de la primera fase del campeonato. Un despropósito.
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