Premios y quinielas de Cannes 2013 ¿Ganará 'La vida de Adèle'?

Por: | 26 de mayo de 2013

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Mañana de domingo en Cannes. Un clásico del rumor. Pero todo son eso: rumores. Solo el jurado, Thierry Frémoux -director del festival- y, desde más o menos las doce del mediodía los premiados -aunque muchos no saben exactamente qué galardón han recibido- pueden responder a esta pregunta: ¿quiénes han sido los triunfadores? Mientras, el resto de los diversos trofeos ya han sido anunciados. En la cabeza de todas las quinielas, una única película: La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche.

B3381dbe20814688af213da687450f70-6f0d161b02d04d32bd457bead3f5bfd0-2¿Cómo se comporta un jurado? Depende mucho del presidente. Hace unos días Enrique González Macho, persidente de la Academia y miembro en Cannes en esta edición del jurado de Una cierta mirada, contaba que ellos lo llevaban bastante bien. No tenían charlas intensas diarias, sino que el director danés Thomas Vinterberg, el presidente de ese jurado, les dio cierta libertad: a mitad del festival se reunieron para descartar filmes, y siguieron viéndose en los pases. Además, eran un número manejable, cinco (González Macho, Vinterberg, las actrices Zhan Ziyi y Ludovine Sagnier y la directora del festival de Rio Ilda Santiago), e impar: el voto del presidente no era de calidad porque nunca habría empate. Encima, en Una cierta mirada solo tenían obligación de entregar un premio: el de mejor película. El resto quedaba a su antojo, y por eso ayer, por ejemplo, entregaron un galardón a todo el reparto de La jaula de oro.

Sin embargo, el de la oficial ya es otra cosa. El presidente suele tener gran peso, y más en este caso tratándose de Steven Spielberg. Como en cualquier jurado, la rutina de trabajo la marca ese presidente y al parecer, como ha hecho en otros años por ejemplo Clint Eastwood, les ha dado también bastante libertad, no se han reunido en tediosos encuentros diarios, ni han tenido que vivir juntos. Son nueve, un número ya muy amplio. Y de gustos muy variados: los directores Lynne Ramsay, Ang Lee, Cristian Mungiu y Naomi Kawase, las actrices Nicole Kidman y Vidya Balan, y los actores Christoph Waltz y Daniel Auteuil. Gente creíble ha contado que Spielberg se pasó las mañanas de los primeros días viendo en su yate -sí, él y su familia duermen en un yate- las películas de sus compañeros de jurado -él mismo reconoció no haber visto la obra de alguno, pero sí sabía que hablaban una lengua común, la del cine-: es decir que se ha empapado de Kawase. Ramsay y Mungiu, y habrá recuperado algún título de las extensas filmografías de Auteuil y Balan (el resto se le presupone conocido).

Pero nadie sabe cómo es por dentro un jurado. Y solo años después empiezan a aparecer algunas pistas. Por ejemplo: el de Cannes 2004 fue el primero en dar explicaciones a la prensa. Aquel lo presidía Quentin Tarantino, y en él estaban Kathleen Turner, Jerry Schatzberg, Tilda Swinton, Tsui Hark y Benoît Poelvoorde, entre otros. Ellos premiaron Fahrenheit 9/11, de Michael Moore, y todos señalaron a Tarantino, que en rueda de prensa contó que solo les había preocupado el buen cine, y no el mensaje: "Estuvimos de acuerdo con que Fahrenheit 9/11 era la mejor de la competición por su humor, por su espíritu satírico". Años más tarde se supo en que en realidad, el ritmo de aquel jurado lo impuso Poelvoorde, el actor belga, que fue quien centró los debates: nadie lo hubiera sospechado.

Así que llegamos a la pregunta clave: Steven Spielberg, que solo ha rodado una secuencia sexual en su carrera -en Munich, y estaba como escondida-, ¿premiará a La vida de Adèle, un filme de amor lésbico con las secuencias sexuales más completas y complejas de los últimos tiempos? Si miramos los cuadros de la crítica, que los hay y variados en Internet o en revistas como Gala, Le film français o The Hollywood reporter, no parece quedarle otra. Más aún, ayer la crítica internacional, que otorga el premio FIPRESCI, también eligió a La vida de Adèle como la mejor de la competición oficial. ¿Se le habrá revelado el jurado? Las deliberaciones se realizaron ayer viernes para poder traer a Cannes a los galardonados: cuanto más lejos vivan, antes se habrán enterado. A los franceses, los últimos, se lo habrán dicho esta mañana. Pero cineastas como el estadounidense Alexander Payne (Nebraska) o el japonés Hirokazu Kore-eda (Like father, like son) seguían en Cannes. Si han ganado los Coen (Inside Llewyn Davis), los habrán sacado a la carrera desde Estados Unidos. A estas alturas de la mañana, quien no haya recibido la llamada de Frémaux, ya no necesita salir de viaje o puede volverse a casa. Spielberg no es tonto: la película de Kechiche es la mejor, aunque todo depende también de cómo soplen los vientos entre el resto de sus compañeros. Si vale para aumentar los rumores, hoy el festival proyecta entera toda la competición oficial en sus diversas salas, y ha reservado la Debussy (la segunda más grande del Palais) para poner allí La vida de Adèle, Inside Llewyn Davis y Like father, like son.

