La política profesional española está alcanzando los niveles del esperpento. Que la derecha se alíe con la extrema derecha no es lo habitual, al menos en las democracias civilizadas, pero entra dentro de lo posible. A todos les une un excesivo amor a la patria y a los paraísos fiscales con el añadido de un inconfesado amor a los ricos, de ahí unas propuestas fiscales que les favorecen básicamente a ellos. Solo hace falta fijarse en las primeras modificaciones tributarias que llevarán a cabo en Andalucía.
Lo que ya es un sainete es que uno de esos partidos de la derecha, Ciudadanos, no reconozca el pacto con Vox, el que les ha permitido presidir y controlar la mesa del Parlamento autonómico. Esa reunión entre visillos, que diría Carmen Martín Gaite, entre su líder y el de los protofascistas es un insulto a la razón y al sentido común. Es tirar la piedra y tratar de esconder la mano cuando el resultado del acuerdo es notorio y público.
Como son una desfachatez las declaraciones de Pablo Casado, del eufórico Pablo Casado, el presidente del partido político más corrupto de Europa, cuando propone que la alianza con Ciudadanos y Vox se mantenga en las próximas elecciones autonómicas, municipales y generales. La desfachatez no es propner dichas alianzas, lo demagógico es llamar a eso "el acuerdo de los constitucionalistas", es decir, que los protofascistas de Vox ya son constitucionalistas, ya no importa que quieran acabar con la ley de la Memoria Histórica, con las oeneges, con la ley de violencia de género, con la inmigración, con el Tribunal Constitucional o con las Autonomías, al fin y al cabo, mujeres, inmigrantes y cadáveres en las cunetas no son rentables: hay que volver a las esencias, a la España de Una, Grande y Libre, libre de libertades y derechos humanos, naturalmente. Vuelve la gomina y el bigotillo de posguerra que a partir del masterizado Casado es lo moderno.
Claro que escuchar a Cosidó, al impresentable Cosidó exdirector general de Policía con el impresentable exministro del Interior Jorge Fernández Díaz, los que condecoraban a vírgenes mientras pagaban a presuntos delincuentes para que robaran papeles en casa de los Bárcenas, fomentaran la lamada "policía patriótica" y demás lindezas, escucharle como portavoz del PP en el Senado que vetar un incremento de 6.000 millones en el gasto público es en definitiva un servicio a la Patria, exige mucho autocontrol. Ya nadie se acuerda que gracias a este personaje y al anónimo autor de un wasap se ha paralizado la renovación del Consejo General del Poder Judicial hasta no se sabe cuando. Es otro de esos sacrificios por el bien de España a la que ya nos tienen acostumbrados estos constitucionalistas de mesa camilla en sacristía. Y mientras tanto, la izquierda a vendimiar, es decir, a uvas.