Proponemos hoy una rareza bloguera: una entrevista. Con un personaje extraordinario: un obispo italiano (emérito) que habla, todavía, en nombre de la base de la Iglesia y no de la jerarquía. Que no rehúye ninguna pregunta y que responde siempre con libertad, sin miedo, y con una claridad meridiana.
Es un obispo laico. Quizá el último de los que quedan en Vaticalia (y en España). Se llama Luigi Bettazzi, y nació en Treviso en 1923.
En los años setenta, ochenta y noventa, solía escribir cartas abiertas a los políticos italianos para participar en el debate social siguiendo las recomendaciones del Concilio Vaticano II sobre la contribución de la Iglesia al bien común. Una de aquellas cartas, enviada al líder comunista Enrico Berlinguer, se hizo célebre porque Bettazzi pidió al creador del eurocomunismo que demostrara si el PCI estaba comprometido con el interés del país o con la ideología."Berlinguer me contestó quince meses más tarde”, recuerda Bettazzi. “Y me dijo que los comunistas no eran ateos, ni anti-teocráticos sino simplemente laicos”.
Según recordó Joseph Ratzinger el domingo, el ya beato Karol Wojtyla hizo una lectura "mariana" del Concilio Vaticano II. Por contraste, Bettazzi participó en tres sesiones de aquella asamblea que cambió el rostro de la Iglesia un día de 1965 citando al filósofo Antonio Rosmini, autor de la obra ‘Cinco plagas de la Santa Iglesia’, que entonces estaba todavía en el Índice de obras prohibidas por el Santo Oficio.
Unos años más tarde, en 1978, siendo presidente del movimiento pacifista Pax Christi, Bettazzi se ofreció voluntario a la curia junto a otros dos obispos (Riva y Ablondi) para intercambiarse como prisionero de las Brigadas Rojas con el líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, que en aquel momento estaba secuestrado y acabó siendo asesinado.
Teólogo y filósofo, Bettazzi tiene hoy 87 años, pero sigue siendo –aunque lleva 11 retirado- la voz del catolicismo de base italiano, incluida la de algunos obispos heterodoxos que por motivos de “oportunidad institucional” (eufemismo eclesial que quiere decir censura) no se expresan libremente para no ser represaliados. Hace unas semanas, ha vuelto a la plaza pública y se ha manifestado contra el berlusconismo rampante y la actitud complaciente o cómplice de la curia vaticaliana con ese sistema "basado en el poder de compra y que ha arrasado la moralidad pública”, dice.
Bettazzi vive con una pequeña comunidad de inmigrantes africanos en el castillo episcopal de Albiano, cerca de Turín. Es la residencia de verano de los obispos de Ivrea, ciudad de la que fue obispo entre 1966 y 1999 y de la que sigue siendo emérito.
Desde allí atiende amable el teléfono. Perspicaz y penetrante, al final se arrepiente de haber hablado tanto, pero dice: “Bah, total no tengo nada que perder”.
-¿La Iglesia italiana está dividida en torno a Berlusconi?
-Las bases están molestas y desconcertadas. Pero una parte de la Iglesia dice que no podemos renunciar a los principios innegociables que su Gobierno promete respetar, el aborto, la eutanasia, esas cosas. No tienen en cuenta que el comportamiento de libertad total y de ilegalidad que mantiene es perjudicial para los jóvenes, que aprenden que no importa cumplir la ley, trabajar, ni esforzarse por los demás, sino hacer el pícaro, ser el más furbo. La Iglesia no aprueba las leyes, pero si no se cumplen, ¿qué tipo de modelo da a la sociedad?
-Esa doctrina ha sido acuñada por Vittorio Messori: “Mejor un gobernante putero que hace buenas leyes para la Iglesia que uno católico que hace leyes malas”, dice.
-Lo de Messori explica la hostilidad hacia Romano Prodi, que es un verdadero católico pero admitía ciertas leyes, por ejemplo sobre las parejas de hecho, pensando que quien gobierna debe limitarse a mantener una atmósfera de respeto y luego que cada cual siga su orientación moral. Lo que los defensores de este Gobierno no tienen en cuenta es que los jóvenes han dejado de ir a la iglesia porque creen que confundimos la defensa de nuestros intereses con la defensa del bien común. Si reducimos la exigencia al aborto y la eutanasia y olvidamos el resto, la Iglesia no sigue el Concilio. No se trata de “la humanidad para la Iglesia”, sino de “la Iglesia para la humanidad”. El gran principio que mueve a los cristianos es la solidaridad. Incluso la oposición al aborto y la eutanasia vienen de ahí, de la solidaridad con los más pequeños y los más indefensos. Pero al mismo tiempo aceptamos una política de inmigración como la que tenemos, basada primero en un acuerdo impresentable con Libia y después en la falta absoluta de humanidad.
