"Escribir es una revolución"

Por: | 23 de mayo de 2012

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Salman Rushdie sin guardaespaldas en el 2007. Foto: canada2020

El 6 de mayo pasado, Salman Rushdie cerró el PEN World Voices Festival de Nueva York con una exposición sobre el dramaturgo Arthur Miller. Entonces habló sobre la censura. Dijo: los escritores están dispuestos a hablar sobre editores y críticos, sobre cuánto ganan, sobre chismes de otros escritores, sobre política y sobre amor, incluso sobre literatura, pero jamás sobre la censura. Discuten sobre la creación sin percatarse de que la censura es la anti-creación, la energía negativa, lo increado o, en un juego de palabras: "the bringing into being of non-being" (lo que podría traducirse como la puesta en ser del no-ser). No hay que quedarse callados sobre eso.

Pocos escritores tienen la autoridad moral para hablar de la censura como Salman Rushdie. Todos recordamos cómo a raíz de su novela Los versos satánicos fue perseguido, amenazado por una fatwa dictada por el ayatolá Jomeini, el líder iraní, en febrero de 1989. Se le acusaba de haber insultado a Mahoma al hacerlo aparecer como personaje en la novela, y de apostasía contra el Islam por declarar que ya no creía en la religión. La condena por ambos cargos era la pena de muerte. Una recompensa de tres millones de dólares (que luego se doblaría) por ejecutarlo sellaba el pacto. Rushdie debió vivir escondido y custodiado por la policía británica durante años. Muchas personas vinculadas al libro fueron amenazadas, extorsionadas, baleadas e incluso asesinadas. Recién en 1998, casi diez años después de vivir a salto de mata, el gobierno iraní declaró que no perseguiría al escritor (aunque la fatwa no pudo ser retirada porque el único capacitado para hacerlo, es decir el propio ayatolá, había muerto años atrás). Ahora Rushdie se mueve sin mayores problemas, aunque siempre existe la posibilidad de que algún fundamentalista ejecute la condena. De hecho, a principios de este año dejó de asistir al Festival Literario más importante de India, en Jaipur, ante la posibilidad de que dos asesinos a sueldo hubieran sido contratados para matarlo.

Salman Rushdie menciona en su texto varios casos de escritores acosados por la censura: desde Ovidio hasta García Lorca, pasando por el ruso Mandelstam. También mencionó libros censurados, como Lolita, El amante de Lady Chaterley, Trópico de cáncer. En realidad, afirma, las razones para censurar un libro pueden ser tan subjetivas y disparatadas que lo mismo pueden recaer contra autores como Kurt Vonnegut o J. K. Rowling, la autora de Harry Potter (acusada de diabólica por extremistas cristianos).

A las causas políticas, morales o religiosas que menciona Rushdie hay que sumar otras que, de manera más sutil pero con igual contundencia, actúan como entes censores en la actualidad. La primera causa es el mercado. Como dice La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa, la publicidad ha reemplazado a la crítica y el mercado es quien dicta la norma. Nada se puede publicar si no ha sido aprobado antes por el mercado. Ninguna editorial, librería o agente literario podría sobrevivir si no logra una ecuación equilibrada entre autores que el mercado exige y autores que le dan prestigio, aunque representan pérdidas. Y si las pérdidas son mayores que las ganancias, editoriales, librerías y agencias (y autores) quiebran indudablemente. Es casi imposible escapar del mercado, que no censura directamente sino que lo hace a través de sus reglas invisibles. Copar las mesas de novedades y las páginas culturales, hundir en el olvido las obras que no participan del espectáculo y mimar hasta el disparate a los autores best-sellers son algunas de esas reglas. La ley general es la frivolidad y hacia eso apunta. Incluso los libros que no son fáciles o superficiales sino incluso complejos, tienen cabida si el mercado ha sabido adoptarlos a sus reglas que todo lo frivoliza. Hace unos años, por ejemplo, en España se dio un fenómeno interesante: uno de los libros más vendidos del año fue Vida y Destino de Vasili Grossman. Un monumento histórico y meticuloso de más de 1,100 páginas sobre el cerco de Stalingrado, escrito en la década de los 40, publicado póstumamente a fines de los 70 en inglés y francés, traducido en el 2007 (versión íntegra) al castellano. Un éxito de ventas y de crítica. Pero ¿cuántos lectores están capacitados en realidad para leer un libro semejante? Poquísimos. Bajo las reglas del mercado, comprar un ejemplar complejo es adquirir un bien prestigioso, engalanar tu biblioteca con el libro del que todos hablan, pero no es una exigencia leerlo. Basta con poseerlo.

Otro factor de censura es el patrioterismo. Como sucedía con los comisarios estalinistas (aquellos que nunca hubieran dejado publicarse, justamente, Vida y Destino), el patrioterismo crea una exigencia en los escritores: mostrar una realidad positiva, no provocar la duda o el cuestionamiento, dar vivas a la patria y a sus protagonistas contemporáneos (escritores, artistas, chefs, deportistas, lo que sea). En pocas palabras: no ser un aguafiestas. Cuando en el 2010 se le otorgó el Premio Nacional de Chile a Isabel Allende, sus defensores subrayaron que ella había "puesto en el mapa" literario a Chile. No se discutía la calidad de sus obras, y menos en comparación con la de otros autores propuestos para el premio, sino el que gracias a ella Chile tenía una autora de bandera. Los críticos de Isabel Allende eran envidiosos, malagradecidos o antipatriotas. No se puede criticar a ningún personaje sobre el cual reposa la autoestima nacional. Recordemos que hace un año se intentó, en la Feria de Libro de Buenos Aires, que el recién galardonado con el Nobel Mario Vargas Llosa no inaugure la Feria porque "insultó" a Cristina Kirchner al criticar su gobierno. ¿No es eso censura? Si se mantiene esa idea patriotera que obliga a todos a apoyar ciegamente la causa nacional, y se suma a ello la mentalidad positiva de los empresarios embrutecidos por cursos de coaching, pronto tendremos comisarios de un nuevo estalinismo liberal: aquel que solo acepta a los autores que consiguen triunfos internacionales, más allá de su calidad literaria, y cuyas obras logran posicionar al país como un lugar de ganadores.

