Vano oficio

Sobre el blog

Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

Sobre el autor

Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

Elogio a Daniel Mordzinski

Por: | 20 de marzo de 2013

Mordexpo

Facebook

Fotografiar escritores no es tan difícil y menos aún en festivales literarios. Los escritores, en su mayoría, están dispuestos a que les acaricien el ego y sobre todo en un festival o encuentro, donde el ánimo es festivo y de buen humor. Justamente por eso mismo, las fotografías de Daniel Mordzinski son tan especiales, auténticas obras de arte. A él no le basta, nunca le bastó, con llamar a un escritor a un costado, ubicar su rostro donde mejor le dé la luz y dejar que la cámara haga el resto. Mordzinski se las ingenia para seducir a los escritores, consigue que confíen en él, doblegar amablemente su voluntad  y pronto, sin darle a tiempo de pensarlo, el autor aparecerá desnudo, metido sobre un hoyo o una tina, interactuando con un policía, la empleada de limpieza o un vendedor callejero, sentado entre las lápidas de un cementerio o dando saltos en un pie sobre una plataforma a tres metros de altura. 

Pero no todo es lúdico en las fotografías de Mordzinski. Muchas de estas retratan la cotidianidad, el mundo doméstico, de aquellos personajes que escriben obras magistrales. El gesto de Mario Vargas Llosa, con la manos juntas cubriéndose la cara, o la foto de Gabriel García Márquez sentado en la cama de su suite sirven de ejemplo. Mi favorita es una fotografía de Blanca Varela caminando estoicamente en el patio de su casa, mientras la sobrina y su nana juegan en el jardín. Esas escenas (el rostro cubierto de Vargas Llosa, el lado vacío en la cama de García Márquez, el contraste del estoicismo de Blanca Varela y la felicidad de su nieta en el jardín) descubren una lectura insospechada de la vida. Delatan el lado más vulnerable de los escritores, cuando abandonan la "pose" (inevitable de toda persona frente a una cámara), descartan la máscara y comienzan a decir hondas verdades que solo el ojo de Mordzinski puede atisbar y fotografiarlo.

Hay mucha espontaneidad en las fotos de Daniel Mordzinski, pero también hay cálculo, precisión, alevosía y ventaja. La naturalidad con que ejerce su oficio consigue capturar esos instantes maravillosos cuando las escenas se transforman en historias de vida. Conozco muy pocos fotógrafos capaces de lograr tanto con tan poca producción. El ingenio, en Mordzinski, no solo es una forma de inteligencia sino un método para alcanzar la profundidad. 

Quizá la fotografía más famosa es aquella en la que Jorge Luis Borges, de perfil, está sentado sobre un fondo negro, colocado en una postura solemne, aferrado al bastón y con el mentón levantado. No es gesto de escritor sino de prócer, una fotografía para la eternidad. De pronto, por un lado, se introduce una mano insolente, una mano que no tiene nada que hacer ahí, y la eternidad se vuelve cotidiana, el decorado se convierte en escenografía y el mundo en teatro de representaciones. El contraste entre la postura de Borges y esa mano intempestiva crea un laberinto de posibilidades infinitas. Como en un cuento de Borges, dirán algunos. Pues justamente así.

Cuando en el 2007 me seleccionaron para participar del evento llamado Bogotá 39, encontré dentro de la gran cantidad de documentos que nos enviaron una indicación que decía que íbamos a ser fotografiados por Daniel Mordzinski en una fecha pactada. Para mí, que admiraba la obra de Mordzinski muchos años antes, aquello fue como ganar un millón de dólares y, además, un auto de lujo para ir a recoger el dinero. Ya era enorme la satisfacción de pertenecer a ese grupo como para que, además, tengamos el honor de ser fotografiados por Mordzinski. Al menos eso pensaba mientras viajaba a Colombia. Sin embargo, luego de pasar unos días con él, la sesión fotográfica había perdido ese aura de Premio Mayor y se había convertido en un momento más, casi un café con un amigo. Luego del Bogotá39 he tenido la suerte de encontrarme con Daniel en varios encuentros y ser fotografiado varias veces. No me doy cuenta, entonces, de lo afortunado que soy, del privilegio enorme de tener a Daniel no solo como un amigo sino de ser parte de esa galería absolutamente magnífica, que incluye no solo a autores latinoamericanos sino de todo el mundo, retratados en centenares de encuentros y a lo largo de casi tres décadas.

