El impulso de la reforma del sistema de inmigración de Estados Unidos, con el apoyo del presidente, Barack Obama, y de senadores demócratas y republicanos, puede hacer olvidar que hace apenas unos meses el avance de cualquier legislación al respecto era tachado de imposible. La conversación era inexistente. Y los que defendían la necesidad de una reforma alertaban de que EE UU se estaba convirtiendo "en un país cada vez más hostil” hacia el recién llegado.
La historia de la reforma del sistema de inmigración, que puede llegar tan pronto como esta semana al Congreso estadounidense, no comienza con la creación del "Grupo de los Ocho" senadores que negocian desde el mes de enero, ni la llegada de Obama a la Casa Blanca en 2008. Es la historia de los últimos 25 años en EE UU, trazada a la perfección en El despertar del sueño Americano, obra de la periodista Pilar Marrero, una de las reporteras hispanas con más experiencia en la materia.
Marrero dibuja la línea que separa la idea de EE UU como un país forjado por inmigrantes y que hasta 1924 no concibió la inmigración “ilegal” ni puso límite a la entrada de extranjeros al país -30 millones entre 1836 y 1914-, de su versión más radical y reciente, con la aprobación de numerosas leyes estatales destinadas a dificultar todo lo posible la presencia de indocumentados entre sus fronteras.
En 1986, el presidente Ronald Reagan firmaría Ley de Amnistía, “el último grande y valiente intento de encarar el problema en forma comprensiva”. Aquella legislación legalizó a más de un millón de empleados del campo y, en total, se beneficiaron hasta tres millones de indocumentados. Marrero recuerda que a pesar de las buenas intenciones de aquella reforma, sus propios autores reconocen que fracasó. “Las sanciones para empleadores, por primera vez en la historia contenidas en una ley federal, carecían de las herramientas para funcionar eficientemente”.
Aquella ley del 86, explica la periodista, inspiró un debate acerca de la respuesta del país a la inmigración ilegal, qué se debía hacer con los indocumentados que ya vivían en el país, y algo para lo que nadie ha encontrado aún una respuesta consensuada: ¿suponen este tipo de reformas un imán para la llegada de nuevos inmigrantes? ¿Eso es bueno o malo para el país?
“Ningún muro, por más controlado que esté” -Marrero propone pensar en el de Berlín- “puede impedir el paso de quien esté suficientemente desesperado o motivado para cruzarlo”. Y como hemos vuelto a escuchar en las últimas semanas, en boca de empresarios, en boca del presidente Obama: “El día que se acabe ese imán y, con él, los inmigrantes, será el principio del final de los Estados Unidos de América”.
Cualquier propuesta ambiciosa de una reforma migratoria, afirma Marrero, ha formado parte de un patrón de apoyos y rechazos que se repite incesante: crecimiento de la población -impulsado en su mayor parte por los inmigrantes- y falta de empleos en un contexto de desaceleración económica en el que los políticos encuentran más fácil el rechazo a la inmigración que la oferta de propuestas. Ocurrió en California en los noventa como ocurrió en Arizona en 2010.
“Los argumentos han cambiado poco”, escribe Marrero. “La ola de leyes severas contra el inmigrante ilegal que comenzó a mediados de los años 90 noventa del siglo XX también tuvo una combinación de razones económicas, raciales y políticas”. La siguiente reforma, en 1996, con Bill Clinton en la Casa Blanca, duplicó el número de agentes fronterizos y hasta ordenó la cárcel obligatoria para los solicitantes de asilo que no pudieran demostrar cómo ni cuándo entraron en el país.
“Las consecuencias de esta ley redujeron en mucho los derechos de los potenciales inmigrantes, pero hubo algo que no se redujo en absoluto: la inmigración ilegal”. Las cifras hablan solas: “quince años después, hay más del doble de los cinco millones de indocumentados que se estimaban en 1996”.
Solo cinco años más tarde, EE UU lo intentaría de nuevo. Esta vez no sería la política, sino el mayor atentado sufrido en el país, lo que cambiaría el rumbo de la reforma. Una semana antes del 11 de Septiembre, el presidente George W. Bush recibía a su homólogo mexicano, Vicente Fox, en la Casa Blanca. El día del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el último presidente republicano en vencer en unas elecciones con el apoyo de los hispanos, visitaba una escuela infantil en Florida.
