Vano oficio

Sobre el blog

Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

Sobre el autor

Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

Balance personal del 2012

Por: | 26 de diciembre de 2012

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2012 literario

Desde que llevo mi blog Moleskine Literario hago un balance literario personal de cada año. Ahora sumo a Vano Oficio a esa costumbre. Subrayo que es "personal" porque, como quedó explícito en un post anterior (Los 21 del 2012), hay muchos libros que me quedaron en la mesa del velador por leer.

Aquí dejo, entonces, el balance de lo que me dejó este año tan intenso:

Los cinco libros del 2012

1.- El libro uruguayo de los muertos de Mario Bellatin (Sexto Piso)

2.- El sentido de un final de Julian Barnes (Anagrama)

3.- Más allá del tiempo de David Grossman (Lumen)

4.- La soledad del lector de David Markson (La Bestia Equilátera)

5.- Antigua luz de John Banville (Alfaguara)

La revelación del año: La soledad del lector, de David Markson, un libro fragmentado, híbrido, que presenta atinadamente al lector como un alter ego del escritor.

La decepción del año: Joseph Anton, de Salman Rushdie, las esperadas memorias de los años de la fatwa mostraron a un escritor egocéntrico, rencoroso, vengativo e incapaz de tomar distancia sobre sí mismo y convertir su tragedia en un aprendizaje.

El evento del año: La FIL Guadalajara se ha convertido en la Gran Feria del Libro en castellano y una de las más importantes del Mundo. Autores de calidad en varios idiomas, buena información, muy versátil y diversa en los temas expuestos, estupendas ventas y récord de visitantes. Pero, sobre todo, entrañable. Mejor, imposible. Una mención honrosa para el evento "El canon del boom" que, en plena crisis, se llevó a cabo en diversas sedes de España con gran éxito de público, autores y ponencias extraordinarias.

Lo feo del año: La discusión a favor y en contra del premio FIL Guadalajara a Alfredo Bryce Echenique era previsible y comprensible, pero la decisión de entregarle el premio al autor fuera de la FIL no se justifica y dejó descontento a todos.

La editorial del año: La editorial Sexto Piso ha mostrado la fortaleza que tiene las editoriales alternativas cuando son bien dirigidas. Autores como Bellatin, Glantz, Goldman, Keret, Petrovic, Powers, Rolin son aval de un trabajo bien hecho. Mención honrosa a las premiadas editoriales argentinas Adriana Hidalgo y Eloísa Cartonera.

El escritor del año:  Mo Yan, un premio Nobel que puso en el tapete el tema de la censura y el compromiso del escritor pero cuya calidad literaria es incuestionable y el premio merecidísimo. Mención honrosa a Mario Vargas Llosa, infatigable como ensayista, novelista (su nueva novela se publicará el próximo año) y conferencista, quien mantiene su vigencia como el escritor más importante del idioma.

La pérdida del año: Aunque todas las muertes son lamentables, dos ausencias literarias me han conmovido especialmente, dos autores notables y auténticos animadores culturales: el narrador mexicano Carlos Fuentes y el poeta peruano Antonio Cisneros.

El blog literario del año: "Las cosas de la velocidad", el blog que lleva Rodrigo Fresán en "El Sindicato", es de lectura obligatoria.

Para tener en cuenta: Algo interesante en el 2012 es la consolidación de las escritoras, tanto en súper ventas como el fenómeno 500 sombras de Grey, de E.L.James, como en premios literarios para Hilary Mantel (Booker), Louise Erdrich (National Book Award) o el Premio de los lectores de "El País" a Almudena Grandes como Mejor Libro del año por El lector de Julio Verne. En América Latina, una cantidad de escritoras consagradas (como Hebe Uhart, Margo Glantz, Damiela Eltit, Laura Restrepo) y autoras jóvenes como Mayra Santos Febres, Pilar Quintana, Andrea Jeftanovic, Samantha Schweblin, Valeria Luiselli, Katya Adaui, entre otras, muestran un porvenir muy atractivo para los próximos años.

