Vano oficio

Sobre el blog

Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

Sobre el autor

Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

El desayuno de Jonathan Franzen

Por: | 25 de enero de 2012

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Foto crédito: storuman

Un encuentro de escritores no tiene por qué ser distinto a un encuentro de plomeros o proctólogos. Supongo que todos son una feria de vanidades o egos revueltos, como diría Juan Cruz; en todos el tema principal de conversación en el desayuno o en el bus de traslado es el dinero; las conferencias pueden ser aburridas o divertidas según el ánimo del expositor y la percepción del oyente; de todos los invitados regresarán luego a sus casas para hacer lo que siempre han hecho, sin mayor variación, dejando atrás, en el aeropuerto, la idea de "comunidad" que existía hacía solo unos instantes, mientras se despidían en lobby del hotel. 

Del 26 al 29 de Enero, la ciudad colombiana de Cartagena de Indias volverá a recibir al Hay Festival. De todos los festivales literarios a los que he asistido, los que organiza el Hay son especialmente atractivos. En primer lugar, por el espíritu de buscar ciudades pequeñas para, literalmente, apropiarse de ellas y convertirlas en una ciudad letrada por unos días. A diferencia de otros encuentros, donde suelo pasar más tiempo con los amigos o viendo series en mi computadora, en los Hay Festival salto de una sede a otra, dispuesto a no perderme tal o cual conferencia, transformado no en un invitado sino en un oyente más, abducido por el Síndrome Hay Festival: no puedo perderme la presentación de X, aunque tampoco la de Y, que es a la misma hora. 

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Contar palabras

Por: | 20 de enero de 2012

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En el Perú existe un concurso literario muy famoso (que este 2012 celebra 25 años de existencia) llamado "El cuento de las 1,000 palabras", auspiciado por la revista Caretas. Cuando se inició el concurso, yo soñaba con ganarlo. Envié sin éxito mis cuentos a las primeras tres versiones del concurso. Recuerdo especialmente uno que se titulaba "El Inicio" donde se suicidaba un fotógrafo de apellido extraño -Halnes o Halner- y llevaba un epígrafe del ahora olvidado Yves Navarre.

Lo más interesante era la constricción, al estilo OuLiPo, a la que nos obligaba el concurso. Tenían que ser 1,000 palabras. En esa época, yo escribía a máquina eléctrica y debía contar las palabras con el dedo. Era tedioso pero, al mismo tiempo, fue una gran enseñanza literaria. Aprendí que en literatura todo es edición. Cambiaba palabras, modificaba frases, buscaba una perfección escondida detrás de esa cifra mágica. Lograr un cuento de 1,000 palabras, aunque fuera un cuento malo e impublicable, era un mérito tan grande como ganar el concurso.

Hoy no cuento palabras con el dedo (el contador de Word lo hace por mí, o el Twitter me controla la frase), pero sigo interesado en editar más que en escribir textos, convencido de que cada libro lleva implícito un límite invisible de palabras y el autor debe descubrirlo para develar el relato que todo texto oculta, del mismo modo que un escultor descubre en un bloque rectangular de mármol el objeto que está escondido en su interior. Es decir, el cincel antes que el lápiz (o las teclas).

Me gusta definir la escritura como "contar palabras". Siento mucha más comodidad con la noción del escritor como un artesano antes que la de un intelectual. Contar y ordenar palabras es lo que hacemos. 1,000 palabras me parece más que suficiente para decir lo que uno quiere. Este blog nace decidido a no decir ni una palabra más, aunque puede tener muchas menos.

Bienvenidos.

El País

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