31 ago 2011

Arrivederci Roma!

Por: Miguel Mora

 Señoras, señores, se acabó lo que se daba. Il Capo ha decidido que hay que irse a París, y allá que vamos, y a toda lait que la cosa está que arde. Sarkó, Carlà, el nasciturus, sus biberones, DSK recién resucitado de sus (evanescentes) acusaciones, calentones y fluidos, y si hay suerte la victoria de Madame Le Pen y la hecatombe del euro... No parece mal plan de curro, aunque he de reconocerlo: la despedida es durísima. Duele mucho dejar Roma, Italia, e incluso Vaticalia. Y no quiero ni contarles el sofocón que llevan mis pobres hijas desde que se enteraron de la noticia. Vaya usted y explíqueles ahora que eso que les dicen los trasteverinos de "mio unico e grande amore" es solo retórica. Sí ja.

Italia es como una droga. Sabes que si abusas y te dejas llevar no te sienta bien, te puede intoxicar y dejarte paralizado, anular tu sana capacidad de escándalo. Pero no puedes dejar de tomarla. Es totalmente adictiva. Culpa de los italianos, claro. Encantadores, inteligentes, listos, imaginativos, cultos, se toman la vida con alegría y deportividad porque saben que la cosa tiene mal arreglo y un solo final posible: cascar.

Vean al amigo B., al que tanto echaremos de menos. Enredado en mil follones, imputado en media docena de causas, acusado de los peores crímenes y pecados, y ahí lo tienen. Fresco como una lechuga -marchita-, estirado como un fajín, con más pelo que hace 40 años (caso único en la historia) y todavía libre, gozando de todo su poder adquisitivo (salvo esos 450 millones de multa por comprar a aquel juez), y a sus años dándole al bunga bunga por tierra, mar y aire, laborables y fiestas de guardar.

Roma es gran parte del problema: es una ciudad impermeable, impenetrable, pero te engancha como una mantis religiosa; tú ni siquiera la rozas, pero ella está ahí -desde siempre-, soberbia y acogedora a la vez, pueblerina y sublime, abierta a que la descubras y a mostrarte sus secretos. Pero no su alma. ¿Quizá porque no la tiene? No, creo que no es eso. Sabe que ella es historia y que todo lo demás es crónica. Y cuando te largas ni llora ni te pide explicaciones, solo te dice: ciao bello, sigue aprendidendo, si puedes. Que pase el siguiente.

Este video-parodia, genial y macarrónico, resume bien el genuino espíritu del pueblo romano: burla burlando, la vida va pasando. En Ostia Beach.

 

Pasar tres años y medio en Vaticalia enseña algunas cosas, si uno escucha y se fija un poco y se quita las orejeras hispánicas. Cuesta, pero merece la pena dejarse seducir por ese ritmo lento y ese aire de levedad y tolerancia hacia los defectos ajenos. Uno podría pasarse la vida pidiendo el café cada mañana y poniendo los diez o veinte céntimos de vuelta sobre el scontrino en la barra. Roma es un cine al aire libre. Una escuela de vida y de muerte donde casi todos saben distinguir lo accesorio de lo importante. Lo importante es vivir, a ser posible muy bien y riéndose. Y para buscarse la vida, nada como uno mismo y sus amigos. L'arte d'arrangiarse. Hacerse un pequeño estadito del bienestar amistoso / familiar que le proteja a uno de los lobos que hay fuera. Esto produce algunos problemas de espacio y promiscuidad, pero genera calma: tener una mamma y un amigo influyente en Italia es igual que tener cinco en España.

El italiano es por lo general tirando a medroso y de natural conservador, aunque tiene al tiempo una gran laboriosidad, una temeraria capacidad de aguante (sobre todo con su clase política) y un pronto fanfarrón que se le quita enseguida. Se fía poco o nada del Estado y de sus incorregibles y turbios dirigentes, que no le ayudan casi nunca a vivir mejor y le crujen a impuestos para nada. Mucha gente solo espera de sus gobernantes que les dejen vivir en paz y les entretengan, que les den un poco de espectáculo en la televisión cada noche.

Al mismo tiempo, una gran minoría sigue poseyendo una vasta cultura, es laica y autónoma, moderna y eficaz, bien informada y europea, y por eso mismo reniega de su suerte y aspira a cambiar el país -y el mundo- con enorme coraje. Pese a las andanadas contra el sistema educativo, los que han acabado el Liceo hablan mejor que Castelar y tienen un estupendo bagaje lector. Y luego está la masa, el ciudadano medio, el ceto qualunquista, que mira a la política con desconfianza, como un teatro en el que manda el más furbo, donde todos son cómplices e izquierda y derecha son solo etiquetas casi intercambiables. El pueblo sabe que no conviene hacerse muchas esperanzas sobre la honradez de este o aquel candidato, porque el sistema está basado en la corrupción y los privilegios de la casta, y en mayor o menor grado todos están en la pomada. Criminalidad política, criminalidad económica, criminalidad mafiosa... La Santísima Trinidad. Ninguna palabra suena más sarcástica en italiano que Onorevoli. Y así se llaman los diputados y los senadores.

