Es una de las frases de la década:"De la proa del buque salían cuatro hilillos de plastilina", declaró en el Congreso el excelentísimo Mariano Rajoy, vicepresidente del Gobierno y coordinador gubernamental para hacer frente a la crisis ecológica ocasionada por el petrolero Prestige. Lo curioso del caso es que los hilillos de plastilina se convirtieron en un flujo de 125 toneladas diarias de combustible. Fue un cálculo similar al de los beneficios que reportará a las arcas públicas la ingeniosa amnistía fiscal diseñada por Cristóbal Montoro de la que, por cierto, seguimos sin conocer los datos recaudatorios. El punto cosmopolita del Prestige queda meridianamente claro pues se trataba de un barco con armador griego, sociedad en Liberia y bandera de Bahamas, con tripulación asiática y cuya funcionalidad había sido verificada positivamente en las oficinas de América del Norte y Francia, dicho de otra manera: un lujo para reclamar las correspondientes indemnizaciones. Naturalmente, ante este alarde mundano a nadie le puede extrañar que el ministro al que afectaba directamente el tinglado, Francisco Álvarez Cascos, decidiera no interrumpir la cacería de la que legítimamente disfrutaba por tanto desvelo patrio. Nos lo imaginamos con su sombrerito tirolés y su loden austríaco entregado a la noble tarea de matar por placer. Diez años después del lamentable suceso comienza el juicio. España y la Justicia somo así, señora.
Claro que el juicio del caso Prestige ve empañado su lugar en el podio de los favoritos por el desarrollo del caso Blanqueo, un derivado del caso Malaya, y en el que hoy es el día previsto para que declare Isabel Pantoja (el amor prohibido, complemento de mis ansias, podría cantar Julián Muñoz). Mayte Zaldívar (el amor sagrado, compañera de mi vida, esposa y madre a la vez, como podría definirla el exalcalde de Marbella) dejó el listón muy alto en éste melodrama en el que los sentimientos se entremezclan con el vil metal cuando declaró ante su señoría que todo lo que había declarado tiempo atrás en diversos platós televisivos remunerados se debió a que "quería hacer daño" a éste, ya que "personalmente, me había roto la vida". ""En ese momento", añadió el amor sagrado de Muñoz, "le hubiera hecho pasar por cualquier calvario". Lo dicho: mucho va a tener que esforzarse Pantoja para superar estas frases.
Lo cierto es que sólo faltaba que hubiera arrancado también el caso Urdangarin para que tuviéramos repartidas las medallas de oro,plata y bronce de los grandes juicios sin la menor discusión. Y nada más coherente con esta atmósfera jurídica que nos invade que comprobar una vez más como la serie La que se avecina (Telecinco) vuelve a liderar las audiencias de ayer con 4.304.000 espectadores. Es el triunfo del concepto fallero de la vida.