Vano oficio

Sobre el blog

Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.

Sobre el autor

Ivan Thays

Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.

La fiesta de Lima

Por: | 26 de marzo de 2014

  Bienaldiego

Foto: Diego Salazar

"¿Quién va a ganar el Mundial?" La pregunta va paseando de grupo en grupo entre los escritores invitados a la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. La respuesta es, casi categóricamente, Alemania. "¿Y quién va a ganar el Premio de Novela de la I Bienal?" Ahí sí que no hay una respuesta inmediata. El extraordinario año que ha tenido Rafael Chirbes y En la orilla, considerado por casi todos los suplementos literarios como la mejor novela del 2013, hace pensar que es bolo fijo. Pero la figura de Juan Gabriel Vásquez, probablemente el narrador latinoamericano contemporáneo con mayor proyección, hace soñar a quienes consideran que esta primera vez el premio debe ser para un latinoamericano quien participa, además, con una "nouvelle" impecable: Las reputaciones. Y aunque en las quienielas la figura de Juan Bonilla parece el tercero en discordia, tampoco hay que mirarlo de reojo. Viene de atrás pero luego de su presentación de ayer, su sentido del humor y el atractivo tema de su novela, Prohibido entrar sin pantalones, tiene lo que necesita para dar pelea hasta el final.  

Lima es ahora una fiesta. Alrededor del hotel, de los almuerzos y las cenas, de las presentaciones, los escritores invitados se abrazan, se reencuentran, comparten, sonríen, conversan y discuten mientras Daniel Mordzinski consigue nuevas fotos memorables: "La mayoría de escritores tienen una pose única: la pose de escritor. Les cambias la pose y trasciende el ser humano. Así de sencillo es mi trabajo", se justifica Daniel, pero el resultado no es tan simple. Al contrario, sus imágenes tienen un nivel de profundidad asombrosa. En su presentación en la Universidad Cayetano Heredia, a ritmo de Astor Piazzola, me ha escarapelado el cuerpo con las fotos en blanco y negro de tres grandes poetas peruanos que ya no están: Antonio Cisneros, Blanca Varela y Emilio Adolfo Westphalen.

Juan José Armas Marcelo es el motor de esta fiesta que tiene a Mario Vargas Llosa como la figura central. Ambas personalidades, una extrovertida (la de Juancho) y la otra más bien apacible, son un complemento perfecto. En la combinación de ambos se sostiene una verdad insoslayable: aquí se ha venido a hablar de literatura. Y aunque la reciente venta de Alfaguara y otros sellos a Penguin Random House, la muerte del ex presidente Suárez, el Mundial de fútbol, los nuevos formatos para leer y un largo etcétera pueden distraernos de esa verdad, basta unos minutos para regresar al primer amor que todos los invitados compartimos: el incondicional amor a los libros.

Pero si es estupendo ver caminando por Lima a Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Luis Rafael Sánchez, Nélida Piñón, Alonso Cueto, Rosa Montero, Javier Cercas y un largo etcétera que incluye autores peruanos y extranjeros (sin olvidar a los hombres del momento, los finalistas Juan Bonilla y Juan Gabriel Vásquez, a los que se suma Rafael Chirbes, que no pudo estar presente) es aún más extraordinario ver las salas de las universidades -algunas muy distantes- y las mesas redondas en los museos repletas de personas que se han trasladado hasta ahí para escuchar a esos escritores. Es una felicidad que humedece los ojos a quienes, como yo, siempre apostamos por el Perú como una plaza literaria digna a tener en cuenta.

¿Por qué? Porque nuestras carencias pueden convertirse en posibilidades.

El Perú es un país donde la literatura no tiene apoyo sostenido de parte de ninguna institución. Un país donde la palabra "culto" o incluso "lector" se considera en un insulto, un esnobismo, un elitismo. Un país donde no existen bibliotecas públicas y los diarios eliminan sus páginas culturales para privilegiar páginas de espectáculos, gastronomía o moda. Donde los libros son tan caros como en cualquier parte del mundo, pero aquí ganamos menos que en esos países, y aunque las tablets y los smartphones se han masificado, el libro electrónico aún es un sueño de Quijotes. Un país sin librerías en provincias, un país donde el Plan Lector es un buen negocio para algunas editoriales, pero no construye una verdadera consciencia lectora, una educación literaria sólida ni una identidad cultural. Un país donde la posibilidad de leer se complica más a medida que uno se interna en la sierra o la selva. Y en ese país, bombardeado por medios de comunicación de contenidos vacíos, con profesores sin mayores luces para guiar a sus alumnos y con alumnos que egresan del colegio con una mínima comprensión de lectura; en ese país que es el mío, digo, cada vez que se anuncia un evento literario, una feria del libro o un encuentro entre escritores, las personas (no los snobs, no la élite, sino los ciudadanos, los pobladores, todos al fin y al cabo) se llenan de entusiasmo y asisten en masa, hacen colas para entrar, piden fotografías o autógrafos a los escritores, levantan las manos para hacer preguntas. He visitado muchas ferias de libros y he asistido a muchos encuentros, en América, Europa e incluso África. Y puedo decir, sin exagerar el patriotismo, que en ninguno de esos países ni esos eventos he visto la devoción y la necesidad que tiene el público de asistir no solo a las conferencias de los nombres consagrados, sino a todas las conferencias. Y ríen y participan, y se emocionan y aplauden. Eso tiene que ser un indicador. Hay algo que no calza bien entre la cantidad de personas que asisten a eventos literarios y la poca venta de libros o la baja comprensión de lectura. Tenemos que descubrirlo de qué se trata para convertirnos en un verdadero país lector.