Italia es, en ese sentido, un país sin memoria ni futuro. Ni presente. Desencantado, roto, sin polis, con la mayor parte de la opinión pública anestesiada por 30 años de basura televisada, parece muchas veces cínicamente resignado a su destino, inerte ante la codicia, la ignorancia y la estulticia de casi todos sus gobernantes actuales. Atenazado por la inercia de tanta gente que no espera nada bueno del Estado pero tampoco se moviliza para exigir que cambie porque muchos se nutren de él. Viven y dejan vivir, la inmensa mayoría. Y son, sobre todo en el sur, enormemente solidarios y comprensivos con los peatones, las corruptelas, las pirulas de los conductores y los penaltis. Bueno, con los penaltis menos; solo cuando se los pitan a favor.

Hay señales aquí y allá de un despertar, una gran vitalidad en la red que ha originado por ejemplo la rabiosa moda de los vídeos satíricos (de una gran calidad y puntería, aunque de tanto acertar sin rematar ya cansan hasta a sus autores). En cierto modo, ese sano y desordenado bucle horizontal ha sustituido ya a una prensa demasiado anquilosada, demasiado atada al sistema de partidos, sumisa con el poder civil y religioso y dominada por los empresarios más conspicuos. Y así han surgido nuevos actores: un incipiente terremoto laico de base indignada, muchos jóvenes dotados de un talento y un compromiso asombrosos, y muchísimas mujeres dispuestas a luchar por cambiar las cosas.

No les será nada fácil, purtroppo. Vaticalia sigue siendo mucha Vaticalia, el peso político de Oltretevere sigue siendo una gran rémora, los sindicatos mantienen a veces actitudes decimonónicas, y los gobernantes son solo un reflejo de sus electores.

Ya se ha apuntado que 30 años de teleberlusconismo y riqueza obscena han devastado gran parte del otrora sano, rural, brillante y admirado tejido cerebral nacional. Pero echar la vista atrás da frío. Se diría que la maquinación masónico-mafiosa urdida en los años setenta por el venerable maestro Licio Gelli bajo la atenta mirada de los divinos jerarcas democristianos reclutados por la CIA se ha revelado todo un éxito gracias a aquel simpático emprendedor del ladrillo que cantaba en los cruceros del Adriático.

Usando sus chistes y un vocabulario de 250 palabras, B. supo conectar con la tripa de sus paisanos más ignorantes y ha resultado el mejor antídoto no solo contra el fantasma del comunismo, sino sobre todo contra el enervante fastidio de la realidad. Su imperio ha sido el gran ariete de la batalla cultural vencida por la ultraderecha (con la inefable colaboración de la Chiesa más pegada al poder) y una invencible cortina de humo: ideológica, misógina y machista hasta la náusea.

Con una sencilla receta, repetida n veces y hecha de velinas, putas, coristas y amas de casa semidesnudas, concursos de tetas y torsos en islas desiertas, tertulias sobre lo inane, contrataciones en masa de familiares y amigos del otro bando, y abolición de las noticias, los hechos y los datos, B. ha construido una realidad paralela, inexistente, deliberadamente ignorante y vacía: opio en dosis mareantes, telediarios de supermercado, Ángelus el domingo, cine de palomitas, revistas del corazón, negocios impunes para los capos vaticalianos, y la evasión fiscal como norma y estilo de vida.

El Pueblo de la Libertad, sin el Pueblo y sin la Libertad. Una caricatura de la libertad. Como profetizó Pasolini, un nuevo fascismo de rostro amable y consumista: sin tanques ni sangre, diseñado con logos y colores llamativos, lleno de cuerpos aceitosos, deformes, operados. Lo plástico, lo artificial y la mentira como única alma.

Eso sigue siendo en gran parte el país en 2011. Si la verdad no existía en los buenos tiempos de Sciascia, menos aun puede existir ahora, cuando un solo hombre maneja el 90% de las televisiones y más del 50% del Parlamento con su inmenso poder económico, su sumiso ejército de peones vociferantes y un engrasado equipo de periodistas y editores dedicados a moldear la realidad y elaborar dossieres que anulen la disidencia.

Su ascenso coincidió con la caída de muchos de los héroes que amaban la verdad. Pasolini, Falcone, Borsellino, Calvino, Montanelli, Biagi, Monicelli, Rossi y tantos otros. Así, el fértil corazón del país dejó poco a poco de bombear decencia y lucidez, y el terreno quedó expedito para el advenimiento de la corte del rey bufón.

Todo bajo la estrecha vigilancia del pacto, secreto a voces, Milán-Roma-Palermo (a las que luego se uniría Nápoles). Desde Craxi a B. y Dell'Utri, de Riina y Provenzano a Sandokán, de Andreotti y Cossiga a Sindona y Calvi, de Marcinkus y Dziwisz, de Gianni Letta a Bisignani, y de D'Alema a Bossi o a Casini, el poder en Italia ha estado dominado demasiado tiempo por una inmortal filosofía mafiosa andreottiana: a veces es preciso hacer el mal para que acabe imponiéndose el bien (suyo), y la política y la Iglesia son (y siempre lo serán) inmunes a la acción de la Justicia.