Un posible palmarés que contentara a todos sería:

Palma de Oro: La vida de Adèle.

Gran premio del jurado: Inside Llewyn Davis.

Premio del jurado: Like father, like son.

Mejor dirección: Alexander Payne o Paolo Sorrentino, por La grande bellezza.

Mejor actor: Michael Douglas, por Behind the candelabra, que podría compartir con su compañero de reparto Matt Damon, y sin perder de vista a Toni Servillo por La grande belleza ni a Bruce Dern por Nebraska.

Mejor actriz: Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux por La vida de Adèle. Sería ex aequo, pero ¿son capaces de dar dos premios de interpretación compartidos el mismo año?

Otro jurado complejo es el de la Cámara de Oro, que premia a la mejor ópera prima de las cuatro grandes secciones de Cannes (las dos del festival, más la Quincena de Realizadores y la Semana de la Crítica). El anuncio de su premio se lee en la ceremonia oficial y el jurado lo ha presidido Agnès Varda (en él estaba Isabel Coixet). Han visto 26 títulos en la labor más ingrata de todo el certamen: mucho sufrimiento para poco placer y menos lucimiento.

Un último pensamiento. Hace unos días Thierry Frémaux confesó que había tendio grandes problemas para encontrar películas con las que completar la sección Oficial, que mucha gente está aguardando a sacar sus títulos para otoño y desde Toronto arrancar sus carreras hacia los Oscar. Y que eso valía tanto para los estadounidenses como para los asiáticos y los europeos. Eso abre las puertas a que tanto Venecia como San Sebastián tengan grandes concursos. El tiempo dirá.

Hay 1 Comentarios

"La vida de Adele" es la película más machista que he visto en mi vida, además de perversa, tanto ella como sus intenciones, porque me parece repugnante cómo se abusó de estas dos actrices jóvenes por parte de un director ávido de morbo. Creo que no hacía ninguna falta mostrar tantísimo sexo y que si se hizo así fue únicamente para buscar polémica y audiencia, que se cargaron una novela original extraordinaria en función solo de la búsqueda de esta fantasía masculina heterosexual, que si hubieran sido dos hombres los protagonistas no habrían ido tan lejos las escenas de cama y tampoco la película habría sido tan alabada ni tan premiada y que de hecho si fue así fue porque los críticos (hombres heterosexuales, recordemos, en su mayoría) la valoraron más con los genitales que con el cerebro, ya que objetivamente es una historia bastante mediocre que no aporta nada.
Por eso estoy en general de acuerdo en todo lo que plantean las lesbianas indignadas con esta película y también me rebelo contra la hipocresía y la imbecilidad de los críticos y festivales correspondientes. El sexo en el cine muchas veces actúa como un reclamo morboso en si mismo que se desconecta del relato en el que está inserto. Desde luego la película que nos ocupa es un ejemplo claro de este efecto, y entiendo por ello la ira que ha provocado.
La cuestión es: ¿es lícito mostrar sexo actuado en un relato? Yo pienso que sí, claro. Pero también es cierto que el carácter claramente perturbador de la visión de personas, aunque sea fingido, practicando sexo muchas veces no complementa la narración sino que ejerce como elemento distorsionante. Y, por supuesto, en “La vida de Adele” esto está llevado al extremo porque realmente las actrices están representando su sexo de una forma tan expícita que cuesta trabajo decantarse por si es sexo fingido o real. Para un espectador masculino heterosexual este momento claramente se desconecta del relato porque la excitación de ver esta fantasía es lo único que importa en ese momento. Y es normal que sea así. Lo lamentable es que el director y los críticos alabadores sean tan cínicos e hipócritas para hacer pasar este elemento determinante de la película como un hermoso complemento y no como un reclamo morboso, y por ende, comercial.
Si quiero ver sexo, veo porno. Pero no me vendas cine con algo demasiado parecido al porno porque somos todos mayores y me estás tomando por tonto.

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