El derecho a indignarse

Por: | 17 de octubre de 2012

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Anders Breivik. Ilustración: Adobe of Chaos

El affaire Richard Millet, que desató una guerra de opiniones en Francia hace algunos meses, ha pasado bastante desapercibido en el mundo de habla hispana. Vale la pena retomarlo pues nos ayuda a discutir conceptos ligados a la escritura, como la tolerancia y la libertad de expresión, pero también el derecho a argumentar, discutir y rechazar tajantemente una idea, sin que eso signifique falta de pluralidad o censura.

Millet goza de prestigio en Francia como autor y como crítico, tanto así que fue lector de Gallimard hasta que ocurrió el escándalo que lo obligó a dimitir. Es además un autor bastante polémico por sus ideas conservadoras que defiende con vehemencia. Esa misma vehemencia lo ha llevado no solo a hacer declaraciones discutibles sino, además, desde hace unos años, a redactar panfletos defendiendo posturas cada vez más agresivas contra la sociedad actual y el multiculturalismo europeo. El vaso, sin embargo, se ha rebalsado con su último panfleto, publicado este año, que consta de 18 páginas y lleva el espinoso título de "Elogio literario de Anders Breivik".

¿Quién es Anders Breivik? Ni más ni menos que el ultraderechista noruego que colocó una bomba en Oslo el 22 de julio de 2011 y luego, instalado en el islote de Utøya, disparó contra más víctimas, consiguiendo asesinar en ambas acciones a 77 personas. Luego, desde la cárcel, declararía: “he llevado a cabo el más sofisticado y espectacular ataque político cometido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.

Breivik, ultraconservador, antimusulman, luterano, derechista y contrario a que Europa acepte inmigrantes y refugiados, escribió un manifiesto de 1,500 páginas titulado 2083. A European Declaration of Independence. Richard Millet afirma haber leído ese documento íntegramente y, en base a este y a la acción terrorista de Breivik, construye su elegía en la que afirma no estar de acuerdo con la masacre pero sí compartir el odio al multiculturalismo, la inmigración y la social democracia. “Breivik es sin duda lo que se merecía Noruega” escribe Millet y añade: “Un niño producto de una familia en ruinas, nacido de la ruptura ideológica racial que la inmigración ha introducido en Europa desde hace 20 años”. 

“Breivik es el producto ejemplar de la decadencia de Occidente” dice Millet, quien no cree que deba considerársele como un loco. “Las naciones europeas se desmoronan socialmente al tiempo que su esencia cristiana se pierde en beneficio del relativismo general”, subraya enfatizando las ideas del asesino noruego que comparte, como la “pérdida de identidad nacional” en los países de Europa, su “ islamización” y la fragilidad de sus “raíces cristianas”. En una frase que brilla con oscura luz propia, Millet escribe con absoluta convicción: "No apruebo los actos cometidos por Breivik el 22 de julio de 2011. Sin embargo, me inclinaría ante estos actos, pues su perfección formal, de alguna manera, me ha impresionado, así como su dimensión literaria”.

Darle la razón a un asesino de intolerancia racial ya es bastante grave. Negarse a declararlo loco, pese a la opinión de los psiquiatras que ven el caso, es aún más osado. Pero decir que se "inclinaría" ante sus actos, que admira su "perfección formal" (se refiere a poner una bomba y acribillar a tiros a inocentes desde un islote) y otorgarle una "dimensión literaria" a una masacre a mansalva resulta, por decir lo menos, violento y provocador en el peor sentido. Una provocación que no pretende ser polémica sino atizar el odio racial y elevar el crimen de 77 personas indefensas -pese a que afirma no estar de acuerdo con este- a una categoría artística.

La reacción que provocó Millet, incluso para los que conocían sus ideas de ultra derecha y algunos panfletos previos, fue de sorpresa y de total rechazo. Es cierto que Millet -me entero ahora, buscando información al respecto- había declarado en televisión frases como: "Ya no soporto más las mezquitas en Francia" o “Cojo diariamente el cercanías y tengo miedo porque soy el único blanco”; pese a ello, pasar de declarar impertinencias a escribir el elogio de un asesino es cruzar una línea sin retorno.