Finalmente: Quiero agradecer a todos los lectores de "Vano Oficio", y a la gente del diario "El País" digital, que confió en mí a principios de año para la escritura de este blog. Un abrazo y feliz 2013. 

Un poema de Navidad

Por: | 19 de diciembre de 2012

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Foto: elPadawan

 

Navidad. Mi hijo tiene nueve años. No sé exactamente cuándo dejó de creer en Papa Noel. Cuando se lo pregunto contesta con evasivas. Si lo hago directamente prefiere decir que "ya no cree tanto en él" (aunque sé que no cree nada, se lo ha dicho a su primo, a sus amigos del colegio, a los vecinos) quizá para no defraudarme, para no hacerme sentir mal, para que el tiempo no pase para mí. Él ha ido a escoger conmigo los regalos -la famosa lista- que he comprado, sin que me viera, al día siguiente. Los he escondido. Él no los busca y fingirá sorprenderse cuando descubra que la misma caja, con una abolladura en la derecha, que señaló en la tienda, ahora está en sus manos envuelta en papel de regalo. 

 

Existe un bello poema, un poema tremendo, de un poeta norteamericano llamado Charles Harper Webb, de quien no he leído nada más (Google me informa que nació en Filadelfia, que toca guitarra, que vive en California, que tiene una esposa y un hijo cuyo segundo nombre es Byron, y que firma como Charles H. Webb para que no lo confundan con el autor de El graduado). Es un poema de 1997, del poemario Reading the Water. La traducción al castellano es de Juan Hernández-Senter para la editorial mexicana Verdehalago, hecha en el año 2000. No he dejado de leerlo ninguna Navidad desde que lo descubrí. Esta vez no será la excepción, aunque cada año duele más.

 

La muerte de Santa Claus
Ha tenido dolores en el pecho
por varias semanas, pero los doctores
no hacen visitas al hogar en el Polo Norte.

dejó de pagar su seguro médico Blue Cross,
se marea cuando le hacen exámenes de la sangre,
las batas del hospital siempre se le abren, las

salas de espera le causan dolor de estómago, y
de todos modos nada más tiene indigestión, por lo
menos eso pensaba, hasta el día en que al estarles

dando de comer a los renos, sintió como si la mano
de un monstruo le hubiera agarrado el corazón
y no dejara de apretar. No puede respirar, y el

mundo blanco tan hermoso se torna negro,
y cae sobre su panza de gelatina en la nieve
y la Sra. Claus sale corriendo de la fábrica

de juguetes, gritando, y deja a los duendes
frotándose sus manitas nerviosas, y la nariz
de Rudolph se prende y se apaga como una luz de ambulancia

triste, mientras en Houston Texas en una de esas casas en serie,
yo, de 8 años, le digo a mi mamá que los mensos
de la escuela dicen que Santa Claus es pura mentira,

y ella, tomándome la mano, se sienta conmigo en el sofá
de flores moradas, con lágrimas en los ojos,
y con una terrible noticia en la garganta.

Cuando los censurados se convierten en censuradores

Por: | 12 de diciembre de 2012

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Mo Yan en Estocolmo. Foto: Bengt Nyman

"¿Vamos a tener que volver a los tiempos en que se juzgaba la calidad de la obra literaria por la adscripción del autor a una u otra opción política?" se pregunta José María Guelbenzu en un artículo publicado ayer en El País, dedicado al premio Nobel chino Mo Yan y sus detractores. Concluye: "Lo que escribe Mo Yan es gran literatura y como tal acabará siendo apreciado por encima de la coyuntura política y bajo esa luz ha de ser juzgado". 

Todos conocemos los desagradables productos literarios que esa época produjo. Libros absolutamente prescindibles, folletos de propaganda sin ningún interés, libros que no pasaron de ser proyectos ideológicos sin valor literario. Nadie necesita que regresen esos años, nadie necesita dictadores ni censuradores literarios.