Dice Ricardo Piglia que una de las grandes virtudes de Jorge Luis Borges fue hacer creer a sus interlocutores que eran tan inteligentes como él, aunque obviamente eso no era posible. Parafraseándolo, puedo decir que una de las virtudes de Mordzinski es hacerte creer que el privilegio de fotografiarte es suyo. Luego, basta ver la foto que tomó una semana después a Salman Rushdie o descubrir que fue uno de los pocos fotógrafos invitados al funeral de Susan Sontag para caer en cuenta del gran honor que recibimos al ser retratados por él, y quiera dios que realmente nos lo merezcamos.

Esta semana nos hemos enterado de que cerca de 50 000 negativos y fotos de Daniel Mordzinski, guardadas en un piso de Le Monde, han sido incineradas. Leo las declaraciones de Le Monde al respecto y a la tristeza y la rabia se suma la indignación. Mantienen durante diez años un archivo fotográfico en un piso, y un día deciden que necesitan ese espacio y en vez de buscar al dueño del archivo, desalojan el lugar y queman los negativos y las fotos. Si estuviésemos hablando de documentos sin importancia sería grave, pero estamos hablando de fotografías extraordinarias que son parte de nuestra historia contemporánea. La pérdida es simplemente irreparable y aquel comunicado escrito por un departamento legal para evitar un juicio solo ahonda la pena. Estamos ante uno de los episodios más tristes de la literatura latinoamericana contemporánea y nuestro único consuelo es ver cuánta gente manifiesta su pena y su frustración ante un impune acto de prepotencia. Ese cariño y admiración no le devolverá a Mordzinski ni uno solo de sus negativos incinerados, pero es todo lo que podemos ofrecerle y se lo entregamos con admiración y absoluto agradecimiento.

20% de descuento para lectoras

Por: | 13 de marzo de 2013

Mujerleep

Por TheKenChan

El pasado Día Internacional de la Mujer una librería limeña ofreció 20% de descuento para las lectoras, aunque solo en libros románticos y de auto ayuda. Resulta lamentable e irónico que justamente el día en que se conmemora la lucha por la igualdad de las mujeres, y en contra del maltrato y los prejuicios sexistas o misógenos, una librería pretenda celebrarlas alimentado el prejuicio de que las lectoras necesitan romances para ilusionarse con la vida, y libros de auto ayuda para soportar que la realidad no es como en esas novelas.

El incidente tiene muchas aristas interesantes. Por ejemplo, el tema de manejo de redes sociales. En menos de una hora, el meme creado por la librería y promocionado en Facebook tuvo más de 1,000 comentarios negativos y casi 2,000 compartidos (no precisamente para elogiarlos), además de rebotar en Twitter y en los blogs. Una cantidad importante de personas quejándose ante el desatino y exigiendo que la librería pida disculpas. Pues la librería no solo no se disculpó sino que, desafiante, no eliminó el mensaje de su página de Facebook sino hasta pasado el día. Incluso, en contra de cualquier regla de manejo de social media, borró comentarios y eliminó contactos que los criticaban. Por si fuera poco, el administrador del Facebook de la empresa siguió colgando posts como si no pasara nada. Cualquiera podría decir que estamos ante el ejemplo, ideal para un taller, de un mal manejo de crisis de una marca en redes. Sin embargo, más allá de eso, lo obvio es que la mente que ideó una campaña de marketing donde las mujeres debían leer sobre todo libros de auto ayuda y romances, carga un prejuicio contra la mujer tan grande que jamás hubiera hecho caso a las críticas contra sus estrategias. Las mujeres que nos critican, se habrá consolado, son comunistas, feministas, insatisfechas, histéricas que en vez de leer una buena novela de amor, o aquel libro de sopa de pollo para el alma que tanto necesitan, leen El segundo sexo o Una habitación propia

Por supuesto, siempre puede decirse -y algunos tímidos comentaristas lo dijeron- que el descuento estaba basado en una estadística que demostraba que las mujeres consumen mayoritariamente ese tipo de libros. Incluso si eso fuese cierto, una cuestión de criterio debió imponerse sobre la aritmética. Criterio para entender qué es una mujer, más allá de los prejuicios, y para entender qué se conmemora ese día en particular. Un día, por cierto, bastante incómodo para las mujeres que realmente entienden la lucha en la que están metidas, y que están aún muy lejos de ganar. Porque la maquinaria mercantil (justamente aquella que prefiere un cuadro estadístico a la sensibilidad y el criterio) ha terminado convirtiendo ese día en una fiesta cada vez más parecida a San Valentín mezclado con el Día de la Madre. Felicitan a las mujeres con rosas y frases como "porque nos dan la vida" o "porque saben administrar el hogar mejor que nadie", sin reconocer que esa fecha representa no una celebración sino una carencia. 