-El obispo de Comunión y Liberación Luigi Negri ha defendido a Berlusconi diciendo que los jueces forman un "órgano subversivo". ¿Por qué le escribió usted una carta abierta?
-Es solo un diálogo entre obispos… Comunión y Liberación está saliendo de esa mentalidad preconciliar con un gran esfuerzo. Creen que la Iglesia es siempre buena haga lo que haga. Quizá olvidan que aunque Berlusconi prohíba el aborto y la eutanasia, los ricos seguirán haciendo ambas cosas, con lo que los pobres ven, con razón, que las leyes solo valen para algunos. Muchos católicos están hoy condicionados por esa política del pasado que veía a la izquierda como enemiga de la Iglesia, y a la derecha como su garantía.
-Curioso, porque se diría que en el centro izquierda hay más católicos que con Berlusconi.
-Cuando desaparecieron la DC y el PCI, los católicos confluyeron en los partidos de centro izquierda. Pero la Iglesia no se fía de ellos como de Berlusconi, y justo por eso le ayudan a resistir. Ahora, su vida privada, que por cierto no nos interesa nada, y su afición a la ilegalidad se han convertido en un problema. Hay un malestar muy fuerte entre las bases, que dicen “pero cómo podéis no decir nada”. Y lo peor es que no decir nada confirma la idea de que si uno tiene dinero y el apoyo de la Iglesia puede hacer cualquier cosa, se le permite todo.
-Comunión y Liberación es un movimiento religioso y factura 70.000 millones anuales. ¿Es compatible eso con el mensaje de Cristo y la doctrina?
-Bueno, ellos piensan que todo lo que se haga dentro de la Iglesia es lícito. Por decir un nombre, es el método de San Juan Bosco, que en la época de Cavour apoyó a los masones porque le ayudaban. Es decir, los grandes valores importan menos que la Iglesia. Da igual quién lo haga y cómo sea. Hoy hay salvación para todos, si creen. Ya no hay limbo porque el Papa lo suprimió en 2007. Estuve en África y las monjas me decían: “¿Y ahora qué hacemos sin limbo, cambia todo?”. Pregúntenle al Papa, les dije. Lo cierto es que hoy se salvan todos.
-¿Y no cree que tanto silencio será al final contraproducente para el Vaticano y la Iglesia italiana?
-Un obispo siempre debe decir que el Vaticano mira lejos, pero estamos todavía en el fatigoso camino hacia la creencia de que lo importante es el bien común y no los intereses de la Iglesia. Berlusconi es un problema del que no saben cómo salir. A la Iglesia le hubiera gustado que cayera en diciembre, cuando Fini puso la moción de censura, y que el primer ministro hubiera sido Gianni Letta, su número dos, que es Gentilhombre del Papa, pero no pudo ser...
-¿Qué diría que ha supuesto para Italia y Europa el berlusconismo?
-La pérdida de toda conciencia moral y cívica. La ley ya no cuenta, solo cuenta el dinero. Los italianos le votan porque tiene dinero, sin darse cuenta de que lo ha hecho aprovechándose de ellos. Esa pérdida de moralidad pública estaba en el ADN italiano, pero él la ha llevado al máximo. Triunfa el más pícaro, el ilegal, el más rico. Su poder se basa en la capacidad de comprar. Ha comprado a algunos finianos que se fueron, y podría comprarse todo el Parlamento, pero tampoco le hace falta, muchos diputados de ambos lados necesitan acabar la legislatura para poder acceder a la pensión vitalicia. Y la Iglesia seguirá a su lado porque no le cobra el IBI de las casas y financia los colegios católicos.
-¿Ve alguna solución posible a esa parálisis?
-La única sería una lista cívica que elabore una ley de conflicto de intereses y una nueva ley electoral mientras vigila las cuentas. Yo me fío de Prodi y me fío de Rosy Bindi, son verdaderos católicos. Antes se decía que la izquierda era más transparente que la derecha, pero se ve que el berlusconismo les ha contagiado y hoy muchos pisotean la ley. Nichi Vendola, el Gobernador de Pulla, me parece una persona recta. Pero suscita perplejidades (se declara homosexual, comunista y católico), y eso permitiría a los de siempre hacerle el vacío. De manera que, probablemente, el problema no tiene solución.