Pero la verdad es que no querría que las fuerzas que han ayudado a involucionar la sociedad, la cultura y la economía como una plaga que asola una cosecha protagonizara esta última entrega de Vaticalia.

Adoro a este país y me niego a identificarlo con la Banda de la Magliana, la Camorra y la N'drangheta, o con esos Pinochos que dan morbo y realce a las crónicas pero a la vez las despojan de verdad, profundidad y contenido. En este tiempo he aprendido sobre todo a tomar distancia, y hoy asisto casi impávido y con cierta mirada de admiración a la colectiva y prodigiosa capacidad de los políticos italianos para sobrevivir a golpes y revelaciones que en cualquier otro lugar resultarían mortales de necesidad. La política italiana está hoy marcada a fuego por dos intocables: uno que en vez de hablar levanta el dedo medio, y su amigo, según su ex mujer un hombre enfermo, que sigue adelante gracias al dinero y a una sola idea clara: donde otros ven enemigos, él ve futuros socios. Siendo fiel a ese lema podrá morirse como sueña, en la cama del Qurinal, tranquilo, y sin que nadie perturbe sus horas de ocio.

Para desgracia de los italianos, la Resistencia, los liberales, los intelectuales y la izquierda real han ido asumiendo su derrota hasta casi desaparecer: ora el abrazo de la curia, ora las comisiones millonarias, ora la inteligencia improductiva de D'Alema y Veltroni, ora los calcetines de cachemir, ora los cenorrios en los salones chic... Berlusconi y Bossi y su sistema de poder son solo cadáveres andantes, sí, pero la historia enseña que no conviene ilusionarse pensando que cuando ellos no estén la cosa mejorará demasiado. Al otro lado, quizá por ósmosis, el páramo es casi absoluto. Como dice mi amigo y maestro Giancarlo Santalmassi, uno de los pocos liberales que subsisten, unos son capaces de todo, los otros unos incapaces. Quitando a Giorgio Napolitano y a alguna otra gloriosa excepción, marginal, la izquierda italiana necesitaría hacerse el harakiri en bloque y empezar de cero para recuperarse. Pero sus capos no lo permitirán jamás.

Mucho más probable es que la lacra populista, zafia y antidemocrática que B. ha impuesto como modelo se contagie a otros países, si no lo ha hecho ya. Y ese ha sido de hecho el único faro estable que ha guiado mi trabajo de estos tres años y medio: tratar de alertar a los lectores de que si este espanto ha sucedido en Italia, que hace solo 40 años era la vanguardia cultural de Europa y quizá del mundo, mucho más fácilmente puede suceder en un lugar como España, donde campan la caverna y el fracaso escolar, la ignorancia se ha convertido en el mejor pasporte a la fama y el peso de la Iglesia reaccionaria sigue siendo una losa. Ya nos contagiamos del virus hace 75 años, y eso son solo migajas en el río del tiempo.

Así que, dicho esto, solo me queda lamentar (pero poco) no haber podido narrar el último acto de este esperpento posposmoderno del que solo quedará ruina, desolación y la borrosa memoria de esa pareja que resume la descomposición moral de la que es capaz una nación. Berlusconi y Bossi son dos modelos tan indignos de la historia y la finezza italianas que ni siquiera el agudísimo radar de los cineastas de los años cincuenta, sesenta y setenta pudo anticiparlos. Solo rebujando los peores tipos interpretados por Sordi, Tognazzi y Gassman era posible entrever la señal.

Con respecto al Vaticano, Sancho... Mejor no entrar en honduras para no despertar a los ciellini. Solo una nota personal: jamás pensé que tendría un amigo sacerdote y una amiga monja. Pero ahora los tengo. Y con eso me quedo. Además, otra enseñanza / sorpresa agradable: la Iglesia italiana es plural, más desde luego que la de Rouco. Dentro de ella hay gente extraordinaria, que piensa por sí misma, critica sin miedo la arrogancia y la pompa de sus jerifaltes, y es honrada, inteligente y laica. Mucho más laica que muchos presuntos progresistas pata negra (PPPP) que todavía consideran a la curia romana un icono intocable.

Sin desearle ningún mal a Benedicto XVI, que tantas tardes de gloria ha dado y tan simpático me saludó el día que le vi junto a Zapatero ("hombre, EL PAÍS", dijo, seguramente irónico), habría sido bonito también contar un cónclave. Pero pensando en lo que duró Wojtyla y en que el próximo elegido será casi seguro Angelo Scola, casi mejor perdérselo.

Hasta aquí puedo escribir.

Saludos cariñosos a los generosos y espléndidos colegas de plaza y cuatrienio (Joan, Rachel, Philippe, Dominique, Fabio, Francesca, Roberto, Irene, Íñigo, Paloma, Juan, Carmen, Darío y los demás: ya lo mojaremos), y besos a los magníficos amigos que encontré y me quedo para los restos.

