Cuando bailaba Carmen Amaya era como cuando el granizo pega contra el cristal, escribió una vez Juan Marsé citando a Jean Cocteau.
Así anda más o menos Vaticalia, desoncertada por la atronadora resonancia global que ha alcanzado la podredumbre moral que gira en torno al penúltimo escándalo de su anciano primer ministro.
Mucha gente está indignada, avergonzada, mortificada, triste, y eso parece un síntoma malísimo para B., que trata como sea de ganar tiempo (ayer anunció que no irá a Milán a declarar el fin de semana y el Parlamento ha aplazado hoy la decisión de autorizar el registro en la oficina de su contable hasta dentro de diez días a contar desde el martes próximo).
Cae granizo a discreción, y la única táctica es esperar a que escampe.