El fenómeno de la izquierda en España es extraordinario. Los socialistas han ido perdiendo votación tras votación con una constancia desoladora. El nuevo partido emergente deslumbró y se deslumbraron con unos éxitos iniciales imprevistos y con la suficiente habilidad para fagocitar a Izquierda Unida de la que, por cierto, la única noticia que hemos tenido desde hace meses es que le ha tocado la lotería a una asociación de Pinos Puente (Granada). La CUP por su parte considera que la revolución es romper públicamente unas fotografías o trabajar en determinados días festivos, al mismo tiempo que apoya parlamentariamente al segundo partido más corrupto de la derecha tradicional.
Naturalmente, con este panorama el único que gana es el partido más corrupto de la derecha. ¿Y qué hacen los partidos de la izquierda? El PSOE aboga por un pragmatismo constitucional cuyos réditos están por ver y una aboluta incapacidad para la autocrítica. El nuevo partido emergente acabó dando la razón a las máquinas del fango cuando hablaban de divisiones internas. Las dos facciones ya no ocultan sus diferencias bajo el hipotético paraguas de la unidad y el compañerismo. Pronto se celebrará el congreso en el que un bando se impondrá al otro y sacará el hacha de la vendetta.
De momento, Ramón Espinar ya enseñó la patita por debajo de la puerta al cesar a José Manuel López de la portavocía de Podemos en la Asamblea de Madrid (ver foto). El cesado lo explica así: "No es compatible decir por un lado que se quiere construir un Podemos que integre las diferencias, y a la vez echar a gente que ha apostado de manera legítima por opciones distintas en procesos de elección internos". Naturalmente, la opción ganadora considera que el cese no tiene nada que ver con el próximo congreso de Vistalegre, o que crear el hastag #ÍñigoAsíNo utilizado por buena parte de la cúpula del partido no es una cuestión de bandos. Al parecer es compañerismo y unidad.
Lo deprimente de todo esto es comprobar, una vez mas, como bajo los análisis altisonantes se oculta un ansia de mantener el poder caiga quien caiga y la convicción de que los partidos políticos, todo ellos, en su infinita sabiduría consideran que la ciudadanía es tonta.
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