Guillermo Cabrera Infante, uno de los mejores escritores en lengua castellana del siglo XX y, probablemente, el mejor crítico cinematográfico de su generación, escribió en la revista Carteles una crítica de una película de 1951, Peppino y Violeta, un antecedente de Marcelino, pan y vino. La película narraba las aventuras de un niño y su burra enferma -Violeta-. Como no encontraba remedio decidió recorrer media Italia hasta llegar al Vaticano pues era un niño muy creyente. Durante el viaje les ocurrían algunas peripecias pero siempre en un tono de "apta para todos los públicos". Llega a Roma, llega al Vaticano y, sin saber muy bien cómo, consigue llegar hasta el Sumo Pontífice, siempre acompañado por la doliente Violeta. Naturalmente, el representante de Cristo en la Tierra consigue que la burra se cure y vuelven a su pueblo felices y contentos. La crítica de Guillermo era de un par de líneas y venía a decir, más o menos: "Peppino y Violeta o la prueba de que el Papa es el mejor veterinario del mundo". Pues bien, hay días que tras varias horas de ver la televisión lo que apetece es escribir: el Papa es el mejor veterinario del mundo, y pasar página.
Las tertulias políticas hablan de política, naturalmente. El problema es que la política española es reiterativa, aburrida y cutre, o eso parece por el nivel de los analistas. En un sólo capítulo de News Room (Canal +), escrito desde la ficción, hay muchos más temas interesantes que en un mes de tertulias políticas hipotéticamente surgidas desde la realidad: crisis, prima de riesgo, independentismo catalán, crisis, prima de riesgo, independentismo catalán, es un bucle, como las escaleras de Escher.
Claro que si se opta por ver Sálvame, se comprueba que el principal, por no decir el único, problema que hay en España desde hace tiempo es el de saber si Rosa Benito se va a separar, o no, de Amador Mohedano. Aquí hablar de Escher sería un insulto al talento artístico. Puede, sin duda, hacer zapping y contemplar si una serie de señoritas son aceptadas, o no, por una madre para ser las posibles novias de su retoño. También puede, si lo prefiere, ver lo felices que son los españoles que están lejos de España, cuanto más lejos, más felices. Y si lo que le tienta es saber por qué Cristiano Ronaldo está triste, no tiene nada más que asomarse a cualquiera de las tertulias deportivas: no se enterará de lo que quiso decir el jugador pero podrá asistir a un espectáculo en el que todos hablan, gritan, a la vez, una especie de performance sobre la incomunicación. Lo dicho: el Papa es el mejor veterinario del mundo.