Hay dos definiciones de "provocación" que podrían servir para calificar las declaraciones de ayer en el Congreso de Fátima Báñez, ministra de Empleo: "Excitación del deseo sexual de manera intencionada", lo que es posible aunque difícil, y "Acción o palabra que provoca irritación o enfado", lo que es seguro.
Para la ministra, la recuperación de la economía en España es "sólida, sana y social". Naturalmente con esos calificativos sólo podríamos vivir "una primavera del empleo", con la guinda de que "ahora se crea empleo de mayor calidad que el que se fue con la crisis". Que la ministra vive en un mundo alternativo es evidente desde hace tiempo, por ejemplo desde que en junio de 2012 aseguró que la Virgen del Rocío "nos ha hecho un regalo en nuestra salida de la crisis y en la búsqueda del bienestar todos los días de los ciudadanos". Sabíamos del ángel-aparca del exministro Jorge Fernández, al que por otra parte le gustaba condecorar a Vírgenes, pero Báñez nos recuerda con constancia que vivimos en un Estado aconfesional; al fin y al cabo si vivimos en plena gota fría "una primavera del empleo" ¿por qué no vamos a invocar al santoral para resolver cualquier problema aconfesional?
Claro que los expertos no deben sentir la misma devoción que la ministra por la Virgen del Rocío y señalan que "hoy hay 18.813.300 ocupados, unos 200.000 más que hace seis años, y, sin embargo, se trabajan menos horas. Si en el segundo trimestre de 2009 las horas efectivas trabajadas a la semana eran 654 millones, hoy son 613 millones. Es decir, más empleos pero con menos horas de trabajo.Tenemos medio millón de contratos más a jornada parcial que al inicio de la crisis. Los que más han caído son los contratos indefinidos a tiempo completo, que se han perdido más de 600.000 desde 2009". Eso explica también la progresiva depauperación de los fondos de las pensiones: más empleo pero menos cotizaciones. Y la contraguinda al optimismo ministerial la pone un informe de Oxfam Intermon que afirma que "España es el segundo país de la Unión Europea en el que más ha crecido la distancia entre rentas altas y bajas, sólo por detrás de Estonia, y entre 2007 y 2014 el salario medio español se desplomó un 22,2%". Vivimos, pues, una primavera otoñal que provoca irritación o enfado.