Finalmente, gracias a todos cuantos leyeron y comentaron crónicas y blog, y especialmente a los italianos que supieron entender que solo se satiriza sobre aquello que uno ama de verdad, y que una cosa es el culo y otra las témporas. Para mí ha sido un placer, y solo espero que para ustedes no fuera un martirio.

Les dejo con un cante por soleá del amigo y maestro Morente. Su marcha ha sido el momento más amargo de este maravilloso viaje italiano, viejo sueño que al hacerse real ha superado, pese a todo y de largo, las mejores expectativas REM.

Ah, casi me olvidaba: Viva Vaticalia!!

Y ahí te quedas, B. Procura no destrozarla del todo, caro.

  

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Rouco valera
Grandes palabras morales y políticas de Joseph Ratzinger en el avión que le llevó a la JMJ madrileña y en esos (pocos) ratos en que el abnegado telonero Rouco Varela, que cuando trinca un micrófono se parece cada vez más a Paco Clavel, le va dejando libres.

Ética de los negocios. Amistad y trabajo digno para los jóvenes. Felicidad. El bien común. Una economía humana, responsable, respetuosa con las personas y el ecosistema. Solidaria con los que menos tienen. Una economía religiosa, cristiana.

"Eso es lo que trata de hacer la Iglesia", ha dicho su Santidad sin señalar la cantidad.

Y mientras tanto, en Vaticalia, un grupo de Facebook ha nacido indignado, y con santas razones, y ya hay 50.000 personas (edito: 81.000) exigiendo a la Iglesia local, es decir universal, que, si tan mal les parece la evasión y la corrupción, los privilegios y la ingeniería financiera, comience por dar ejemplo.

Los firmantes piden que ahora que la economía (ejem) de la séptima potencia mundial está hecha unos zorros, y aprovechando que B. y su desavenida pareja contable, Giulio Callo Tremonti, han exigido sacrificios a sangre y lágrimas para celebrar el Ferragosto, la Iglesia deje a su vez de evadir impuestos y renuncie de una vez a la exención del IBI, del IRES y otras tasas similares que ahorran unos 4.000 millones de euros anuales a las arcas eclesiales y de paso se los quitan a los italianos más necesitados.

Resulta que algún avispado asesor, quizá tremontiniano o comunionyfacturacionista, ideó hace unos años un nuevo sistema de óbolo de San Pedro camuflado a repartir entre todos los vaticalianos. Se trata de una palmaria amnistía fiscal, pero exclusivamente católica y expedida con timbre del Estado. Y consiste en liberar por la cara a la Santa Madre Iglesia de pagar los impuestos sobre los edificios (ICI en Vaticalia, IBI en Españaza), ya sean turísticos o no, siempre eso sí que el inmueble contenga algún símbolo cristiano que permita catalogarlo como "lugar de culto".

Con lo cual basta con poner un altarcillo, una madonnina, una estampita plastificada de Padre Pío, un Crucifijo bien clavado junto al espejo, un retratillo de San José María o una capillita de dos filas de bancos en cualquier riconcete de un gran hotel, un restaurante, una clínica, un colegio, un pisito, un polideportivo o un palacio con apartamentos de alquiler para los amigotes, y el susodicho inmueble queda definido ipso facto como "dedicado al culto", y completamente absuelto del pago del ICI, sin contar otras indulgencias (menores) impositivas y terrenales.

La página "Vaticano, páganos el ajuste financiero" ha salido al paso de las críticas del cardenal Bagnasco a la "impresionante" cifra de evasión fiscal que arrastra Vaticalia (Tremonti prefiere calificarla de "increíble") y recuerda a los obispos, cardenales, políticos democristianos, fundamentalistas varios y viejos socialistas ateos devotos (B., Tremonti, Sacconi y otros ejemplares similares de devoti alle vongole -devotos con almejas-) que si se han acabado los privilegios para casi todos en Vaticalia (pese al BCE, siguen indultados la clase política y la tropa con sotana), también deberían irse acabando los chollos de la Chiesa Cattolica.

Entre ideas, sussurros y sugerencias, algunos feisbuqueros piden que se suspendan los Pactos Lateranenses y se cancele el Concordato durante un tiempo, para que la Iglesia pueda dedicar a la beneficencia la tela que recibe del 8 per mille (el 0,8% del IRPF codificado por Tremonti cuando era becario del ministerio que acabó forzándole a pagar el alquiler del piso romano en negro). 

Y algunos hacen cálculos de lo que posee, 2.000 años después de montar el primer Belén en Oriente Medio, el Vaticano en suelo vaticaliano: el 30% del patrimonio inmobiliario de la bota, y unos 100.000 edificios. Dicen. Imposible confirmarlo en pleno agosto y con todo el equipo de Gobierno Económico desplazado a la Españaza interina premarianil, pero si a eso le añaden

-los solares y edificios que se escritura Rouco por debajo de la mitra en la piel de toro,

-el ingente parque de casoplones que alquila y mantiene la filial vaticana Sopridex en la laica París,

-los trillones de dinero negro que han pasado por el IOR en las últimas décadas,

-los cheques que el probo ex embajador Paco Vázquez entregaba en mano a Su Cantidad para obras de caridad,

-y los Bonobuses y Bancoteles con Descuento y Palmatoria que expenden Aguirre y Gallardón,

...igual se resolvía la crisis de la deuda y hasta lo de la prima de riesgo.

