Cuando creíamos que ya habíamos visto y oído todo lo humanamente imaginable llega Rafael Hernando en el Congreso y dice eso de que "ni Delgado ni Sánchez están a la altura de ese Gobierno decente que España necesita", a propósito de las filtraciones de la conversación privada de la ministra de Justicia con el excomisario Villarejo. Fue un miércoles de ceniza para la ministra y un rebrote psicodélico del portavoz adjunto del grupo parlamentario Popular que concluyó su perorata con añeja rotundidad: "la opinión pública le ha condenado, y le pido que no siga llenando de oprobio la democracia y se vaya".
Suponemos que para el señor Hernando, el Gobierno decente que España necesita no es otro que el de su partido por mas que su partido, por primera vez en la reciente historia democrática española, fue desalojado del Gobierno con una moción de censura que fue la gota que colmó el vaso de las noticias sobre la corrupción, hecho que no han perdonado ni el Partido Popular ni, sorprendentemente, el hipotéticamente regeneracionista partido de Ciudadanos que en un alarde de lucidez política confundió el culo con las témporas, o lo que es lo mismo, se alineó con la extrema derecha casadista.
Naturalmente el señor Hernando no se quedó en eso. También llamó zombi a la ministra de Justicia que, al parecer, es ya una muerta viviente de la política, lo que por otra parte es probable. La cuestión es que corrió un tupido velo sobre los, al parecer, vivos vivientes como Aznar, Rato, Matas, Soria, Granados, González, Camps, Costa, Zaplana, Fabra y Rus, por citar tan solo a unos pocos. ¡Son las ranas, estúpidos! El problema de los anfibios anuros populares es que además de saltar y nadar han dejado el país como un sembrado.
Un par de datos para verificar la decencia del Gobierno anterior: el informe anual de Cáritas, presentado el pasado miércoles, afirma que la marginación social severa, es decir pobres de solemnidad, ha crecido un 40% y afecta a más de cuatro millones de personas. En septiembre se conocía el dato facilitado por la Agencia Tributaria: en diez años hemos pasado de 200 multimillonarios (más de 30 millones de euros) a 579. No es de extrañar que el principal responsable de estas cifras esté gozosamente jugando al mus en Santa Pola.