Joaquín Garralda - Decano de Ordenación Académica y Experto en RSC de IE Business School
La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado 2012 como el Año Internacional de las Cooperativas bajo el lema: “Las Empresas Cooperativas construyen un mundo mejor". Naciones Unidas insta a los Gobiernos a que promuevan su desarrollo debido a su contribución al desarrollo socioeconómico y en particular por su impacto en la reducción de la pobreza, la generación de empleo, el desarrollo sostenible y la inclusión social.
Indudablemente estos efectos son los que muchos programas de RSC persiguen con sus iniciativas. ¿Podríamos deducir entonces que este tipo de empresas cooperativas van a tener un importante desarrollo en un entorno social sensible a la RSC? Es decir, de las letras ASG (se refieren a temas Ambientales, Sociales y de buen Gobierno), ¿cómo se relaciona la G con las otras dos siglas?
En el Sistema de Mercado, el potencial conflicto de los intereses de los directivos con los de los propietarios se ha resuelto mediante el uso de incentivos variables alineados con los intereses del accionista. El resultado no siempre es el deseado como se ha apreciado en la actual crisis, donde la perspectiva cortoplacista de los incentivos ha producido comportamientos inadecuados de resultados perversos, sobre todo en la gestión de riesgos.
Cuando además la empresa cotiza en Bolsa, la separación entre la propiedad y el control suele ser mayor siendo una razón por la cual las iniciativas de RSC no se implanten, aunque desde una de las dos posiciones así lo deseen. Puede ocurrir que los directivos no se atrevan a tomar medidas de RSC por no contrariar a unos accionistas cortoplacistas. Y puede que los accionistas no logren hacer llegar a los directivos un mensaje favorable a la RSC, no alineado con incentivos cortoplacistas.
Además, se ha comprobado que la ausencia de la figura del propietario en una estructura de gobernanza -como es el caso de las Cajas, con un modelo fundación/empresa- tiende a que no se rinda cuentas convenientemente, poniendo en riesgo la sostenibilidad a largo plazo de la organización, a pesar de que tengan un carácter marcadamente social.
Las cooperativas agrícolas, como vehículo que utilizan los agricultores que tratan de defenderse ante unos distribuidores más fuertes, tiene una amplia tradición como se puede apreciar en que en Japón aproximadamente el 90% de los productores agrícolas forman parte de una cooperativa y en Francia es el 75%. Desde el otro lado del mercado, desde la demanda, es bastante usual la asociación de compradores individuales para obtener una posición más fuerte ante situaciones de alta concentración de los ofertantes. En el Reino Unido, The Co-operative Group, es una entidad donde trabajan 106.000 personas y tiene unos ingresos de 13.000 millones de libras en 2011, cuyos propietarios son 6 millones de consumidores.
Las cooperativas de carácter industrial, en las que sus empleados son los propietarios y también los gestores directos, en general suelen ser PYMEs que a veces se agrupan en un cluster informal pero de fuertes raíces culturales como el cluster textil de la Comunidad del Prato en Italia o el cluster del calzado de Elda en España. En algunos casos, pueden alcanzar un importante tamaño como el Grupo Mondragón, una de las mayores cooperativas del mundo, con un marcado carácter industrial, que integra además servicios de salud, financieros y educación, incluida una Universidad. Así como el caso de John Lewis, cuyo origen se remonta al año 1920, una cooperativa líder con unas ventas de 8.700 millones de libras y 81.000 empleados.
Las señas de identidad de estas cooperativas son su fuerte carácter local y la solidaridad entre sus miembros y con su comunidad, lo que conduce a una natural implantación de medidas de RSC. Los ejemplos indicados conducen a considerar que en entornos sensibles a la RSC y en los que además el déficit público obliga a controlar los gastos sociales del Gobierno, están creciendo organizaciones en las que la propiedad de las empresas no condiciona su gestión y en las que los directivos no están separados de los empleados ni del motivo social de la organización.
Especialista en Estrategia, el profesor Joaquín Garralda lleva más de dos décadas estudiando la cultura interna de la empresa y el análisis estratégico. En la actualidad es el Secretario de la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas (UN Global Compact), desde el 2000 es miembro de la Comisión Ética del Fondo Ético de Morgan Stanley (actualmente Invercaixa) y es miembro del Consejo Estatal de RSE.