Gildo Seisdedos - Experto en city marketing de IE Business School.
Este otoño me ha permitido ver de cerca la realidad de las ciudades europeas y latinomericanas y comprobar una vez más que el problema no es tanto de capacidades (o incluso de recursos) sino que subyace un problema de diseño. Nuestras ciudades necesitan ser rediseñadas y los profesionales de la ciudad tienen muy claro cuáles son las líneas maestras de este trabajo. ¿Cómo impulsar este rediseño? ¿Cómo avanzar hacia ese nuevo modelo de ciudad, hacia esa smart city, siempre en el horizonte, siempre en el mañana pero nunca en el hoy? Estas y otras cuestiones estarán presentes, sin duda, en el Smart City Expo World Congress que se celebra del 13 al 15 de noviembre en Barcelona. En mi opinión, la respuesta es doble ya que vivimos en un mundo a, al menos, dos velocidades.
Así, cuando miramos hacia Europa, ese rediseño requiere reformar estructuras y procesos fuertemente implantados. Precisa de un nuevo marco institucional, de una nuevo marco competencial, de esa segunda descentralización que requiere unos municipios con más músculo, menos atomizados para asumir con éxito una nueva generación de funciones. Desgraciadamente, y sin caer en el pesimismo, pocos parecen los avances cuando miramos en esta dirección.
Pero en cambio, el panorama es radicalmente diferente cuando miramos hacia fuera y descubrimos el panorama urbano en regiones como Latinoamérica. Especialmente relevante este último caso ya que, a las raíces compartidas, hay que añadir un momento urbano y una coyuntura económica sumamente interesantes. El proceso de expansión demográfica y urbanización está comenzando a entrar en una etapa de madurez que las hace más atractivas. No es por casualidad que el reciente informe de ONU Habitat sobre el estado de las ciudades en América latina y Caribe lleve por subtítulo “Rumbo a una nueva transición urbana”. Una nueva transición urbana no orientada ya a acomodar más personas llegando del campo, sino para garantizar una mejora fundamental de la calidad de vida en las ciudades. La explosión urbana es cosa del pasado peor deja como herencia la región más urbanizada del planeta con más de un 80% de población viviendo en ciudades, mucho más que la de Europa.
Esta región está, con sus luces y sus sombras, consiguiendo absorber el tremendo impacto de un fulgurante proceso de urbanización que está perdiendo intensidad cuantitativa debido a que uno de sus motores, el crecimiento demográfico, se ha frenado de la mano de su virtuosa correlación con el desarrollo económico. Llega para la región el momento de poder dedicar esfuerzos y recursos a lo importante al aflojar la presión de lo urgente y perentorio.
América latina cuenta con todos los elementos para configurarse como la punta de lanza de nuevas formas de gobernanza urbana: conocimiento, experiencia y capacidades institucionales para impulsar políticas urbanas orientadas al desarrollo económico y la inclusión social en los sectores de la vivienda, de los espacios públicos, de los servicios de agua y saneamiento, así como del transporte. Las ciudades cuentan también con una sociedad civil muy activa, organizada y comprometida con la reducción.
La historia sin embargo se repite y, a pesar de la desaceleración del crecimiento demográfico, el espacio edificado sigue en expansión. Con la construcción de nuevos complejos residenciales, centros comerciales, zonas industriales y con la aparición de nuevos barrios informales, las ciudades se expanden físicamente a un ritmo que puede llegar a ser dos o tres veces superior al del incremento de población. En Europa este panorama nos suena tremendamente familiar. La dispersión de las ciudades en el territorio plantea desafíos para su gestión y sostenibilidad compartidos por nuestras ciudades y en las que la experiencia europea permite trabajar hacia el futuro con escenarios ya experimentados.
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