14.32 horas. Plano general del jardín de la casa de Gran Hermano (Guadalix): un grupo de concursantes toman el sol cómodamente aposentados, en silencio y con mucho espacio. Hace años Enzensberger afirmaba que las dos grandes reivindicaciones del siglo XXI serían, precisamente, el silencio y el espacio. Cualquier otro plano de cualquier informativo televisivo a esa misma hora nos remite, exactamente, a lo contrario: ruido, mucho ruido, y estrecheces de todo tipo.
Cristina Fernández de Kirchner coge con el pie cambiado al Gobierno español y a Repsol-YPF. Ultimamente, lo de coger con el pie cambiado al Gobierno se está convirtiendo en un tópico. Un apunte no documentado sobre la expropiación de YPF: la presidenta de Argentina despachó privadamente con Barak Obama en Cartagena de Indias. No sabemos si pidió permiso pero lo cierto es que un par de días después anunció la expropiación. EE.UU, por su parte, reaccionó prudentemente ante dicha medida. Hillary Clinton declaró que Kirchner deberá justificar su decisión, lo que sin duda hará. Afortunadamente para la ciudadanía española no tenemos a Federico Trillo al frente del ministerio de Defensa: todavía no nos hemos recuperado del estres postraumático de la reconquista del islote Perejil.
Pero si el ruido de la expropiación no fuera suficiente, nuestro nunca bien ponderado ministro de Educación, José Ignacio Wert, tuvo a bien alegrarnos el día con su habitual capacidad de análisis: aumentar el número de alumnos por aula no sólo ayudará a cuadrar las cuentas que exigen los nuevos recortes sino que ayudará, también, a la socialización de los niños, los hará más sociables puesto que tendrán más compañeros con los que compartir juegos y enseñanzas. Espectacular. Lo que no se entiende es que con colaboradores tan extraordinarios, la mesa del Congreso decida rechazar, como acaba de hacer, la comparecencia del presidente Rajoy para explicar los recortes en Educación y Sanidad. Con esas lumbreras en el Gobierno, comparecer debería ser un placer.
En fin, lleguemos a lo importante: la gala de Gran Hermano (Telecinco), ese concurso que nos demuestra día a día que la ignorancia es la madre de la sabiduría o, por lo menos, de la tranquilidad de espíritu. No hay nada mejor que el aislamiento total para mantener un ritmo de vida relajado. Imagínense que a los concursantes se les permitiera abrir una ventana al exterior durante 30 minutos y vieran pasar a: Urdangarin, un elefante, Kirchner, Mourinho, el pie de Froilan, primas de riesgo, el alcalde de Santiago, el obispo de Alcalá de Henares en plena arenga televisada, la cadera del abuelo de Froilan y, de guinda, a Antonio Sánchez Mariño, cazador experimentado de elefantes que en El programa de Ana Rosa tuvo el detalle de preguntar a la audiencia que por qué se protestaba por cazar a animales y no por realizar miles de abortos al año. Esos 30 minutos abiertos al mundanal ruido provocarían todo tipo de cataclismos mentales en los concursantes. La Gala tuvo 2.998.000 espectadores, unos 400.000 más que su rival Nùmero 1 (Antena 3). Dani tuvo el protagonismo absoluto. Buenafuente debería seguir de cerca a este avatar de Berto. Espléndido en todas sus intervenciones sin duda fue el artífice de una gala divertida pese a la cascada de lloros, lamentaciones y crisis en buena parte de los concursantes. El pueblo llano y sencillo, o una parte de él, puso su granito de arena en la conmiseración que tanto nos caracteriza: unos gritos externos a la casa anunciaron y denunciaron que Noemi se había acostado con Fael, lo que acabó provocando nuevos dolores de corazón a la aludida y a Ales. Si antes una de las dos Españas nos helaba el corazón, ahora nos lo parte.