Siempre hay pícaros que, además, se creen más listos que nadie. Francesc Homs, declaró ayer en el Tribunal Supremo que la providencia del Constitucional no prohibía claramente el proceso participativo. El 4 de noviembre de 2014, cinco días antes de la celebración del referéndum soberanista catalán, todos los medios publicaban que "el Pleno del Tribunal Constitucional suspendía por unanimidad la celebración de la consulta soberanista en Cataluña convocada por la web oficial de la Generalitat". La providencia de admisión también suspendía cautelarmente "las restantes actuaciones de preparación de dicha consulta o vinculadas a ellas", por lo que "las autoridades y poderes públicos de Cataluña no podrán promover ningún acto relacionado con la llamada a las urnas el domingo 9 de noviembre".
Se podrá estar de acuerdo, o no, con las decisiones del Tribunal Constitucional, lo que democráticamente no es aceptable es no reconocerlas. Un baremo indispensable para reconocer la cualidad democrática de un sistema es el de poseer una Constitución aprobada por la mayoría. Naturalmente, si hay una Constitución debe de haber un Tribunal que la preserve y un Parlamento que, si así lo decide, pueda modificarla. Es tan de cajón que abochorna el tener que explicarlo. Por supuesto que hay, además, la posibilidad de un golpe de Esado, de una declaración unilateral de independencia, de una revolución, de unas dictaduras totalitarias o de que un Parlamento autonómico esté por encima del Parlamento nacional pero aquí se habla de sistemas democráticos, y manipular la realidad y adoptar el victimismo como actitud oficial es profundamente demagógico y más si quien abandera ese afán soberanista es uno de los partidos conservadores más corruptos del sistema.
Y ya que hablamos de conservadores, cabe citar a uno de los políticos más reaccionarios del panorama español: José María Aznar, el responsable de la burbuja inmobiliaria y de las inmatriculaciones de la Iglesia, entre otras muchas lindezas. Y ayer se despachó a gusto en una amplia entrevista en Expansión: "Necesitamos una reforma fiscal integral que baje el IRPF y suba el IVA". Dicho de otra manera: que los ricos paguen menos por sus ingresos y que todos paguen lo mismo por sobrevivir, desde Amancio Ortega al último parado. Es un concepto solidario y moderno, apuntalado por una nueva receta: "La reforma laboral estaba muy bien encaminada, ha producido muy buenos resultados, pero cinco años después tenemos el 18% de paro. Hay que ir hacia otra reforma laboral aún más profunda". ¿A qué se referirá cuando asegura que "ha producido muy bienos resultados"? ¿Se referirá a que "la pobreza y la exclusión en España han aumentado "de manera alarmante" en los últimos años, con 13,4 millones de personas en riesgo de exclusión en el año 2014, esto es, el 29,2% de la población española, según concluye el informe Una economía al servicio del 1% hecho público enenero de 2016 por Oxfam Intermon?, ¿o se referirá a los problemas de un mercado de trabajo que, a pesar de la catarata de reformas, presenta una de las tasas de temporalidad más altas de los Veintiocho y arroja datos alarmantes: el 13,1% de los trabajadores españoles están en riesgo de pobreza, según el informe España 2017 elaborado por la Comisión Europea presentado hace cinco días? Tuvo también el detalle de ilustrarnos con la boutade de que en la España del PP no hubo recortes, una provocación con la que no merece la pena perder ni un minuto. Lo dicho: estamos rodeados de pícaros y de listos.