Hay tanta viruta ahí, que sobraría algo incluso para que nos hagan a todos socios del fondo de reptiles de Jorge Mendes.

Claro que convertirse en socio del IOR, Mendes, Mou y Gilmarín de una sola tacada no es que sea un milagro, es que es casi un seguro de acabar mal. O en los tribunales o en el monasterio, capuchino, descalzo, triste, solitario y final.

Viva Vaticalia, pero por poco plazo. Cuatro pes seguidas... PPPP. Ay.

Y abrazos fraternos a todos, Papagirls, boys, Marianistas o Indignati que fueren.

 

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18 jul 2011

Muerte en el San Raffaele

Por: Miguel Mora

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Hola de nuevo, amigos.

Esto empieza a parecerse cada vez más a Tangentopolis. Esta mañana se ha suicidado en su despacho Mario Cal (a la derecha), hasta hace solo tres días gerente y vicepresidente del Hospital San Raffaele de Milán, y durante más de 40 años mano derecha del cura y médico Luigi Verzè (izquierda), querido amigo de Silvio Berlusconi.

Cal tenía 71 años, y según ha dicho su abogado estaba muy preocupado porque el hospital ya no tenía dinero para pagar a los proveedores. La deuda del San Raffaele asciende a más de 900 millones de euros, ha revelado una reciente auditoría de Deloitte, y hace unos días Cal había declarado como testigo ante los fiscales que investigan la quiebra de la clínica.

El célebre centro hospitalario de excelencia, fundado en 1971 por el visionario sacedorte Don Verzè, se ha convertido con los años en un símbolo del berlusconismo. Si no por otra cosa, porque está situado a las puertas de Milano 2 (la urbanización que hizo rico y famoso a B.), en la Vía Olgettina, calle que algunos recordarán porque es allí donde residen las concubinas del harén. Algunas eran atendidas gratis en el hospital gracias a la mediación del sultán, como nos contó en su día Marystella García Polanco, y allí trabajaba también (no está claro si como higienista dental o como mera azafata) la corista televisiva Nicole Minetti, cuando B. fue ingresado tras sufrir la agresión del Duomo, antes de convertirse en diputada regional del PDL por la asamblea de Lombardía y de ser procesada como la 'madame' del prostíbulo de ida y vuelta.

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Verzè, el médico nonagenario, siempre ha dicho entre bromas y veras que su prestigioso laboratorio estaba buscando la pócima de la eterna juventud por encargo del presidente del Gobierno vaticaliano, y hace justo un año entregó en persona a Barbara Berlusconi (la hija mayor de Silvio y Veronica Lario) la licenciatura en FIlosofía por la Universidad Vita-Salute San Rafalle, de la que es rector. Ni que decir tiene que B. B. (bis) obtuvo, a sus tiernos 26 años, la máxima nota, un 110 e lode (matrícula de honor).

De forma no menos simbólica, el reinado de Don Verzé en el hospital y la aneja universidad fundada en 1996, que cuenta con el filósofo ex comunista Massimo Cacciari como gran protector (es amigo íntimo de Lario) acaba de pasar a la historia sepultado por las deudas. El Vaticano ha dado un sonoro golpe de mano y desde el viernes domina el consejo de administración del hospital. Tarcisio Bertone en persona ha decidido invertir 200 millones de euros, y enviar a Milán un nuevo cuadro de dirigentes, entre los cuales está Ettore Gotti Tedeschi, actual presidente del banco vaticano, el Instituto per le Opere Religiose (IOR). Lo mejor de cada casa, como ven.

La espeluznante imagen de un gerente de oro que se pega un tiro agobiado por las deudas, tras hablar con los fiscales y dejando dos notas de despedida (una para su mujer y otra para su secretaria), trae de nuevo a la memoria los suicidios y crímenes excelentes que adobaron el megaproceso Manos Limpias que marcó el fin de la I República y los años noventa. Y lo malo es que no es descartable que sigan sucediendo casos así. El estado de descomposición y corrupción en el que ha naufragado 20 años después el sistema berlusconiano-vaticaliano que emergió de aquel intento de limpieza general es, a todas luces, mucho más profundo y huele bastante peor que aquel.

Entonces los políticos robaban, sobre todo, para el partido. Hoy, el latrocinio se ha hecho cada vez más individualista, menos solidario, más desvergonzado y generalizado. Vivimos en lo que Paolo Flores D'Arcais llama la 'cleptocrazia' o 'gobierno de los ladrones'. Y todo hace indicar que la muerte de Cal es solo la horrible punta de un iceberg que el Titanic de Tremonti no podrá sortear. La impresión, más bien, es que el hundimiento no ha hecho más que empezar.

El caso de la P4, que ha salpicado ya, más o menos directamente, a B., a Gianni Letta, a Tremonti y a Massimo D'Alema promete deparar todavía muchas noticias. Llamarlas sorpresas no sería justo. Las hediondas alcantarillas de Vaticalia nunca han dejado de supurar, y los próximos meses serán pródigos en titulares explosivos y arrestos estupendos.