En todo caso, eso queda para el análisis. Yo solo dejo aquí el testimonio de algo que siempre supe, y que ahora mismo lo vivimos con entusiasmo: el Perú es un país extraordinario para organizar eventos literarios. Es un país agradecido. Hoy la fiesta es en Lima, mañana puede ser en Arequipa, Trujillo o Cuzco. En esta I Bienal Mario Vargas Llosa, las gracias y los aplausos finales, en todas las mesas y presentaciones, no deben ser solo para los grandes escritores participantes sino también para el estupendo público asistente.

Unos y otros no están regalando unos días inolvidables.   

Mi padre ha muerto hoy

Por: | 09 de marzo de 2014

Padre1

Foto: Gianlucca Ruggiero

Pido disculpas a los lectores de este blog literario por el off topic. El 7 de marzo del 2011 murió mi padre. El pasado viernes se cumplieron tres años de su muerte. Uno suele pensar que las relaciones con las personas terminan cuando desaparecen, pero no es así. Durante estos tres años, la relación entre mi padre y yo ha ido madurando, creciendo, con idas y vueltas, con peleas y reconciliaciones, tal como era cuando estaba vivo. Pero desde hace unos meses, al final creo que él y yo encontramos el nudo de todas nuestras confrontaciones y con el amor de padre e hijo, hemos intentado los dos desatar ese nudo. Un trabajo duro, pero al fin creo que el nudo ha dejado de estar ahí, enturbiando todo, impidiendo que el amor que sentimos el uno por el otro fluya. Y ahora fluye naturalmente, como siempre debió ser: un amor incondicional. Por eso, quiero colgar aquí este texto que escribí hace tres años y lo pudieron leer solo mis amigos de Facebook. En homenaje a los tres años de su muerte y a nuestra reconciliación, lo comparto con ustedes. 

MI PADRE HA MUERTO HOY

Y al fin llegó la llamada que estaba esperando desde hace meses. Y fue tal como la había previsto: mi hermana llorando en el teléfono, confundida, desesperada incluso, diciendo que mi padre había fallecido. Me sonó rara, eso sí, curiosa, la elección del verbo “fallecer”. Tan impersonal, tan diferente a lo que ella es y a lo que mi padre era. Tan burocrática. Tan protocolar. 

Mi padre ha muerto. Un lunes 7 de marzo a las dos de la tarde.

No fue una sorpresa. Hace un año y cinco meses mi padre sufrió una isquemia cerebral, la segunda grave en el mismo 2009, que lo fue minando poco a poco. Perdió el habla, le costaba escribir en la pizarra mágica que le conseguimos, perdió poco a poco los gestos, la capacidad de alzar la mano derecha, y al final solo le quedaron los ojos inmensamente abiertos. Mi madre insistía en que era capaz de reconocer al hijo menor que volvió de visita de España, a la hija que había dado a luz su primera nieta, al hijo en muletas que se fracturó la rodilla en un accidente. Yo pienso que no. Y si lo hacía, esa breve iluminación duraba solo unos segundos y luego volvía a su profundidad, aquel mundo subacuático o limbo donde había quedado estacionado.

Todos los días, desde hace meses, rezaba porque pudiese descansar en paz, porque dejase de luchar, porque se dejase ir. Todos los días, pero nunca con tanta vehemencia como este domingo. Y parece que esa fuerza fue el impulso final que necesitaba para partir. Dice Santa Teresa que se llora más por las plegarias atendidas que por la no cumplidas, y tiene razón. Aun así, volvería a pedir lo mismo.

Mi padre no era una persona compleja, pero siempre fue un enigma para mí.

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