"El rey Felipe VI será bienvenido a la República de Catalunya como máxima autoridad en España cuando pida perdón por su papel inconstitucional el pasado mes de octubre", explicó el exhonarable Puigdemont desde su dorado retiro de Waterloo, y lo cierto es que es una frase que explica muchas más cosas de las que, probablemente, quería. Explica, por ejemplo, el grado de desfachatez de un político del que todavía no se sabe cuánto le está costando al erario público mes a mes. ¿Cómo puede calificar cualquier acto o discurso de inconstitucional alguien que ha despreciado y vulnerado la Constitución sistemáticamente, el mismo personaje que arrastró a los suyos a un referéndum ilegal en el que se basó para proclamar ilegalmente una República que no sirvió para nada salvo para sacarle los colores a todos los dirigentes del procés a excepción, quizás, de Oriol Junqueras, al reconocer ante los jueces que había sido una proclamación simbólica? Unos dirigentes que, al parecer, consideran lo simbólico como sinónimo de "mentirijilla o gracieta" por mas que les encanta salir en las fotos con sus esteladas y sus varitas mágicas municipales.
El discurso de Felipe VI no fue, sin duda, lo más acertado, como impresentable fue la actuación de las fuerzas de orden público el 1 de octubre pero eso no exculpa a unos dirigentes que han manipulado y mentido hasta la saciedad, que han empobrecido a Cataluña, que ninguno ha pedido perdón por el desastre de una gestión que ha estimulado el que cerca de 4.000 empresas punteras catalanas hayan cambiado el domicilio social fuera de la Comunidad, o que los Mossos intentaran destruir los documentos vinculados a los preparativos del referéndum del 1 de octubre, sin olvidarnos de los prófugos que encubren su incapacidad de asumir sus responsabilidades con la coartada de "internacionalizar el conflicto".
Son demasiadas falsedades, demasiadas torpezas de unos gobernantes centrales -y ahí están los pensionistas-, autonómicos y municipales que anteponen día a día sus intereses electorales a las necesidades y convivencia ciudadanas. Esos gestos de cara a la galería de Torrent y Colau al negarse a recibir al Rey ¿lo hacían en nombre de todos los catalanes y barceloneses?, ¿sopesaron las ventajas e inconvenientes de cara a la continuidad de la feria de los móviles? Sospecho que el hartazgo ciudadano va en aumento- y ahí están los últimos resultados electorales de sus formaciones políticas para comprobarlo-. Por hartar han hartado hasta al gran Nazario Luque que escribió en su fb: "Las veleidades de Colau&Cia., la del sí pero no y el quizás y a lo mejor (mi antaño admirada alcaldesa), entre otra de sus arbitrariedades, cierra mi panadería (a 4 paradas de Metro) a donde acudía a comprar, una vez por semana, el mejor pan de Barcelona". ¡Qué país, Miquelarena!