Para los últimos días de Pompeya, se diría que más que un Gobierno técnico, lo que necesitará el Belpaese es un buen equipo de jueces y policías. Encabezado por Andrea Camilleri.

 

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08 jul 2011

Y luego dicen que las casas en Roma son caras

Por: Miguel Mora

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Giulio Tremonti es el hombre del rigor, el superministro de Economía del Gobierno italiano. Un buen católico, norteño y levemente arrogante, que ronea en medio mundo de ser el campeón del equilibrio presupuestario, el hombre que ha puesto finalmente orden en las caóticas finanzas vaticalianas. Su currículum le coloca de joven en el socialismo craxiano (fue el técnico fiscal que puso en marcha el sistema del otto per mille, el 0,8% de las declaraciones de la renta dedicadas a la Santa Madre Iglesia), y luego enseguida embedded en la Forza Italia de primera hora: un berlusconiano convencido, fanático, que ha dirigido la economía del Belpaese desde 2001 hasta 2006, y desde 2008 hasta ahora mismo.

Casi avergüenza poner otra vez los datos, porque él piensa que Superman a su lado es una vendedora de castañas, pero en fin, la realidad es la que es: bajo su aplaudido papado, Italia es el tercer país del mundo que menos ha crecido en la última década, solo por detrás de Haití y Zimbawe: un 0,2% de media anual. Dicho de otra forma, los italianos se han empobrecido como ratas con su política de teórica contención del gasto, y la deuda pública no ha dejado de crecer, hasta colocarse en la tercera posición mundial, superando ya en más del 20% la cifra del Producto Interior Bruto.

Mientras tanto, aunque Tremonting es un reputado fiscalista, y condueño de un despacho solicitadísimo por las mejores firmas, la evasión fiscal vaticaliana cabalga indómita hacia los 150.000 millones de euros anuales (según confesión propia al FT, se trata de una cifra "increíble"), y Bruselas lleva dos años imponiéndole ajustes y más ajustes (como a todos, por lo demás) que él presenta al público con una sonrisa medio cínica, entre eslóganes de autopromoción, profusión de palabros en inglés y un caos digno de peores causas.

Cuando Tremonti presenta sus ajustes a sangre y lágrimas, generalmente con Berlusconi al lado, es mucho mejor apagar la tele y esperar a que acabe la conferencia de prensa. Se entera uno mucho más.

El último lo ha presentado el otro día y aquello parecía Robin Hood y la revolución francesa hechos ajuste divino. En el borrador había reformas y bajadas de impuestos, medidas para el desarrollo, tasas contra la especulación financiera de los bancos, golpazos a los dueños de coches potentes, recortes impresionantes del gasto de la política, en fin un capolavoro megaético que asegura la reducción del déficit y costará apenas 47.000 millones, aunque la mayor parte, no se asusten, la haremos en 2013 y en 2014, que para entonces ya habrá aquí otros a quien escupir y tirar monedillas a la cara.

Un par de días después, cuando la propaganda deja poco a poco sitio a los datos reales y a la fría verdad, empiezan a conocerse los detalles y toma forma el verdadero rostro de Tremonting: el ajuste vale en realidad 68.000 millones, pega un palo del carajo a los pequeños ahorradores que invierten en títulos del Estado, a los bancos les íbamos a crujir pero al final no nos hemos atrevido, los impuestos suben por todas partes pero son los ayuntamientos y las regiones quienes lo hacen, nosotros no metemos la mano en el bolsillo de los italianos, aunque las pensiones de los jóvenes trabajadores no alcanzarán ni de lejos los 1.000 euros cuando se jubilen.

Algunos habrán visto además las imágenes de la edificante rueda de prensa de los cuatro o cinco ministros vaticalianos en fila, esa que Tremonti suspendió el lunes por "mal tiempo" cuando Napolitano cazó a Silvietto metiendo de matute la inocente y muy solidaria cláusula que iba a ahorrarle 750 millones a Fininvest "porque con esta crisis pagar indemnizaciones así pone en riesgo la viabilidad de muchísimas empresas", y no quisiera yo tener que despedir a 500 o 600 trabajadores justo ahora.

El vídeo es este de aquí abajo, y en él Tremonti radia para sus amigos la alocución de su colega Renato Brunetta, el pequeño titular de Administraciones Públicas. Le dice de todo menos guapo. Cretino, estúpido, típica intervención suicida, tonto, ¿le oyes, no es bobo de remate?. "No, ni siquiera le sigo", contesta Sacconi, otro buen católico socialista.

 

En fin, como diríamos en Españaza, un ambientón de cojones, mientras la deuda cotiza a 225 y bate récords cada día.

Bueno, pero ello no era todo. Resulta que ayer llega una juez de Nápoles, y ordena arrestar a Marco Milanese, que ha sido desde 2001 la mano derecha de Tremonting. Los magistrados que investigan los oscuros trapicheos de la logia masónica P4 afirman que el diputado del Pueblo de la Libertad, que dimitió hace una semana de su cargo de asesor en Economía, es quien paga el alquilercito de 8.500 euros mensuales de la casa romana donde vive el ministro del Tesoro.

