Que una cadena generalista decida estrenar una serie de postin en pleno mes de agosto sólo se explica por dos posibles razones: o no cree en ella y, por lo tanto, lo mejor es soltarla cuanto antes, o, por el contrario, cree que por sí misma será capaz de elevar la audiencia media de un mes habitualmente flojo, y mas con los juegos olímpicos en el candelero. Los datos de audiencia de Los Kennedy, la serie programada por Telecinco (1.298.000 espectadores en el primer capítulo y 1.712.000 en el segundo), no despejan las dudas. Ni es un resultado desastroso ni, tampoco, para tirar cohetes.
La serie, con destacada participación canadiense, tiene un excelente reparto (Greg Kinnear, Katie Holmes, el magnífico Tom Wilkinson o Barry Pepper, entre otros), una producción que, al parecer, llegó a los 30 millones de dólares y, sin embargo, el resultado no excede de lo correcto, con tendencia a una realización plana. Da la sensación de que se estaban más pendientes de las posibles querellas de la poderosa dinastía norteamericana (una presiones que lograron que su emisión en Estados Unidos no se realizara en el canal previsto, History Channel, y lo hiciera en un canal secundario) que de desarrollar una historia potencialmente muy atractiva, con un breve, intenso y atractivo mandato presidencial de John Fitzgerald Kennedy.
Toda comparación es, probablemente, odiosa pero también puede ofrecer pistas sobre las tendencias y gustos de las distintas ciudadanías. Parece evidente que la televisión tiende a uniformizar los gustos sociales. Los Kennedy analizan y difunden las virtudes y miserias de una familia emblemática en la política estadounidense del siglo XX, pero en el desarrollo de la trama el amor, en el sentido en el que lo definía Cioran :"la unión de dos babas", tiene una notable importancia. Y en eso coincide con buena parte de los biopics españoles, en los que el bajo vientre era, en realidad, un leit-motiv esencial en las semblanzas audiovisuales de figuras como la Duquesa de Alba, Isabel Pantoja o Carmina Ordóñez, entre otras.
Y mientras esperamos la aparición de Marilyn Monroe, Lee Harvey Oswald o Aristóteles Onassis, personajes relevantes en la biografía de J.F.K., el ministerio de Sanidad español continúa su denodada labor en favor del desmantelamiento de la sanidad pública, una de las pocas instituciones de las que se podían sentir orgullosos los habitantes de este país. El exconsejero de sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela (caso Leganés), se lo agradeceré desde alguno de sus puestos directivos de entidades que pretenden potenciar la sanidad privada.
Hay 5 Comentarios
Gracias al autor del blog por corregir los vínculos del texto, que como advertía algún comentarista, no remitía nunca a la página en cuestión. Los enlaces funcionan ya perfectamente.
Publicado por: Mayte | 09/08/2012 19:20:36
Estoy de acuerdo que toda comparación de gustos suele ser odiosa. Pero más odiosa, en mi humilde opinión, es que los países dominantes quieran imponer su cultura a las demás, como si fuera poco, que ya globalicen los bienes tangibles o sea, que todos “tenemos” a la hora de comprar, supuestamente, que adoptar aquellos bienes físicamente apreciables por el capitalismo dominante en al ámbito mundial, y ahora también, lo desean hacer “ la uniformización de los gustos sociales” como lo comenta categóricamente en Sr. Harguindey. Pero, ¿un país que no adopte su propia cultura, o sea, acepte el proceso constante de la aculturación, no sería como estar apagando, y hasta mismo, negando su propia historia?
,
Publicado por: Inez Maria Seixas | 09/08/2012 14:53:30
Digo retificando: ...no estaria negando su propia historia?
Publicado por: Inez Maria Seixas | 09/08/2012 14:51:39
Estoy de acuerdo, que toda comparación de gustos suele ser odiosa. Pero más odiosa, en mi humilde opinión, es que los países dominantes quieran imponer su cultura a las demás, como si fuera poco, que ya globalicen los bienes tangibles o sea, que todos “tenemos” a la hora de comprar, supuestamente, que adoptar aquellos bienes físicamente apreciables por el capitalismo dominante en al ámbito mundial, y ahora también, lo desean hacer “ la uniformización de los gustos sociales” como lo comenta categóricamente en Sr. Harguindey. Pero, ¿un país que no adopte su propia cultura, o sea, acepte el proceso constante de la aculturación, no sería como estar apagando, y hasta mismo, negando propia su historia?
Publicado por: Inez Maria Seixas | 09/08/2012 14:49:10
This article has many valuable side.Thanks you very much for shearing this information.
Publicado por: car magnetic signs | 09/08/2012 13:28:44