TV Blog de Harguindey

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La televisión es la reina de la casa. Lo que se pretende en este espacio es comentar la actualidad televisiva más inmediata, los programas del día, desde cualquiera de los que se definen como “telebasura” a las retransmisiones deportivas, los espacios informativos, documentales, las películas o las series. Son los comentarios y recomendaciones de un telespectador común.

El verdugo

Por: | 20 de febrero de 2014

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Hay días en los que lo conveniente para la salud mental es desconectar de la actualidad, abstraerse en la medida de lo posible de un lodazal que algunos llaman actualidad política y el sentido común denominaría mezquindad. Ancianas que mueren en los pasillos del Complejo Hospitalario de Toledo, médicos y trabajadores sanitarios que denuncian los recortes en sanidad mientras la presidenta de la Comunidad castellano-manchega alardea de eficacia y funcionalidad, senadores populares con una cuenta en Suiza hasta antesdeayer con 1,5 millonesde euros sin declarar y que había inundado tiempo atrás las tertulias televisivas pontificando a propósito de la necesidad de la integridad en la política, expresidentas comunitarias orgullosas de haber cortado en seco la corrupción antes de ir conociéndose golpe a golpe y verso a verso que ella, la corrupción, era la reina de la casa hasta hoy mismo, partidos políticos que nunca encuentran las facturas de los regalos de la Gürtel, Iberdrolas que a las primeras de cambio, y a modo de protesta por la útima torpeza del ministro del ramo, amenazan con abandonar el país, cajas de ahorro de las que ahora se sabe que ocultaban informes sobre unos bonos basura que llamaron preferentes...y todo esto es sólo una pequeña muestra de las últimas 24 horas.
Es, pues el momento de la desconexión, de dejarse llevar por los buenos momentos, los recuerdos agradables de obras y gentes que nunca tuvieron que desmentir nada que después se demostrara cierto, que trataron de hacer bien su trabajo y que, además y gracias a su talento, no sólo lo hicieron bien sino que consiguieron una obra maestra. Hablamos de El verdugo, de Luis García Berlanga y Rafael Azcona, que el pasado lunes se cumplió el 50 aniversario de su estreno (el 17 de febrero de 1964) no sin tener que retocar el montaje final por las presiones de la censura y seis meses después de haber recibido el premio de la crítica internacional en el festival de Venecia. Un estreno discreto, en pocas salas y sin demasiados alardes publicitarios. Medio siglo después sigue siendo una de las mejores películas europeas, absolutamente viva y con un mensaje extraordinariamente inteligente contra la pena de muerte.
Se ha contado varias veces pero conviene insistir en la anécdota para hacerse una idea de las circunstancias que rodeaban al cine español: Berlanga, en las oficinas del productor, trataba de hablar por teléfono con el representante de Nino Manfredi en Roma para que le confirmara que estaría en Madrid en la fecha del inicio del rodaje previsto para pocos días mas tarde. En medio de la conversación atronó la voz del productor: ¡Berlanga, que es conferenciaaa..!, una frase asignificativa en la actualidad y totalmente cotidiana en la España de los 60.
Pero si al productor le preocupaba la factura del teléfono, al embajador español en Italia y más tarde ministro de Información y Turismo, Sánchez Bella, le preocupaban otros aspectos de la película, un desasosiego también habitual en aquel tiempo y en éste país. Le envió una carta a su superior Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, en estos términos: "No me cabe en la cabeza que haya habido venticinco personas de una comisión que hayan visto la película y no hayan reparado en la inmensa carga política acusadora que contiene (...). Estamos ante una maniobra planeada en toda regla, con arreglo a los cánones revolucionarios más auténticos. La película está dentro de lo que los comunistas llaman, en su jerga dogmática convencional, "realismo socialista". El guión contiene todos los requisitos de la propaganda comunista en relación con España a través de una versión muy española, que quiere decir casi anarquista", una carta de la que tanto Berlanga como Azcona, una vez superado el comprensible pavor que producía el ser denunciados por un capitoste del franquismo, consideraban uno de sus mejores homenajes.
Cualquiera que conociera o siguiera la obra de estos dos genios del cine español podría deducir en un instante el coeficiente intelectual de Sánchez Bella que, sin embargo o quizá por ello, llegó a ser ministro de Información. Hasta en eso, en rodearse de ineptos, la derecha española actual mantiene el cordón umbilical con el general golpista.
La película surgió de un hecho real: la ejecución de Pilar Prades, "la envenenadora de Valencia", a la que el ejecutor del garrote vil, el verdugo Antonio López Sierra, se negaba a matar. El talento de sus creadores hicieron todo lo demas: un Pepe Isbert genial a punto de jubilarse y perder con ello un piso de protección oficial ("Me hacen reír los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina? ¿Usted cree que se puede enterrar a un hombre hecho pedazos?", explicaba con su inconfundible voz asmática), un Nino Manfredi que quería irse a Alemania para ser mecánico, una Enma Penella tierna y arrolladora, un López Vázquez extraordinario capaz de medirle la cabeza a un niño con la cinta métrica por hacer algo ya que el director no mandaba cortar la acción y el diálogo se había acabado, hallazgos fantásticos (esa pareja de guardias civiles megáfono en mano por las cuevas del Drach llamando a José Luis), en fin, una obra maestra que acaba de cumplir 50 años y que sigue haciendo reir y pensar a quien la ve, todo lo contrario de las decisiones de una clase político-financiera que hacen llorar y acordarse de sus respectivas familias a quienes las sufrimos.