Como dice Salman Rushdie en su intervención: "El arte no es entretenimiento. Cuando el arte es muy bueno, es una revolución". Y ninguna revolución se logra siguiéndole el ritmo a un discurso hegemónico, a un slogan patriótico o a las pretensiones del mercado. Defender los libros de la censura, como pide Rushdie, implica no solo defender el derecho a escribir, sino el derecho a escribir sobre -o contra- lo que uno quiera.

Hay 8 Comentarios

Gerentes embrutecidos por (tantos) cursos de coaching. ¡Qué belleza, Iván! ¡Qué belleza! Es cierto: el mercado lo manejan un montón de gorditos con la cabeza llena de coaching.

Muy buen post y muy cierto sobre todo "... no solo defender el derecho a escribir, sino el derecho a escribir sobre -o contra- lo que uno quiera."

Si vamos al fondo del asunto, quién puede negar que "Los versos satánicos" -no precisamente una joya de la literatura mundial- terminó siendo más leído que muchos otros textos que con seguridad son de superior calidad. La fatwa del ayatola Jomeiní decretada en Irán contra Rushdie fue una censura y una amenaza a la vida del escritor desde luego deleznable; no obstante, la noticia fue la comidilla de una parafernalia mediática que lindó con lo circense, hecho que colocó a Rushdie en una situación no del todo desafortunada al momento de hablar de réditos económicos, cosa que me imagino que el escritor Indio no debe hablar mucho en sus charlas sobre la censura. Quizás criticar la figura de los Kirchner en determinada circunstancia, más allá de que se lo merezcan o no, implique también ese toque sutil que permite levantar polvo de la nada y concitar una atención rutilante; en fin, como decía el propio Vargas Llosa en su artículo "José María y la solitaria" del 21/10/2007: "desde que el mundo es mundo" halagar, seducir y encandilar son esas cosas que además del talento o sin él se necesitan para triunfar. En el caso de Thays, su crítica al patrioterismo ramplón en el medio peruano -la que comparto en gran medida- ya levantó el polvo necesario, quizás, gracias a la misma, él esté siendo más leído en el Perú que antes, aunque no de una manera espectacular pues en nuestro pobre país el índice de lectura es muy bajo (http://www.rpp.com.pe/2012-04-23-peru-uno-de-los-paises-que-menos-lee-libros-en-america-latina-noticia_474858.html). Ahora, para ahuyentar el tufo excesivamente moralista y la sobreactuación de portaestandarte de la "libertad de expresión" de Thays, hay que ubicar las cosas en su lugar: Thays ha sido blanco de críticas patrioteras de la prensa basura del Perú y no ha sido objeto de ninguna censura.

Tampoco hay que olvidar a los autores que pretenden censurar por creerse revolucionarios...¿no?

Habría convenido indicar también que la censura suele ser -y no pocas veces- un gran potenciador de la lectura de una obra en cuestión. No hay nada más estimulante que leer una obra proscrita. De ahí que Sade, aún hoy, sea tan popular, y tanto otro prohibido por la Iglesia Católica. O los tantos que fueran perseguidos por las dictaduras. Incluso, el mismo Mario Vargas Llosa comenta, en el documental que le hizo la televisión sueca luego de lograr el Nobel, que la cincuentenaria "La Ciudad y los Perros" tuvo más lectores por la supuesta quema de la misma en el Colegio Leoncio Prado y no precisamente por sus méritos literarios. Censura siempre habrá, y lectores iconoclastas también. Otra cosa es el acoso y la inquina contra el autor, como lo ocurrido con Rushdie.
Disculpándome por la digresión, conocí a Salman Rushdie el 2005 en la Book Inc de Castro Street, en Mountain View, California, donde leyó parte de su obra y firmó autógrafos. Me pareció un tipo más bien risueño, relajado y nada infeliz, a juzgar por su panza (la comida del medio oriente tiene buenos argumentos para hacernos pecar).
Por otro lado, noto sí censura por parte tuya, Iván, respecto al coaching. Yo doy coaching a algunos colaboradores, y éste consiste -y así fue instruido- a identificar y plantear objetivos, y luego establecer su seguimiento, su paso a paso, a fin de superarlos, y no a pontificar sobre mentalidad positiva o embrutecer empresarios. Que lo hay, sin duda, pero de eso no tiene culpa el coaching, bien llevado.

los gazapos qué se producen...? Uno mío, je,je

¿..."a reemplazado a la crítica? Y por qué se ha reemplazado a a la h?
¿Se intentó que Vargas Llosa no inagure? ¿Dónde está la concordancia?
Me gustan los artículos de este autor. Esto que planteo es una crítica constructiva, pero por curiosidad. ¿Los gazapos que se producen, porque alguien que no es el escritor reproduce un poco a lo loco el texto en el blog o porque al autor,simplemente, se le ha ido sin querer la mano?

Por favor terminen con el tema Kirchner! Nadie intento prohibir a Vargas LLosa por criticar al gobierno! Lo hizo siempre y los sigue haciendo y nadie le prohibio nada, el caso es que el director de la bilbioteca nacional dijo que no estaba de acuerdo con que inagure la feria...

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Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

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Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

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