Es un hecho también estadístico que las mujeres compran más libros que los hombres y, sobre todo, que leen más. No solo romances y auto ayuda, y tampoco solo libros escritos por mujeres ciertamente, sino cualquier libro que entre en el campo de su interés. Tengo la suerte de dirigir varios grupos de lecturas compuestos casi exclusivamente por mujeres y debo decir que la experiencia es extraordinaria. Mi lectura se ve complementada, cuestionada, revisada, por la agudeza mental y sensibilidad de mis compañeras lectoras. Incluso puede afirmar que, haciendo un balance de mis años como profesor de lecturas dirigidas, las lectoras se fijan mucho más en los detalles que los lectores, cumpliendo así con el deber de todo buen lector de "acariciar los detalles" como diría Nabokov. Muy pocas, o ninguna, de mis alumnas ha estudiado literatura; sin embargo, escuchándolas comentar libros comprendo que en cada una de ellas habita una Janet Malcolm. No existe en ellas un deseo de canonizar ni de absolutos; la lectura es un viaje de deslumbramiento, de interioridad y de cuestionamiento. Si se me permite generalizar, sostengo que los lectores, en su mayoría, abren los libros sabiendo qué van a encontrar y habiendo decidido, aún antes de leerlo, qué van a pensar sobre este. Las lectoras, en cambio, lo abren esperando sorprenderse siempre.

Los prejuicios no se detienen y las mujeres se han convertido, para la industria, en devoradoras de best seller como Cincuenta sombras de Grey o de la llamada chick-lit. O, en todo caso, de Jane Austen luego de ver la película. Pero el prejuicio se extiende. Así como las librerías mercantilistas menosprecian a las mujeres haciéndole ofertas "para ellas", como si se tratara de canastas de belleza, el ámbito académico desconfía de las catedráticas, reduciéndolas a determinados temas y cátedras, y el mundo literario encasilla a las autoras en "asuntos de mujeres", como la exploración intimista, la poesía erótica o la autobiografía. Basta echar una mirada atenta a lectoras, catedráticas y escritoras contemporánea para que ese castillo de naipes armado por el prejuicio machista de la literatura latinoamericana se derrumbe. Mientras sigan existiendo campañas supuestamente ingeniosas que dicen "Leer es sexy" y colocan a Marilyn Monroe en bikini leyendo el Ulises, las cosas no van a cambiar. Felizmente, las mujeres son tan buenas lectoras que están por encima de los prejuicios y siguen escribiendo buena literatura, volviéndose eruditas en temas literarias complejos y comprando libros que valen la pena, aunque no tengan descuento. El impensable día que las mujeres se dediquen a comprar solo libros románticos y de auto ayuda, y dejen de escribir y de entender la literatura compleja, entonces sí podremos hablar de un apocalipsis y la literatura no tendrá ninguna posibilidad de sobrevivir.

El compromiso con la fantasía

Por: | 06 de marzo de 2013

Onirico

por Crossett Library Bennington College

Hace unos días, leí una entrevista al escritor rumano Mircea Cartarescu donde sostiene que escribe solo sobre la imaginación y no comparte el gusto general por la literatura realista.

"No entiendo por qué hay que escribir sobre un divorcio" dice.

Recuerdo que Alberto Fuguet confesó que soportaba cada vez menos las novelas y se dedicaba solo a leer crónicas. Definitivamente, el ascenso de la crónica literaria en el habla hispana en la última década ha sido enorme, con una lista de autores importantes en cada país, multiplicándose las antologías, los proyectos comunes internacionales, las revistas especializadas e incluso exitosos cursos titulados como "De cerca nadie es normal", un taller para escribir perfiles dictado por uno de los cronistas peruanos más interesantes de esta hornada, Julio Villanueva Chang, fundador de la revista Etiqueta negra. Quizá, a diferencia de Cartarescu, Villanueva sí consiga encontrar sentido a escribir sobre un divorcio.

Ciertamente, cada vez se publican más crónicas, memorias, libros de no ficción, autobiografías y biografías. Sin embargo, acepto que a mí cada vez me interesa menos el cartelito "basado en hechos reales" en cualquier libro, y me dejo seducir por la capacidad de crear fantasías, ficciones poderosas con la capacidad para instalarse en el cerebro del lector con una fuerza que jamás tendrá la realidad y sus rutinarias certezas.

No intento teorizar sobre qué es la ficción en general, o la ficción realista en concreto (¿se habrá referido Cartarescu a Anna Karenina cuando dice que no entiende cómo alguien puede interesarse en un divorcio? Lo dudo). Solo quiero, en medio del desfile de cronistas y escritores documentados, romper una lanza a favor de aquellos que optan por la fantasía y la imaginación. Cuando leo una novela realista no me pregunto cuán real es lo que me cuentan, cuán topográfico es el retrato de las calles o si están datados los hechos que cuentan. Me dejo llevar, incluso en esos casos, por el ideal de un escritor que inventa un mundo sin necesidad de rendirle cuentas a la realidad. O, en todo caso, un autor que confía solo en la realidad que nace de sus propias necesidades como escritor, es decir, como suplantador de Dios o deicida (en palabras de Mario Vargas Llosa) creador de un mundo a su imagen y semejanza, cuyas reglas solo servirán para ese mundo. 

