"A veces, tenemos una cierta tendencia a contar las cosas que no son las mejores, y de vez en cuando tenemos que hablar de las cosas que son importantes. Y esta -ha añadido- es importante y es buena", declaró Mariano Rajoy en la Opel de Zaragoza. Un inciso: la valoración de qué cosas son importantes y cuales no, ¿quién lo decide?, ¿el mismo personaje que día tras día inunda las primeras planas de los diarios con presuntas corruptelas?, ¿el mismo presidente de Gobierno que frente al clamor de la prensa, la radio y las televisiones internacionales por los escándalos de su extesorero y sus vinculaciones con usted mismo, opta por el silencio, la huída hacia adelante y la mirada perdida?, ¿el mismo responsable de la degradación democrática, la burda manipulación de las cifras macroeconómicas y la torpeza para solventar lo elemental?, ¿o acaso aquel que ante la enorme tragedia medioambiental y económica del Prestige tuvo el detalle de describir la fuga del petróleo como "unos hilillos de plastilina"? No tiene usted pase, señor Rajoy por muchas cajas de puros con sorpresa que recibiera de Álvaro Lapuerta.
Sin duda ha conseguido pasar a la historia contemporánea como el peor presidente de España, superando -lo que parecía increíble- a ese rencoroso técnico de Hacienda, mariachi de las Azores y organizador de una boda egregia que, siempre pensando en lo mejor para la ciudadanía, debería de haberla previsto en Soto del Real para ahorrar algo en transporte. La Bolsa baja, la prima de riesgo sube, la banca sigue sin dar créditos, el paro no disminuye sensiblemente y usted se calla, o lo que es peor, dice un par de vulgares obviedades que, al parecer, paga a precio de oro a su gurú Pedro Arriola (el sociólogo facturó al PP más de 7 millones de euros en diez años. Un lujo).
Otra cosa que no es, efectivamente, de las mejores: visto para sentencia el largo y laborioso juicio por el hundimiento y posterior desastre ecológico del petrolero Prestige, probablemente uno de los mejores ejemplos de la incompetencia de un Gobierno para resolver un problema concreto. Un trío inolvidable al frente de la crisis: Aznar, que tuvo que acudir al lugar del suceso con unas medidas de seguridad que identificaban Galicia como territorio hostil. Un ministro directamente responsable de las consecuencias del naufragio, Álvarez Cascos, que prefirió seguir cazando, suponemos que a costa del erario público, al fin y al cabo sus ilegales sobresueldos no estaban para estas nimiedades, y un ministro-portavoz que tuvo la estupenda idea de hablar de "hilillos de plastilina" mientras se fumaba un puro habano, no de los de Álvaro Lapuerta. En resumen: abróchense los cinturones porque lo más probable es que tras las decisiones de estos ases, usted, yo y y el lucero del alba (si es ciudadano español, naturalmente), tendrán que añadir unos 4.000 millones de euros para tapar indemnizaciones. Parece mucho pero no lo es: al fin y al cabo eleconomista.es señala que el Estado perderá con Catalunya Banc y Novagalicia más de 25.000 millones de euros. ¡Alegría, alegría y que no decaiga la fiesta! Al mismo tiempo un descerebrado subdelegado del Gobierno en Pontevedra que atiende al nombre de Antonio Coello se dedica a mandar multas a los preferentistas que manifestaban en la calle se legítimo descontento por la estafa que les habían endilgado los mismos bancos y cajas que reciben ingentes ayudas públicas. ¿Dónde quiere el señor Coello que los preferentistas muestren su pesar?, ¿en alguna isla desierta, en un campo de concentración habilitado para ello? En fin, las cosas que no son las mejores, que diría Mariano con esa sintaxis tan suya y que alcanzó su particular olimpo con aquello de que "nadie podrá probar que no es inocente".
Por último, una recomendación si ustedes no quieren perder ese punto de estupefacción cotidiana que tan generosamente alimentan nuestros inolvidables dirigentes, como los de esa Comunidad de Madrid que han visto judicialmente paralizada su incial plan de privatizaciones hospitalarias por una tontería burocrática: cuatro días antes de acabar el plazo de las ofertas decidieron rebajar en un 90% las fianzas económicas a las empresas que aspiraban a los centros sanitarios, porque sí, porque así son de rumbosos los Ignacio González o los Fernández Lasquetty con los dineros públicos, pues bien si no quieren bajar el nivel de adrenalina vean el segundo y último capítulo de la autobiografía de Mario Conde (Telecinco, 22.00 horas), no sólo autorizada sino escrita y consagrada por el propio delincuente. Podrán comprobar una vez mas esa máxima omnipresente que ladrones, políticos, financieros, obispos y empresarios han convertido en la norma esencial de sus vidas: "La culpa siempre es de los otros".
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