Hay 2 Comentarios

Hola, amigos. Lamentablemente no he visto la película pero prometo buscar la manera de verla. Pero me toca volver al "lodazal" de que habla Ángel porque sin querer o queriendo me acaban de suprimir un par de comentarios y eso me molesta. Están buscando la manera de sacar al juez Ruz del caso Gürtel, que es el caso Bárcenas, que es el caso PARTIDO POPULAR. Todo con tal de que los RAJOY, las COSPEDALES, los ARENAS, los TRILLO y demás gente de mal vivir, no tengan que enfrentar a la justicia en los tribunales. Estamos a punto de llegar al nivel de Venezuela donde el poder judicial está plenamente supeditado al ejecutivo. Para allá vamos. Si no, al tiempo. Los del PP sí saben para qué es el poder y con ello podrían responder a un famoso político colombiano, DARÍO ECHANDÍA, quien se hacía esa pregunta: "El poder, ¿para qué?"

Cuando se contrata un empleado o empleada, la empresa tiene a mano un curriculum de la persona, y luego si les interesa el perfil se le contrata a prueba durante unos meses para ver como responde.
En nuestra democracia, se vota a un partido que presenta un perfil propuesto a partir de promesas y de todas las censuras y descalificaciones de los oponentes.
Promesas solo.
Fallándonos lo fundamental, el curriculum, la eficacia demostrada y los tres meses de prueba.
Por eso nos encontramos con tantos imprevistos.
Por eso pagamos tantos pasos en falso.
Y tenemos tantas quejas, de comportamientos y sorpresas no enseñadas, ni propuestas.
Demostrando claramente que la culpa es nuestra, de los ciudadanos y ciudadanas, que nos dejamos meter goles por la escuadra, por no sopesar primero la valía real y contrastada con datos de los aspirantes a gobernar.
Eliminando quienes no dan el perfil, o las personas que no alcanzan el mínimo exigido.
Sea cual sea su ideología, o sus promesas.
Con un contrato firmado, que en caso de no cumplirse es causa suficiente para rescindir.
Ante notario.

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Sobre el autor

Ángel Sánchez Harguindey

Ángel Sánchez Harguindey perteneció a la plantilla de El País desde su fundación en 1976. Fue jefe de la sección de Cultura, responsable del suplemento cultural Babelia, redactor jefe de El País Semanal, redactor jefe de la sección de Opinión y Adjunto a la Dirección.
Ha publicado el libro "Memorias de sobremesa. Conversaciones con Rafael Azcona y Manuel Vicent" (Editorial Aguilar)

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