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Sin Papeles. Sin Miedo.

Por: | 19 de mayo de 2011

Hace diez años que el Dream Act fue presentado por primera vez en el Senado de Estados Unidos. Era apenas un mes antes de los atentados del 11 de Septiembre y todo apuntaba a que la clase política terminaría poniéndose de acuerdo para arreglar el sistema migratorio. El ataque terrorista que acabó con la vida de más de 3.000 personas también fue el punto final a aquel intento de cambiar las leyes de inmigración.

Y hace diez años miles de estudiantes norteamericanos vieron en esa ley con el mágico nombre de "Dream Act" un rayo de esperanza. La propuesta no era tan ambiciosa como para asustar a los republicanos: apenas un millón de jóvenes podrían beneficiarse de ella y no hay rastro de una amnistía para inmigrantes que han entrado de forma ilegal en el país. Y tampoco quiere ir tan lejos como para que los demócratas tengan miedo de poner su nombre entre los votos que ayudarán a aprobar la ley. 

Pero ha pasado una década, muchos de los que entonces seguían las noticias del Dream Act desde el colegio ahora se han graduado en la universidad. Y siguen sin papeles. Y se han cansado. Y dicen no tener miedo. Cuando la ley de inmigración de Arizona puso de relieve la necesidad de iniciativas más pequeñas como esta ley otorgaría la ciudadanía a aquellos estudiantes que accedieran a la universidad o el Ejército, decidieron salir de las sombras.

Juan, Isabel y María son tres estudiantes hispanos indocumentados que desde hace dos años hablan abiertamente de su estatus legal para poner un rostro al debate sobre la inmigración. Su lema: Sin papeles, Sin miedo. 

"Estamos cansados de que la gente cuente nuestra historia, es nuestra herramienta más poderosa así que queremos asegurarnos de que nos escuchen a nosotros directamente". Para Juan, las grandes organizaciones nacionales en defensa de la reforma han marcado el debate durante todos estos años, pero muchos como él no se sentían representados. "En cierto momento decidimos que teníamos que tomar las riendas y contar nuestra propia historia".

Juan es el portavoz de Dreamactivist.org, una de las primeras organizaciones en acumular recursos para los estudiantes, proporcionarles consejo acerca de las insitituciones a las que pueden acceder e informarles de los últimos avances en legislación. Despues de unos primeros meses cogiendo fuerzas, eventos de Dream Activist en todo el país han prendido centenares de mechas que siguen marcando el camino de miles de estudiantes en busca de su propio sueño americano

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La estudiante y activista Isabel. Foto cortesía de Jon
Styer/Eastern Mennonite University.

Isabel acudió a uno de esos encuentros en el estado de Virginia en 2009. Inmediatamente después decidió crear el departamento local de Dream Activist con el objetivo de que el congreso estatal firmara una declaración de apoyo al Dream Act. Lo consiguió. Graduada por la universidad de Stanford, visita iglesias, colegios y centros comunitarios para contar su experiencia. 

"Tenía dos opciones. Seguir viviendo en las sombras y dejar que otros hablaran por mí, o contar mi propia historia. La gente todavía no sabe que no somos criminales, somos estudiantes americanos", dice Isabel. Su familia reaccionó con miedo cuando en 2009 decidió unirse a una organización para liderar protestas y reivindicaciones del Dream Act en Virginia. "Ahora están orgullosos. Mi madre siempre ha defendido que aunque ella nunca logre ser ciudadana norteamericana, nosotros ya lo somos". 

Juan explica que estos encuentros son, para muchos estudiantes indocumentados, la primera ocasión en la que saben de verdad cuántos jóvenes como ellos viven en la misma situación. Están a punto de graduarse en el instituto o la Universidad, el título que reciban no les sirve para obtener un trabajo en Estados Unidos y tampoco quieren ser deportados al país en que nacieron pero donde se sienten extranjeros. La mayoría llegó con sus padres cuando eran muy pequeños y han crecido como hispanos y como americanos. 

"Como inmigrante indocumentada esta lucha es personal, lucho por mi vida" dice Isabel. "Soy licenciada en Trabajo Social pero ¿ahora qué?" Parte de esta lucha por el Dream Act consistió, durante meses, en charlas, llamadas y cartas a senadores y congresistas que nunca mostraron demasiado entusiasmo por una ley de inmigración, por minoritaria que fuera. El verano pasado decidieron aumentar la presión con una sentada en Arizona. Cuatro estudiantes acabaron detenidos frente a las oficinas de John McCain. El candidato republicano a la presidencia en 2008 lideró varios intentos de reformar el sistema de inmigración, pero en los últimos dos años ha cambiado tajantemente su discurso. 

Poco después apostaron por Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado y responsable de presentar el Dream Act para someterlo a voto. Se sentaron el la puerta de su oficina en Washington. "Quisimos escalar el debate, habíamos hecho todo lo posible para pedirle que propusiera un voto de la ley". Isabel, junto con otros 20 estudiantes indocumentados, acabaron siendo detenidos. Ninguno fue deportado. La administración Obama ha prometido que no deportará a ningún joven que pudiera beneficiarse del Dream Act -ley que sigue apoyando- aunque muchos han compartido públicamente las cartas de deportación que han recibido. 

Como ellos, María también llegó antes de ser una adolescente. Hoy, con 24 años y a punto de graduarse en la universidad, ve en el Dream Act una oportunidad que puede cambiar su vida. "Me permitiría legalizar mi situación a través de la educación. Es importante que apoyemos este movimiento, que luchemos por nuestros derechos como inmigrantes, por nuestra educación. Lo hago por mí y por todos los que no pueden compartir su situación", comenta. Según las estimaciones, un millón de estudiantes podrían beneficiarse de la firma de esta legislación por el presidente Obama.

Isabel también siente el peso de la representación. En un principio lo hacía por razones personales, pero "ahora sé que represento a los 65.000 estudiantes indocumentados que se gradúan cada año en los institutos estadounidenses".

Según Juan, compartir abiertamente su estatus legal no será suficiente para convencer a políticos y ciudadanos de la necesidad de aprobar el Dream Act. "Somos una comunidad muy fuerte de gente que está dispuesta a exponerse y también a que le detengan. Pero tenemos que acercarnos a todos y cada uno de los estados en los que podemos obtener un voto a nuestro favor. Ya no tenemos miedo, queremos que nos tomen en serio". Y tan serios como cualquier lobbie organizado en la calle K de Washington, planifican llamadas, estudian votos y argumentan con los parlamentarios más proclives a apoyarles.

Se muestran optimistas ante la perspectiva de que el Dream Act pueda ser aprobado en los próximos meses. Pero no quieren ser moneda de cambio. "No queremos que se condicione esta ley a la aprobación de medidas negativas que nos perjudiquen", advierte Juan. "Tampoco nos gustaría que Obama nos utilizase para relanzar su campaña electoral del año que viene",  

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