A veces parafrasear a Bill Clinton en su campaña frente a George W. H. Bush resulta gratificante. Si, además, esa aproximación a los problemas cotidianos conlleva que el hipotéticamente favorito pierda las elecciones, mejor que mejor. Vayamos, pues, a los datos ofrecidos en todos los informativos de las cadenas, en general, y un portal específico de televisión.
Viajando con Chester: Pablo Iglesias / Pedro García Aguado’: 14.5% y 2.823.000 (máximo). El Objetivo: Artur Mas: 11.4% y 2.229.000 espectadores. Dicho de otra manera, el líder de Podemos tuvo cerca de 600.000 espectadores mas que Mas. Se pueden elucubrar diversas reflexiones pero al final los datos son irrebatibles, tan definitivos como los de que el programa de mayor audiencia en ese último domingo de septiembre fue la película A todo gas 5, que vieron 3.411.00 espectadores. Hay una cosa clara: para bien o para mal, la mayoría prefiere la ficción -por disparatada que sea- que la realidad, una realidad tampoco exenta del disparate. Escuchar al president de la Generalitat afirmar que no vió la comparacencia de Jordi Pujol en el Parlament cuando la firma de la ley de Consultas fue milimetricamente programada por él mismo para acallar los ecos mediáticos de dicha comparecencia es tomar a la ciudadanía por idiotas. ¡Un respeto, don Arturo!
Con todo, los datos más demoledores los ofreció ayer Cáritas: "La pobreza se perpetúa en España. Cáritas registró en 2013 el mayor aumento del número de personas atendidas desde el inicio de la crisis. 2,5 millones de ciudadanos en riesgo de exclusión social, 600.000 más que en 2012, buscaron su ayuda. Esa cifra representa un 31% de aumento en un año frente al 24,6% del año 2008". Aquí, sin embargo, no caben distintas reflexiones. Sólo hay una: no vuelvan a decir, por vergüenza propia, eso de que "hemos salido de la crisis" o, como dijo no hace mucho el Presidente: "La recuperación es firme y cada vez más intensa". Fijarse exclusivamente en los datos macroeconómicos que, por cierto, los últimos que conocemos son más que preocupantes (la inflación se sitúa en negativo por tercer mes consecutivo; el Banco de España, por su parte, acaba de advertir del riesgo de la incipiente recuperación de la economía por la disminución de la demanda del consumo de las familias, lo que contrasta con la supuesta recuperación del empleo) y despreciar los de la microeconomía es, probablemente, el ejemplo más descarnado de la impiedad considerada como una de las bellas artes de la gobernanza.
Claro que hay datos de todo tipo. Por ejemplo, en la Cataluña de Artur Mas, hoy conocemos que de los 193.000 hogares que no pueden asumir los gastos de mantener su vivienda a una temperatura adecuada, es decir, que no pueden pagar la electricidad o el gas en los meses invernales, sólo fueron 500 las familias que se beneficiaron el año pasado del plan de la Generalitat para evitar el problema. Cuestiones burocráticas, recursos y contrarecursos entre el poder central y el autonómico, lo que se quiera pero el dato es el dato: un estudio realizado por la Cruz Roja entre sus beneficiarios, y que fue presentado la semana pasada, reveló que la pobreza energética ha aumentado en tres años en Cataluña, pasando de un 40% a un 61,8%.
¿Y cómo no acabar haciendo una referencia al, probablemente, peor ministro de Industria desde la transición democrática y a las tarifas de la luz? En el pasado mes de julio, José Manuel Soria, admitió que la tarifa de la luz subirá hasta final de año. Fue, sin duda, uno de las declaraciones más lúcidas del citado ministro: "La luz sube un 11% en el tercer trimestre hasta su nivel más alto en lo que va de año", titula El País. Sí señor: un ministro profeta. La OCU, por su parte, señala que la tarifa final ha alcanzado en septiembre su precio más alto de los últimos cinco años. Según denuncia, esto se debe a la aplicación de un nuevo mecanismo de revisión de precios "impredecible" y lleno de "turbulencias". "¡Son los datos, estúpido!".