El compromiso con la fantasía

Por: | 06 de marzo de 2013

Onirico

por Crossett Library Bennington College

Hace unos días, leí una entrevista al escritor rumano Mircea Cartarescu donde sostiene que escribe solo sobre la imaginación y no comparte el gusto general por la literatura realista.

"No entiendo por qué hay que escribir sobre un divorcio" dice.

Recuerdo que Alberto Fuguet confesó que soportaba cada vez menos las novelas y se dedicaba solo a leer crónicas. Definitivamente, el ascenso de la crónica literaria en el habla hispana en la última década ha sido enorme, con una lista de autores importantes en cada país, multiplicándose las antologías, los proyectos comunes internacionales, las revistas especializadas e incluso exitosos cursos titulados como "De cerca nadie es normal", un taller para escribir perfiles dictado por uno de los cronistas peruanos más interesantes de esta hornada, Julio Villanueva Chang, fundador de la revista Etiqueta negra. Quizá, a diferencia de Cartarescu, Villanueva sí consiga encontrar sentido a escribir sobre un divorcio.

Ciertamente, cada vez se publican más crónicas, memorias, libros de no ficción, autobiografías y biografías. Sin embargo, acepto que a mí cada vez me interesa menos el cartelito "basado en hechos reales" en cualquier libro, y me dejo seducir por la capacidad de crear fantasías, ficciones poderosas con la capacidad para instalarse en el cerebro del lector con una fuerza que jamás tendrá la realidad y sus rutinarias certezas.

No intento teorizar sobre qué es la ficción en general, o la ficción realista en concreto (¿se habrá referido Cartarescu a Anna Karenina cuando dice que no entiende cómo alguien puede interesarse en un divorcio? Lo dudo). Solo quiero, en medio del desfile de cronistas y escritores documentados, romper una lanza a favor de aquellos que optan por la fantasía y la imaginación. Cuando leo una novela realista no me pregunto cuán real es lo que me cuentan, cuán topográfico es el retrato de las calles o si están datados los hechos que cuentan. Me dejo llevar, incluso en esos casos, por el ideal de un escritor que inventa un mundo sin necesidad de rendirle cuentas a la realidad. O, en todo caso, un autor que confía solo en la realidad que nace de sus propias necesidades como escritor, es decir, como suplantador de Dios o deicida (en palabras de Mario Vargas Llosa) creador de un mundo a su imagen y semejanza, cuyas reglas solo servirán para ese mundo. 

Aunque me gusta la crónica o la autobiografía, he descubierto más verdad y más belleza en los libros de ficción. Creo que todos hemos venido al mundo a aprender una lección; dudo que la lección que debo aprender yo esté en un libro basado en hechos reales. Aprendo más de los seres imaginados, de los mundos de fantasía, que de cualquier intento de notariar acontecimientos. Prefiero perdeme por pasadizos que no llevan a ninguna parte, introducirme en sueños ajenos y encontrarme con fantasmas o seres imaginarios en vez de burócratas de trajes arrugados o personajes u objetos extravagantes a los que se les ha dedicado un perfil. Tampoco me molesta leer una novela y saber que el autor inventa un mundo que ya existe, edifica una ciudad de espectros encima de una ciudad auténtica. Me molesta el decorado, no me gusta las novelas que son como un episodio de Mad Men: un gran trabajo de producción que pretende retratar una época con tanta exactitud que resulta artificial. Prefiero el absurdo, la imaginación, la pátina intimista que nubla y borra las formas y las personas.

En épocas en las que, se dice, no existe el "escritor comprometido" yo he renovado mi compromiso con la fantasía. Lo he hecho gracias a Nostalgia, el maravilloso libro de Cartarescu publicado por Impedimenta. No puedo sino recomendarlo insistentemente, como quien recomienda no un destino turístico ni un viaje sociológico o antropológico a la vida de los otros, sino un lugar donde es posible recorrer por un tiempo para regresar luego al mundo con ojos nuevos, transparentes, y la certeza de que ese lugar ahora habita en nuestro interior.

Lean a Cartarescu.

Hay 7 Comentarios

Iván, como seguidor de tu proyecto 365 días de libros, espero lo continúes y que solo hayas hecho una pausa por motivos ajenos a tu voluntad. Un cordial saludo y gracias por compartir.

Diría que en el mismo sentido, pero escrito un poco antes:
http://antoniopriante.wordpress.com/2013/03/05/la-invencion-de-la-realidad/

El 15-M fue un gatillazo revolucionario. El movimiento que en su día eclipsó al mundo, no ha quedado en nada... Si quieres saber más, entra en Vergüenza de país: yestheycan.blogspot.com

Solo hay tres géneros literarios: épica, lírica y drama; o algo así... Ahora, a todo se le llama 'género'...

Muy interesante. A mí siempre me ha gustado la literatura considerada "realista", pero más por oposición al género "fantástico" que porque realmente busque un retrato fiel de la realidad. Estoy de acuerdo con el autor del artículo en el hecho de que al leer no me paro a pensar en lo realista que es el mundo recreado por el escritor; me importa más su visión del mundo, lo que es capaz de crear con sus palabras y su imaginación, que lo que puede obtener gracias a un trabajo de documentación. Pienso que, cuando el autor es bueno, puede hacerme creer en aquello más inimaginable, y es maravilloso encontrar a escritores con este talento.

Estoy completamente de acuerdo con Ivan Thays; añadiría, si se me permite, que la fantasía es una herramienta mucho más poderosa, evocadora y bella para reflejar la naturaleza humana que la propia realidad.
Gracias por sus reflexiones literarias para uno que se pasa la vida pretendiendo serlo.
Por cierto, les recomiendo el blog http://fulgoresliterarios.blogspot.com.es/

Creo que el título de esta entrada está mal escogido. En el mundo literario, la fantasía es un género en si mismo y, con este título, esperaba encontarme un texto relacionado con dicho género. Pero no, por supuesto que no, solo habla de ficción. Parece que a la mayoría de los lectores le da terror echar a volar realmente su imaginación, prefieren las ficciones encerradas en nuestro pequeño mundo cotidiano. Una pena, no saben lo que se pierden. Era de esperar, del mismo modo, que no se tratase el género fantástico en un periódico como "El Pais" pero con ese título, hasta me había hecho ilusiones...

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Vano oficio

Sobre el blog

Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

Sobre el autor

Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal