Un libro para entender la India
Una de las estupendas fotografías de Alina López Cámara muestra el Ganges lleno de basura y, sobre una construcción precaria, dos figuras que parecen santas: un niño rubio y un anciano delgado y con barba, cubiertos ambos por taparrabos. La foto se titula “La santidad y la basura” y resulta una buena síntesis de este libro, así como lo es la foto titulada “enredada y polvorienta” y, desde luego, el tremendo título inspirado en un poema de Blanca Varela: Coronada de moscas/ pasó la vida.
Este híbrido literario de Margo Glantz cuenta varios viajes a la India. No es precisamente una crónica de viajes, aunque podría serlo. Tampoco es, desde luego, una novela, aunque también nos convencería como ficción. Margo Glantz ha levantado un monumento de palabras en torno a un tema obsesivo (“Quizá peco de obsesiva. Ese pecado se agiganta cuando hablo de la India”). Una India reconstruida a través de palabras (además de las fotos) y de anécdotas que, como cristales dentro de un calidoscopio, cada vez muestran una figura distinta pero, al fin y al cabo, siempre la misma.
La historia de cualquier país es compleja y contradictoria, no existen ningún lugar del planeta donde coexistan dos o más mundos. Sin embargo, indudablemente en la India esa coexistencia es más dramática, más obvia, más destacable. ¿Es eso un lugar común? Sí, y Margo Glantz no quiere evitarlo, incluso lo expresa literalmente: “Sí, la India es un país horrendo y maravilloso, epítetos que repetimos invariablemente los que viajamos, país que deja huellas imborrables, lugar común que podría leerse en un Reader`s Digest cualquiera” y luego agrega: “Lugar común evidente y, ¿por qué no?, verdad sagrada”.
El libro está dividido en episodios narrativos, algunos muy extensos y otros consistentes en una sola frase. En un episodio, por ejemplo, nos habla de un montículo de basura sobre la que juega una niña de ojos negros y sarí verde. En otro episodio, recuerda una visita al Ganges, siendo guiada por un siniestro conductor entre piras funerarias. Luego, menciona las diferentes castas y el libro asume un tono didáctico. Enseguida, nos comenta la visita a un monumento hermoso y dorado y estamos ante una turista maravillada por la opulencia. Lo mismo acompañamos a la autora en una incursión consumista para comprar zapatos o joyas o telas, como a que nos comente sus lecturas literarias sobre la India donde destacan los libros de Foster o Calasso y los diarios de viaje de Eliade. Hay monos y elefantes. Hay rickshaws que se movilizan entre las calles abarrotadas. Hay citas de escritores (mi favorita: “cada edificio esconde como en radiografía su futuro de ruinas, dice más o menos Sebald: cito de memoria”) y datos antropológicos sobre la población, el pasado, la religión, la historia, la arqueología, la sociología, la cultura. Algunos de esos datos son contados con tanta precisión y belleza que resultan microrelatos: “Decían que las leyes eran, ¿son?, muy estrictas en la India: por matar un pavo real tres años de cárcel; por una vaca, seis; por matar un hombre la multa es de cinco mil rupias; matar a una mujer no cuesta nada”.
Como una ternera acosada por tábanos -el poema de Blanca Varela que refiere el título- la vida es aquello vulnerable y lleno de moscas que transita durante el transcurso de la vida, hasta la llegada de la muerte. La India, en su frágil belleza histórica y cultural, y la basura y fetidez que la envuelve, es una metáfora de la vida y la muerte para Margo Glantz como lo es Venecia para Joseph Brodsky en Marca de agua. A diferencia de otros autores que viajan a la India para encontrar un deslumbramiento o una verdad absoluta, mágica, mística, Glantz viaja para extraviarse. Es una viajera que cambia lo erudito por la curiosidad, se desinteresa por las verdades absolutas (esos Lugares Comunes, en mayúsculas, en que se han convertido los lugares comunes sobre la India) y busca más bien el asombro, la anécdota, el recuerdo, la mirada. Coronada de moscas no es un tratado sobre la India: es la misma India, en su complejidad y enredo. La turista no es una exploradora sino una viajera que se deja llevar por el fluir de la vida, entre la santidad y la basura, acosada por tábanos.
El final del libro es extraordinario. La viajera se ha detenido, pero su mente sigue migrando. Se tiende en su cama, pero tiene pesadillas donde no reconoce dónde está y siente un olor extranjero, invasor, que la sigue desde la India introducidos por dos botellitas de perfume traídos de la India. Para conjurar ese olor pronuncia la palabra Kainenore, “palabra compuesta por un vocablo yidish y otro hebreo, protección contra cualquier maldición (me la enseñó mi mamá)”. Para conjurar ese olor, que es el del paso de la vida coronada de moscas, Margo Glantz, la narradora contemporánea más vital en nuestra lengua, ha escrito también este impecable texto, imposible de definir genéricamente pero absolutamentes prodigioso en su capacidad para mantener el misterio de la India -y de la vida- en su grado justo de complejidad y simpleza.
Coronada de moscas. Margo Glantz (fotos de Alina López Cámara) Sexto Piso: 2012. 131 págs.