Aunque me gusta la crónica o la autobiografía, he descubierto más verdad y más belleza en los libros de ficción. Creo que todos hemos venido al mundo a aprender una lección; dudo que la lección que debo aprender yo esté en un libro basado en hechos reales. Aprendo más de los seres imaginados, de los mundos de fantasía, que de cualquier intento de notariar acontecimientos. Prefiero perdeme por pasadizos que no llevan a ninguna parte, introducirme en sueños ajenos y encontrarme con fantasmas o seres imaginarios en vez de burócratas de trajes arrugados o personajes u objetos extravagantes a los que se les ha dedicado un perfil. Tampoco me molesta leer una novela y saber que el autor inventa un mundo que ya existe, edifica una ciudad de espectros encima de una ciudad auténtica. Me molesta el decorado, no me gusta las novelas que son como un episodio de Mad Men: un gran trabajo de producción que pretende retratar una época con tanta exactitud que resulta artificial. Prefiero el absurdo, la imaginación, la pátina intimista que nubla y borra las formas y las personas.

En épocas en las que, se dice, no existe el "escritor comprometido" yo he renovado mi compromiso con la fantasía. Lo he hecho gracias a Nostalgia, el maravilloso libro de Cartarescu publicado por Impedimenta. No puedo sino recomendarlo insistentemente, como quien recomienda no un destino turístico ni un viaje sociológico o antropológico a la vida de los otros, sino un lugar donde es posible recorrer por un tiempo para regresar luego al mundo con ojos nuevos, transparentes, y la certeza de que ese lugar ahora habita en nuestro interior.

Lean a Cartarescu.

Antonio Cisneros, oso hormiguero

Por: | 02 de marzo de 2013

Cosas transparentes: Dice Nabokov que cuando alguien mira un objeto por mucho tiempo, se vuelve transparente y nos cuenta su historia. Con los escritores sucede lo mismo. Los sábados de Vano Oficio están dedicados a aquellos textos y autores que, leídos con insistencia, saben volverse transparentes.

  Osohormiguero

foto: perpetualplum 

ANTONIO CISNEROS, OSO HORMIGUERO

Los osos de circo bailan al sonido de unos platillos y una soga, y luego de la función les dan comida. Los osos hormigueros agitan su larga lengua, como un látigo, de arriba hacia abajo, buscando alimentarse desesperadamente. ¿Cómo es que un poeta pueda identificarse con un oso hormiguero? ¿Es acaso el poeta un oso circense que, además, debe bailar mientras usa su lengua para alimentarse? A Antonio Cisneros le gustaba calificarse a sí mismo como oso hormiguero (su poemario más exitoso se tituló Canto ceremonial contra un oso hormiguero) en una muestra de ironía contra sí mismo y contra el oficio, de falta de respeto pero al mismo tiempo de una enorme ternura y complicidad, pero jamás condescendencia. "Es conmovedor pensar en personas que se han dedicado cincuenta años a escribir poesía como yo. Por un lado, tiene algo de ridículo, pobres señores que escriben poesía todo el tiempo. Pero por el otro, es conmovedor tener fe en la palabra” dijo en una de sus últimas entrevistas.

Su obra se desmarcaba del lirismo, pero no evadía los temas más trascendentales, aquellos que los poetas escriben con mayúsculas (aunque Cisneros prefería escribir con mayúsculas Pic Nic), como la familia, la sociedad, el sexo, el amor o el desamor, la muerte, la poesía, la injusticia social e incluso la religión. Todo lo humano y divino era aspirado por aquella lengua de oso hormiguero y transformado en rebeldía, sarcasmo, irreverencia, escepticismo e incluso broma, donde siempre asomaba (una palabra justa, una metáfora precisa) la profunda preocupación por aquello que él llamó "la inmensas preguntas celestes".  "Siempre he sido, y sigo siendo, fundamentalmente, una persona escéptica, lo que no quiere decir desesperanzada. Creo muy poco en las grandes verdades, en los dogmas, en las afirmaciones a prueba de balas (...)" declaró. Sin embargo, sabemos que en el fondo de su escepticismo habita la sobria esperanza.

Cuatro boleros maroqueros

1.-

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa mas aburrida del suburbio
no habrian primaveras ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieran
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2.-

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.

3.-

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4.-

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

El País

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