Las pocas personas que han defendido a Millet lo han hecho enfatizando su libertad de expresión, destacando que él ha declarado no estar de acuerdo con la matanza (aunque sus elogios posteriores parecen contradecir su propia afirmación). Millet también se ha defendido luego, apelando a su derecho a decir lo que quiera sin ser juzgado.

Ciertamente, la libertad de expresión es un derecho que los escritores nos hemos ganado. Escribir se ha convertido en uno de los pocos actos en los que el autor no tiene por qué -si así lo decide- rendirle cuentas a nadie. Está solo él frente a su escrito, sin tener que acatar ninguna orden ni tener ninguna obligación a la hora de escribir. Si un escritor como Millet decide usar su libertad para alabar a un asesino en serie y elogiar la "perfección formal" de un crimen, tiene todo el derecho de hacerlo, por más imprudente o perverso que resulte. Un derecho que las sociedades monoculturales, conservadoras, religiosas, y dictaduras de ultra derecha como las que él defiende no le otorgarían, por cierto.

Sin embargo, de ningún modo Millet puede victimizarse y esperar que la respuesta a su desafortunada elegía no sea hecha con contundencia, como ha sucedido. Aceptar el derecho a la libre expresión del otro no implica sometimiento ni anula el juicio crítico. La tolerancia y la pluralidad no es una patente de corso que permite a cualquiera decir lo que sea impunemente. Millet se ha ganado el desprecio de muchas personas no por ejercer su libertad de expresión, como quiere hacernos creer, sino por el contenido repugnante de sus panfletos. La libertad de expresión mal entendida es un comodín que permite a periodistas y escritores difamar sin rectificarse, ofender arbitrariamente, acusar sin pruebas y escudarse en la supuesta censura para no ser fiscalizado. El derecho a la libre expresión no anula un derecho igual de fundamental, pero muchas veces olvidado o menospreciado: el derecho a indignarse.

Hay 4 Comentarios

Tener el valor de dar una opinión sabiendo que causará polémica, indignación, rechazo es de pocos. Creo que nadie puede estar de acuerdo con la matanza de las 77 personas, pero creo q sorprendería saber cuantos estan a favor de las ideas de Breivik.

A mí me indigna que el sr. Fco. Peregil lleve su roña antisemita a la Argentina

La prensa peca de inconsciencia, por no decir de algo peor, en muchas de las noticias que ofrecen. Puestos a indignarse, a mí, hoy me indignó que un periodista de esta casa se refiriera al protagonista de una noticia como "padre de un hijo gay" o "judío", preocupado más en ofrecer una opinión cargada de prejuicios sobre el personaje, que en informar. No se puede permitir todo en nombre de la libertad de prensa, porque también hay que pensar en el daño causado. Tampoco comprendo cómo no se censuran los comentarios cargados de odio que se repiten todos los días en este medio. ¿Qué aportan?. No lo entiendo. La tolerancia es para el que la respete, no para los intolerantes que abusan de ella de mala manera.

Bueno, decir que “Breivik es sin duda lo que se merecía Noruega” no sabe una bien si es libertad de expresión o apología del asesinato. Comparto que desde la contrargumentación y la crítica se haga frente a estos comentarios, que se hacen amparándose en la libertad citada, y no seré yo quien esté a favor de limitarla bajo ningún concepto. Entre otras cosas, porque nos permite conocer pensamientos como el de este elemento. Me parece que siempre es preferible que la gente que piensa así difunda sus ideas a que se las calle. Para saber a qué atenerse. Ahora bien. Yo creo que la libertad de decir lo que uno piensa no debería hacernos olvidar que las injurias tampoco hay por qué tolerarlas. Por ejemplo, el cargo público que hace dos días en España afirmó-tan ancho él- y ante un grupo de mujeres, que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas", estaba también ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, y yo creo que fue conveniente que lo ejerciera-a pesar de que se le criticó por decir lo que dijo-, porque es bueno conocer lo que piensan los demás. ¿Lo malo? Que sólo el grupo de la oposición en el Congreso, el PSOE, le haya interpuesto una demanda, y no muchas otras asociaciones que deberían sentirse profundamente agraviadas por el comentario. En resumen, que libertad de expresión sí. Por supuesto. Pero armas judiciales a nuestro alcance para que después de hablar paguen por ello, pues también. Y que la reinserción de semejantes interfectos pase por instruirse hasta llegar a comprender algo de las vidas contra las que lanzan sus dardos envenenados. Como poco.

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Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

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Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

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