Con el caso Auditorio de Puerta Lumbreras se demuestra una vez mas el muy particular concepto que tiene la derecha española de la gestión pública, aquella que se hace con el dinero de todos. El argumento del PP en favor de Pedro Antonio Sánchez, entonces alcalde la localidad y ahora presidente de Murcia, lo expuso claramente Fernando Martínez Maíllo, el número 3 del partido: "No se llevó ni un euro", es decir que como no robó sino que simplemente dilapidó una subvención de seis millones de euros, aquí paz y después, gloria. Curiosamente, el entonces alcalde está siendo investigado por prevaricación, fraude, malversación y falsedad documental entre 2006 y 2011, en relación con el proceso de adjudicación, construcción y recepción de un auditorio y no por apropiación indebida, que es el otro delito ya institucionalizado. Por lo tanto decir que no es corrupción porque no se ha llevado "ni un euro" es considerar que el despilfarro en unos tiempos de recortes del Estado del bienestar no está mal, es admisible y, desde luego, no conlleva el cese de su responsable. Naturalmente, el citado Auditorio es un mamotreto absolutamente inservible y con un 38% del proyecto inacabado (ver foto del estado actual del auditorio). Caso distinto es la Ciudad de la Justicia madrileña, también inacabada, pero de la que varios próceres de la derecha española se lo llevaron crudo por mas que tampoco hubo ceses. Martínez Maíllo no ha dicho nada.
Después tenemos el caso de Jorge Toledo, Secretario de Estado para la Unión Europea, que en su intervención ayer en el Congreso de los Diputados demostró su concepto de la solidaridad y empatía con los parias de la Tierra: "Hay una operación militar de rescate para los que se tiran al mar allí", en referencia a quienes diariamente ocupan portadas y telediarios por morir ahogados en el Mediterráneo. Eduardo Madina le replicó con contundencia: "Señor Secretario de Estado, no se tiran al mar, abandonan sus países con niños en brazos porque los van a matar. No es deporte olímpico". Es el mismo concepto de una derecha que mientras muestra afecto a las mujeres maltratadas recorta las partidas presupuestarias que las podrían ayudar.
Otro detalle que define a la derecha nacional es el del patriotismo, ese que consiste en llevar una pulserita con la bandera española mientras se deposita el dinero en algún paraíso fiscal. Publica hoy El País que "un reciente auto del titular del Juzgado Central de Instrucción número 5, José de la Mata, revela que la presunta trama de comisiones ilegales que encabezaban los exdiputados del PP Pedro Gómez de la Serna y Gustavo de Arístegui utilizaba como sociedad ‘pantalla’ para canalizar los cobros de sus comisiones una firma asentada en Dublín que ya había aparecido en el ‘caso Defex’, abierto por las graves irregularidades detectadas en la venta de armamento en el extranjero por parte de esta empresa pública". Aquí sí se han llevado más de un euro y ni siquiera se han tirado al mar desde cualquier yate de mediana eslora.
En resumen: una parte de la derecha española, la más derechona, es declaradamente melómana y su obsesión es contruir Auditorios inacabados, con final abierto que diría un crítico cinematográfico. Otra señala las bondades de la natación en el Mediterráneo y, por último, hay diputados y exembajadores de España que su mayor ambición es fomentar las relaciones financieras con la católica Irlanda. Quizá por todo ello, esa derecha cuenta con el apoyo mayoritario de la ciudadanía.