Las leyes antiterroristas adoptadas por el presidente apenas una semana después de los ataques "transformaron el debate, la aplicación de las leyes de inmigración y la actitud del país hacia los inmigrantes, contribuyeron a hundir las oportunidades de cualquier reforma migratoria durante al menosuna década y crearon la imagen de un nuevo EE UU menos abierto a los extranjeros”, explica Marrero. “Y los principales afectados no serían precisamente los terroristas, contra quienes las restricciones migratorias serían poco eficientes, sino cientos de miles de inocentes trabajadores indocumentados que han sido inmisericordiosamente deportados”.
Era la entrada en el Siglo XXI, cuando "municipios y estados aprueban leyes muy difíciles, o hasta imposibles, de aplicar y a menudo inconstitucionales, pero hacen que muchos se sientan mejor respecto a lo que les incomoda: ese rápido crecimiento de la población de extranjeros en su entorno inmediato". Y como historia que se repite, la oleada de leyes antiinmigrantes después de 2010 lo confirmaría: "También es un método rápido de alcanzar notoriedad y fama para políticos locales con ambiciones".
Como el senador Russell Pearce de Arizona, principal impulsor de la ley de inmigración del Estado que acabaría siendo tumbada por una sentencia del Tribunal Supremo en 2012, y autodeclarado como "uno de los más destacados luchadores en contra de la invasión ilegal, en favor de la seguridad de las fronteras y de aplicar nuestras leyes".
Marrero no olvida que el avance de diferentes leyes de inmigración a nivel estatal, inspiradas todas ellas por Arizona, coincidió con la falta de iniciativa -al menos a nivel legislativo- por parte del presidente Obama, que no propuso al Congreso la reforma que prometió a los electores en 2008. Además, el demócrata defendió una estrategia que a punto estuvo de costarle el apoyo de los hispanos en las elecciones cuatro años más tarde: la deportación de más de un millón de indocumentados en sus tres primeros años en la Casa Blanca.
"Como suele ocurrir con los presidentes demócratas", explica Marrero, "el movimiento hacia la reforma tenía que purificarse primero, mediante el sometimiento a las medidas más conservadoras posibles, destinadas a probar la buena intención del demócrata en el terreno que marcaron los republicanos: mano dura antes que nada".
Desde la Califorma de los 90, hasta estos últimos cinco años han recordado a aquel tiempo en el que “las fuerzas restriccionistas continúan ganando cada batalla, aún en contra de los intereses del país”, a pesar de que los inmigrantes y su contribución al aumento de la población -más de la mitad en la última década- siguen constituyendo la respuesta perfecta a las demandas de una sociedad estadounidense cada vez más envejecida.
“Si a Estados Unidos le queda futuro como potencia mundial, es gracias a, y no a pesar de sus inmigrantes -los de ahora y los de antes”, concluye la periodista. “Pero eso sólo será verdad si sus líderes tienen la visión suficiente para reconocer que la inmigración es un voto masivo a favor de Estados Unidos. Ya es hora de que la presente generación de dirigentes estadounidenses vote también a favor de sus inmigrantes”.
A tenor de los avances de la reforma hacia la cámara legislativa en el Capitolio, el sueño americano de los hispanos está a punto de escribir su próximo capítulo, el que no cupo en la narración de Marrero, terminada a finales de 2012, pero que puede cambiar la vida de 11 millones de personas en EE UU.
Hay 8 Comentarios
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Los inmigrantes que se van a estados unidos a trabajar antes que a suecia o noruega lo que hacen es votar con sus pies que estados unidos es mejor que suecia o noruega, todo es discutible pero lo que hacen es confirmar q con todos sus defectos estados unidos es un pais en el que vale la pena probar suerte, debe ser por algo que siguen viniedo
Publicado por: mario | 02/04/2013 5:02:38
La periodista marrero es otra populista, USA fue grande antes que lo invadiera gente mojada, no me venga ahora que este pais es grande grqacias a los indocumentados, si asi fuese porque no hacen grande su pais de origen?
Publicado por: BDN | 01/04/2013 21:34:14
La inmigracion nunca ha sido ilegal en USA, es un pais de leyes y los que quieren venir a vivir a este pais tienen que seguir una serie de reglas como en todos los paises civilizados del mundo, todo lo que hablan de ilegales es puro populismo, que quereis? que USA deje entrar maleantes y gente analfabeta para que venga a ser carga a este pais? el que quiera venir a USA que lo haga por la via legal, esos politiqueros hacen cualquier cosa para conseguir votos.
Publicado por: BDN | 01/04/2013 21:32:24
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