Un somero repaso por los nombres de la actualidad global: Miguel Blesa ha dormido donde ha dormido y, que se sepa, no se ha producido el Apocalipsis. Si tarda un poco en aportar los 2,5 millones de euros que le ha impuesto de fianza el juez podrá jugar al parchís con Díaz Ferrán, coporotagonista de uno de los diversos juicios pendientes del pinturero Blesa. Esperamos que su amigo del alma, José María Aznar, le lleve bocaditos de nata a Soto del Real. También vuelve a tener su cuarto de hora de fama el insigne navegante Alberto Núñez Feijóo y su explicación de que no puede aportar una serie de documentos porque en la Xunta tienen la costumbres de destruirlos todos de diez en diez años, costumbre que no encaja con la Ley de Patrimonio Cultural de Galicia que exige que todos los documentos públicos deben de ser conservados. La otrora gran esperanza blanca de la derecha se está complicando su presente y su futuro por culpa de su pasado. También cabe saludar al Banco de España que ha bloqueado el acceso al acta de una reunión que es clave para entender el origen del colapso de la extinta Cajasur, que fue intervenida hace tres años al rechazar la unión con Unicaja. La fusión era la salida que el supervisor había trazado en 2009 para evitar la quiebra de la entidad cordobesa, pero los representantes de la Iglesia, que controlaban el consejo de administración presidido por el sacerdote Miguel Castillejo (ver foto de los seis sacerdotes integrantes del último consejo de administración de la entidad, una especie de Reservoir Dogs eclesiástico), rechazaron la unión y poco después se acabó lo que se daba, salvo para el erario público que tuvo que aportar, como poco, 400 millones de euros. El último nombre propio del día, y coartífice del programa que va a arrasar esta noche -la final de la Copa- es, naturalmente, José Mourinho quien está demostrando su saber perder, su elegancia y su clase en un final de temporada inolvidable para las huestes madridistas. Su última delicatessen: negarse a dar la habitual rueda de prensa en la víspera de la final dejando a Sergio Ramos que apechugara en solitario.
La televisión no informativa es otra cosa. Fue un momento espléndido: Alberto Chicote (Pesadilla en la cocina, La Sexta, 2.244.000 espectadores), abría satisfecho las puertas del restaurante El Yugo de Castilla para mostrarle a sus empleados y al dueño, Cristóbal Berzosa, cómo el equipo de producción del programa había decorado y transformado de arriba abajo el local. Habitualmente el nuevo ambiente solía despertar exclamaciones de admiración pero El Yugo de Castilla es mucho yugo y su propietario y chef no dejó títere con cabeza ante la estupefacción de Chicote: "Esto es una mierda pinchada en un palo", repetía una y otra vez Berzosa. "Vaya puta mierda. No lo quiero, asi que dejarlo como estaba", bramaba. Algúna camarera dejaba caer débilmente, "pues a mi no me parece mal", con lo que el castellano profundo y chef se enrocaba aún más en sus lamentos. Lo dicho: un momento estupendo e infrecuente. Es como si los padres de algún niño rebelde llamaran a la Supernanny y cuando llegara la experta en aplacar iras y rabietas infantiles, le dieran con la puerta en las narices.
Lo cierto es que, sin saberlo, se puede estar gestando un nuevo subgénero televisivo: los concursantes que abominan y reniegan de los concursos: peinetas al jurado desde el correspondiente trampolín, insultos y trompicones justo antes de casarse un sábado por la tarde en Telecinco, un sonoro "que te den" a Risto Mejide antes de tocar El sitio de Zaragoza con el apéndice nasal, lo que haga falta. Algo se mueve en las televisiones: ya se está formando una plataforma de damnificados de diversos ganadores del concurso Cifras y Letras que se emite en Canal Sur y Telemadrid: algunos de ellos llevan más de dos años sin cobrar los premios que obtuvieron y la productora, Vamos a ver TV, hace tres semanas que está en concurso de acreedores. Cadenas y productora han optado por la táctica instalada en las Administraciones central, autonómica y local del "a mi que me registren". No somos nadie.