Los analistas repiten una y otra vez los mismos argumentos a favor y en contra del procés. Los plumillas también. Los políticos hace tiempo que hablan a piñón fijo sin desmarcarse lo más mínimo del guión establecido. Los medios de comunicación informan tan amplia y continuadamente de la cuestión que han conseguido que la saturación sea la reina de la casa. Los jóvenes universitarios catalanes han encontrado su Mayo del 68 en septiembre de 2017. La derecha española ha delegado en jueces y policías sus responsabilidades políticas. La derecha catalana se ha hecho el hara-kiri al aliarse con sus enemigos políticos para tapar sus verguenzas y encontrar una salida en caso de incendio.
Los revolucionarios de salón, por su parte, frivolizan el lenguaje con la misma naturalidad que lo hacían las damas del ya desaparecido Embassy y hablan de presos políticos, esos que incumpliendo la legalidad pasan ocho o doce horas en una comisaría para negarse a declarar después ante el juez. Los revolucionaris de saló consideran que viven en un Estado de excepción por mas que, excepcionalmente, hayan decidido que para aprobar una ley de desconexión basta con 70 votos en el Parlament aunque para nombrar al responsable de TV3 sean necesarios 90.
Y así, poco a poco pero con constancia, llegamos a la ceremonia final en la que la confusión campa por sus fueros. La derecha inmisericorde del Gobierno aparece ante sus votantes como la defensora a ultranza de la Constitución y ante sus no votantes, como la fábrica de independentistas desde que en julio de 2007 recurrió ante el Constitucional 30 artículos del Estatuto de Autonomía catalán. La despiadada derecha del Govern se muestra ante sus votantes como la defensora de la libertad de expresión y ante sus no votantes, como la factoría de mentiras y manipulación capaz de negar lo evidente: la salida de la UE y del euro. Mientras tanto los jóvenes revivirán tiempos pasados corriendo por las calles con la policía detrás, las televisiones alcanzarán cotas de pesadez informativa inimaginables y los analistas, los plumillas y los políticos afilarán su ingenio para repetirnos una y otra vez las simplezas de siempre. Feliz fin de semana.