Sin embargo, el premio otorgado a Mo Yan ha despertado los fantasmas de la censura, esos espectros que andan rondando donde uno menos lo imagina y que no necesitan demasiados pretextos para aparecer. Es cierto que Mo Yan es un escritor afín al actual régimen chino, vicepresidente de la sociedad de escritores de su país, un autor que ha mostrado su poco o nulo interés en distanciarse de la censura a la que somete China a los pensadores y escritores que no están alineados con ellos. En la poco acertada conferencia de prensa que dio a su llegada a Estocolmo, donde estuvo a la defensiva, exculpó a China declarando que todos los países son censuradores, en mayor o menor grado, e incluso comparó la censura con el control que se hace a los pasajeros en los aeropuertos. Un trámite incómodo pero necesario para protegerse. ¿Protegerse de qué? ¿De los que agreden al régimen, de quienes lo critican o se burlan de ellos?

Quedó mal parado el ciudadano Mo Yan, sin duda, pero no el escritor. Mo Yan es un extraordinario escritor, dueño de una imaginación fabulosa, un narrador que relata en sus novelas -incluso las más fantasiosas o absurdas- la condición humana, el abuso del poder, el machismo imperante que considera a las mujeres como inferiores. Sus novelas son novelas políticas, aunque se cuida de que sus dardos nunca estén dirigidos contra el actual régimen sino contra la época anterior, los años oscuros de Mao.  

Liao Yiwu, escritor chino exiliado en Alemania tras escapar en el 2011, luego de pasar cuatro años en prisión por su poema "Masacre", acusa a Mo Yan de ser un crítico dentro de "los límites autorizados": “(...) hay que reconocer que sus escritos denuncian los males del régimen. Mo Yan ha desvelado algunas sombras del periodo maoísta, en los límites autorizados, pero evitando evocar las que han sido cometidas durante la regencia de los actuales dirigentes”. Yiwu subraya: “Adorno dijo que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie. En China, el equivalente es este: escribir sin dejar testimonio es vergonzoso”.

Lo que Liao Yiwu, ni los demás críticos desencajados, perciben es que frases como "escribir sin dejar testimonio es vergonzoso", los convierten en lo mismo que atacan: dictadores literarios. Son ellos los comisarios que imponen los límites, los censuradores que dictan cuáles son los temas obligatorios que un escritor debe escribir para no caer en "verguenza" ni ser llamado "prostituta", como han calificado a Mo Yan. 

El tema Mo Yan demuestra lo frágiles que son los límites entre la censura y la libertad, lo voluble que son las convicciones, lo ideológico camuflado detrás de cualquier principio que se pretende universal. Que un escritor que ha tenido que estar escondido diez años, como Salman Rushdie, quien en sus memorias se presenta a sí mismo como una víctima del fundamentalismo, un defensor de la libertad de expresión y del acto de escribir artísticamente como un valor superior al de ofender o lastimar a un grupo de personas, califique a Mo Yan como "hombre de paja" del régimen es una lástima. ¿Tan pronto se han olvidado Liao Yiwu o Salman Rushdie que la libertad de expresión que ellos defienden, y que les fue negada por escribir un poema o una novela contra el poder de turno, es la misma que le quitan a Mo Yan de escribir lo que quiera y como quiera? ¿Tan fácilmente los líderes de la libertad y los defensores de la literatura como un objeto que trasciende la ideología y el sometimiento a cualquier idea que no esté en el autor, se convierten en censuradores y quieren obligar a Mo Yan a escribir sobre lo que ellos quieren, creer en lo que ellos creen y opinar como ellos opinan?   

Si festejamos el premio Nobel a Gao Xingjian, negado por el régimen chino, escribiendo lo que su talento le permite desde el exilio, festejemos también el de Mo Yan escribiendo dentro de su país, y cuya obra trascenderá cualquier desafortunada conferencia de prensa, cualquier carnet del partido y, en especial, cualquier crítica de los hombres que hoy levantan las banderas de la censura en nombre de la libertad de expresión.