Hace un año, otro ministro, Claudio Scajola, dimitó de su cargo cuando se supo que un constructor, Diego Anemone, le había pagado más de la mitad del piso que compró con vistas al Coliseo. Scajola dijo que no tenía ni idea, pero que si se enteraba de que eso era verdad, dimitiría. Y al fin, dimitió.

Hoy, Tremonti ha respondido a la acusación con una nota muy suya, en la que afirma que esa casa en absoluto es suya, pues él duerme tres veces por semana en Roma desde hace 15 años pero nunca ha tenido casa porque él solo tiene casa en Pavía. Añade el ministro de Economía de Pavía que Milanese le ofreció okupar su modesta morada "temporalmente" y que él aceptó (quizá por ahorrar en hotel para reducir el gasto público) aunque la casa estaba "a su entera disposición" (de Milanese). Pero que, en fin, dado como están las cosas, no se hable más, esta misma noche hace las maletas y se larga con los calzoncillos y el cepillo dientes a otra parte. 

Caso cerrado. Los grandes hombres resuelven así los problemas. Rápido y con un par.

Lo malo, ay, es que la investigación ofrece nuevos elementos de sobornos, chantajes cruzados, corrupción, lujos excesivos y ajustes de cuentas en la cúpula tanto del Ministerio de Economía como en la de la Guardia de Finanzas, la policía financiera que depende del Tesoro y de la que era un alto oficial Marco Milanese, quien ha sido imputado por corrupción y revelación de secretos oficiales.

La jueza asegura además que el pisito de 8.500 euros donde habita Tremonti es propiedad de la institución llamada Pio Sodalizio dei Piceni, y añade que en el apartamento se hicieron obras de reforma por valor de 200.000 euros que "Milanese nunca ha pagado". Se supone que Tremonti tampoco, y eso le honra. No están las cosas para dispendios.

Ahora, lo del pío sodalicio merece un paréntesis: fundada a inicios de 1600, era en origen una asociación de marchigiani (nativos de Las Marcas, capital Ascoli Piceno). Luego fue convertida en la Confraternidad della Santa Casa di Loreto en 1633 por el papa Urbano VIII, y más tarde Inocencio XI les ascendió a Archiconfraternidad de la Nación Picena en 1667. Es decir, una especie de Liga del Norte del Renacimiento tardío.

Pasaron los siglos, y en 1963, afirma la web del ente, el Pio Sodalizio dei Piceni dejó de ser Obra Pía y pasó a ser Fundación Escolástica, y desde aquel día está bajo control del Ministerio de la Universidad y la Investigación Científica. La ironía quiere que Tremonti, buen socialista católico, haya recortado en estos años cientos de millones de euros a la universidad y la investigación, pero ni un solo céntimo a los colegios católicos concertados (CCC). Claro que viviendo de gorra en un piso del Pío Sodalicio que cuesta 8.500 pavos mensuales, la cosa tiene menos mérito.

Según la juez Amelia Primavera, que firma la orden de arresto, la relación entre Milanese y Tremonti sigue siendo "estrecha y próspera" y "muy poco clara", ya que un año antes de que fuera firmado el contrato con el Pio Sodalizio dei Piceni, Tremonti entregó a Milanese un cheque de 8.000 euros. ¿Pero quién no le ha entregado alguna vez un cheque de 8.000 euros a su mano derecha, sobre todo si le pone un piso a toda madre en el centro de Roma, a dos pasos del Hotel Raffaele donde aquellos ingratos le tiraron las liras a Bettino Craxi?

La juez revela además que, en su declaración judicial, Tremonti (que no está acusado de ningún delito) afirmó que dentro de la Guardia de Finanzas hay "diversas corrientes enfrentadas entre ellas", y que "algunos representantes del Cuerpo (mmmmm) mantienen estrecho contacto con el presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi". Este extremo inquieta, porque parece denotar cierta inquina entre Giulio y Silvio. A no ser que los representantes del Cuerpo fueran jóvenes escasas de ropa.

Pero lo mejor queda para el final. Según los magistrados, Milanese ha tejido una red de influencias, poder y chantajes desde 2004 explotando su "posición privilegiada" de "asesor del ministro Tremonti y de alto oficial de la Guardia de Finanzas", y ha filtrado informaciones a empresarios sobre las investigaciones de la policía tributaria. Pas mal, siendo como era, dice la jueza, "uno de los máximos exponentes que el ministerio había designado para reprimir la evasión fiscal".

¿Increíble, no? Sí, resulta realmente increíble que con tipos así al frente de la lucha contra la evasión, la evasión fiscal 'under Tremonting' encabece las tablas europeas.

El auto judicial concluye afirmando que, a cambio de dar esa información reservada sobre investigaciones de la Guardia de Finanzas, la mano derecha de Tremonti recibió del empresario Paolo Viscione "joyas, relojes, coches de lujo (Aston Martin y Ferrari), viajes y 450.000 euros en contante, por una suma total de más de un millón de euros".

