Desde el pasado sábado y hasta el 21 de agosto TVE se convertirá en la reina de las audiencias gracias a los Juegos de Río. De entrada la ceremonia de inauguración -y pese a que por la diferencia horaria se retransmitió a la una de la madrugada- ya lo consiguió: 1,3 millones de espectadores y el 19,4% del pastel. Todo en los Juegos es multimillonario: las inversiones, las audiencias, los equipos, las horas de retransmisiones... Un dato: la exclusiva para España le costó a RTVE 50 millones de euros, más 4,5 millones de gastos por el envío de 129 profesionales a Brasil, a los que hay que sumar tres miembros de la corresponsalía en Río y más de 141 trabajadores dedicados a la cobertura desde España, lo que hacen un total de 273.
La gran ventaja política del evento es que todas las horas que se dediquen al deporte son horas que no se dedicarán a los escándalos por corrupción salvo que se descubra alguno vinculado a las propias retransmisiones o a los atletas, algo que los rusos, por ejemplo, conocen de primera mano.
Los Juegos Olímpicos no dejan de ser un microcrosmo extrapolable a la sociedad mundial: existe un evidente canto al esfuerzo individual y colectivo, una discriminación mediática de géneros y unas desigualdades económicas incuestionables, desde los deportistas de elite de baloncesto, por ejemplo, a quienes se tienen que pagar buena parte de su preparación. El truco habitual para los escasos ciudadanos que todavía crean en el amateurismo se basa en premiar la consecución de las medallas. En España la medalla de oro individusal se paga a 94.000 euros; la de plata, 48.000 y la de bronce, 30.000. En las modalidades por parejas, los premios son de 75.000, 37.000 y 25.000 euros respectivamente. Los cinco deportes de equipo en los que participa España se recompensan con 50.000, 29.000 y 18.000 euros. Calderilla ante una buena recalificación de suelo o para Adif.
Ya comenzó el mayor espectáculo del mundo en el que 306 deportistas españoles (163 hombres y 143 mujeres) tratarán de alcanzar la gloria.