Los 21 libros del 2012

Por: | 05 de diciembre de 2012

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Debo admitir que me encantan las listas. Sé que son arbitrarias, que al fin no son significativas, que apenas sirven para levantar el ego de algunos y desinflar el de otros. Pero me gustan. Me siento como el personaje aquel de Alta fidelidad que, en plena crisis, se pone a hacer una lista. Los medios anglosajones suelen hacer sus listas en noviembre, apenas termina el Día de Acción de Gracias. Por esas fechas, España y América Latina recién se animan a lanzar sus novedades más atractivas. Hay que prestar atención a las listas de los diarios anglosajones, traen la promesa de futuras traducciones. Este año, McEwan, Banville, Rushdie, Junot Díaz no consiguieron mayor repercusión y apenas fueron mencionados. Las mujeres, Hilary Mantel, Zadie Smith y Alice Munro, en cambio, tuvieron mayor fortuna.

Si hablamos de listas de libros, confieso que prefiero las de un autor o reseñista  particular antes que la de un staff de colaboradores, y muy por encima de esas listas interactivas tan de moda actualmente, que favorecen a los que tienen más votos; listas de popularidad donde no existe ninguna capacidad crítica, en consonancia con la generación I Like. Al menos cuando la lista pertenece a un autor o un reseñista se puede juzgar sus gustos, que son explícitos y tienen el contexto de todas sus opiniones anteriores, y uno sabe a qué atenerse. Con las listas I Like la sospecha es lo primero que se impone. Ser demasiado popular en literatura, aunque Paulo Coelho opine lo contrario, siempre es sospechoso.

En años anteriores he hecho mi lista de libros favoritos. ¿Caeré este también en la tentación de hacer una lista? Sí, voy a dejarme llevar por esa tentación. Pero con un cambio: no será una lista de los mejores libros del 2012 que he leído, sino de los que no he leído y pienso hacerlo. Algunos ya están estacionados en mi velador, esperando el despegue. Otros espero conseguirlo pronto y pasarlos a primer lugar (siempre el libro que falta en el librero es el que en realidad necesitamos leer).

Voy a escoger 21 libros, que me parece un número apropiado para el 2012. Aquí está mi lista de libros publicados este año que no pude leer, pero lo haré:

1.-  Coronada de moscas. Margo Glantz (Sexto Piso)

2.-  El último joven. Juan Ignacio Boido (Seix Barral)

3.- Billie Ruth. Edmundo Paz Soldán (Páginas de Espuma)

4.- Un asunto sentimental. Jorge Eduardo Benavides (Alfaguara)

5.- Ciudad abierta. Teju Cole (Acantilado)

6.- Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan (Anagrama)

7.- Noches azules. Joan Didion (Mondadori)

8.- Nostalgia. Mircea Cártárescu (Impedimenta)

9.- El atlas de las nubes. David Mitchell (Duomo)

10.- Islas flotantes. Joyce Mansour (Periférica)

11.- Vida y opiniones del perro Maf y de su amiga Marilyn Monroe. Andre O´Hagan (Alba)

12.- In memorian y amores. Paul Leutaud (Universidad Diego Portales)

13.- De repente un toquido en la puerta. Etgar Keret (Sexto Piso)

14.- Mr Gwyn. Alessandro Baricco. (Anagrama)

15.- La cerca. Jean Rolin (Sexto Piso) 

16.- ¡Adiós, libros míos! Kenzaburo Oe (Seix Barral)

17.- Las cataratas. Eliot Weinberger (Duomo)

18.- El camino total. Salvador Benesdra (Eterna Cadencia)

19.- Di su nombre. Francisco Goldman (Sexto piso)

20.- Karnaval. Juan Francisco Ferré (Anagrama)

21.- Mortalidad. Christopher Hitchens (Debate)

PD.- Me imagino que la lista se puede ampliar. Acepto sugerencias. Y también acepto opiniones, si han leído estos libros ya, para impulsarme a leerlo o impedir que lo haga. Una palabra basta, y cada libro que uno deja de leer le abre el sitio a uno nuevo así que bienvenidos todos los comentarios.  

El País

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