De todo este párrafo, Tremonting no comenta ni mu en su nota exculpatoria. Quizá es que la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha. O tal vez que Milanese guardaba los relojes, las joyas, los cochecitos, los viajes y los jurdoses lejos del alcance de Tremonting, y que las tres noches por semana que dormían juntos se desnudaba en otras alas de la mansión. No fuera a ser que se los confiscara. O confiscase.

Como decíamos hace unos días, es lo bueno que tiene Vaticalia. Todo fluye, y la ley de Murphy nunca falla. Y bueno te hará el que la poltrona te quitará.

Un apunte final debido a Milena Gabanelli, la directora del fabuloso programa Report, de RAI3, el espacio más odiado de Tremonti. El ministro pasó el día de ayer conectado en directo con el Consejo de Administración de la RAI intentando que no se discutiera sobre la continuidad del programa. Como suele, a Tremonting le preocupa mucho más la imagen que la sustancia.

 

 

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Esta vez Mister B. se ha superado a sí mismo. El gran prestidigitador, nada por acá nada por allá, ha colado la penúltima trila 'ad personam', o mejor dicho 'ad empresam', con nocturnidad, alevosía y mientras sus socios y ministros descansaban durante el fin de semana. No cuesta nada imaginarle cocinando el nuevo truco diseñado para evitar que Fininvest pague 750 millones de indemnización a CIR en sus estancias privadas. Con un abogado civil, seguramente una mujer, sin consultar siquiera con su penalista Niccoló Ghedini ni con sus diputados más forofos y obedientes. Triste, solitario y final.

Por el momento, no se sabe quién estaba con él mientras metía una morcilla criminal al artículo 37 del ajuste presupuestario que reducirá en 50.000 millones de euros (un 3% del PIB) el gasto público para llegar al déficit cero en 2014. El escándalo de incluir una norma privadísima en medio de un reajuste que recorta a sangre y fuego el gasto en sanidad, educación y pensiones ha logrado incluso escandalizar a gente poco dada al sonrojo, como Giulio Tremonti, Franco Frattini o Umberto Bossi. Pero la retirada anunciada hoy sin un mínimo signo de arrepentimiento ha sido digna del victimismo que ha hecho famoso a su autor: la norma es justísima, pero el vergonzoso montaje organizado por la oposición nos aconseja retirarla, ha dicho.

La iniquidad de un primer ministro que entró en política cuando sus empresas estaban cerca de la quiebra afirmando que gestionaría Italia como una empresa y que hoy amasa la primera fortuna del país mientras el Estado es el que menos ha crecido del mundo tras Haití y Zimbawe, ha caracterizado estos últimos 17 años en Vaticalia.

Pero el nuevo y patético intento de violar el Estado de Derecho usando de tapadillo una ley financiera que ha sido pactada con la Comisión Europea ha sido tan impúdico, tan desesperado, que solo indica una cosa: la suerte de B. está definitivamente echada.

Cuando tu propia mayoría te da por un insensato, y tu ministro de Economía se ve obligado a anular la conferencia de prensa de presentación del ajuste aduciendo mal tiempo en pleno mes de julio, quiere decir que la cosa no tiene solución. Berlusconi es hoy como el boxeador sonado que da guantazos al aire mientras boquea en el rincón. Pero solo la Liga y sus segundones del Pueblo de la Libertad pueden tirar la esponja por él, para quitarle cuanto antes de la circulación y salvar el mínimo resto de credibilidad y prestigio que le queda a su Gobierno.

Si no lo hacen pronto, el boxeador gagá arrastrará en su caída al país, y nadie podrá evitar un final a la griega o incluso algo peor. B. ha perdido por completo el sentido de la realidad. Queda por ver si quienes lo sostienen contra su propio beneficio mantienen todavía un mínimo de decencia y de decoro, o si prefieren precipitarse en el abismo con el líder que solo piensa en sí mismo y en el dinero que a lo largo de estos infames 17 años le han convertido en un primer ministro sin pueblo pero con Parlamento.

 

 

 

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SOBRE EL BLOG

Como dijo un alemán, Italia es como una diva de Hollywood: “Todos la miran admirados pero nadie la comprende”. Este año, el país festejará el 150 aniversario de la unidad y los 82 años de su divorcio del Vaticano. Pero ¿estamos seguros de que Italia y el Vaticano son dos Estados distintos? Uno vive subsumido en el otro, aunque no resulta fácil decir quién subsume más a quién. Lo único claro es que Vaticalia es una mina informativa: pecados y delitos, mafias y masonerías, santos y 'velinas', vida interior y noches locas, Ratzinger y Berlusconi... ¡Viva Vaticalia!

Sobre el autor

Miguel Mora

Miguel Mora. Corresponsal en Roma, antes en Lisboa, fue redactor en la sección de Cultura durante diez años y en la Edición Internacional durante cuatro. Trabaja en EL PAÍS desde 1992, es autor del libro ‘La voz de los flamencos’ y sigue siendo, pese a todo, un atletista empedernido.

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