Marie-José Garot, titular de la Cátedra Jean Monnet-IE
Ya está estudiado que la mente humana tiende a recordar más las cosas negativas que las positivas. Por eso, no está de más en esta complicada época que vive la Unión Europea, recordar que ante todo, la historia de la Unión, es una historia de éxito.
El contexto de fin de año, con sus tradicionales felicitaciones navideñas, se presta además perfectamente a ello. ¿Por qué no felicitarnos por el premio Nobel de la Paz otorgado a la Unión Europea y recogido el 10 de diciembre por Herman Von Rompuy (Presidente del Consejo Europeo), Jose Manuel Durao Barroso (Presidente de la Comisión Europea) y Martin Schlutz (Presidente del Parlamento Europeo)? ¿Y por qué no volver a pensar sobre los orígenes del llamado proceso de integración europea que el Comité Nobel ha querido recompensar?
No cabe duda, en palabras de ese comité, de que “Desde hace más de seis décadas, la Unión y sus precursores han contribuido a la promoción de la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”. La consecución de esos objetivos se ha hecho siguiendo la estrategia europea de los pequeños pasos: primero se trató de establecer, a raíz de la Declaración de Robert Schuman y con el Tratado de Paris de 1951 (muy pocos años después del final de la segunda guerra mundial), un mercado común europeo del carbón y del acero. Luego a la vista de los éxitos, el Tratado de Roma (1957) proclamó la necesidad de realizar un mercado común europeo. El proceso estaba lanzado y poco a poco, como si fuese una bola de nieve, las Comunidades Europeas han evolucionado para transformarse en la Unión Europea que conocemos hoy con un Tratado de referencia que se asemeja cada vez más a una Constitución, con su propia declaración de derechos fundamentales, con instituciones con una cierta legitimidad democrática (aunque claramente imperfecta en algunos casos).
Además, con ocasión de los 20 años del mercado interior, la Comisión Europea nos ha recordado unos datos muy significativos: La Unión Europea es la suma de 27 Estados Miembros (28 en julio 2013 con la entrada de Croacia) que representan 500 millones de ciudadanos europeos; es la posibilidad para las empresas de instalarse en cualquier parte del territorio europeo sin distinción de nacionalidad; es la posibilidad para cualquier empresa europea de vender sus productos en cualquier otro Estado miembro sin sufrir ningún tipo de discriminación basada en el origen del producto (salvo por supuesto argumentos de interés general); es la posibilidad para los ciudadanos europeos de viajar, residir y trabajar libremente en cualquier Estado miembro de la Unión. La Comisión Europea calcula que de 1992 a 2009, el mercado único ha generado 2,75 millones de puestos de trabajo adicionales y ha añadido un 2,1% más al PIB. Eso solo en cuanto al mercado interior.
Pero la Unión Europea es más que un mercado común : es también una potencia política que, siguiendo esa estrategia de los pequeños pasos tan querida por los padres fundadores, ha conseguido pacificar a un continente que había conocido en menos de un siglo tres guerras desastrosas y ser hoy en día un actor importante en el escenario mundial, capaz, por ejemplo, de contar tanto con Estados Unidos o China en las negociaciones sobre comercio mundial, como de intervenir para promover la paz en distintos rincones del planeta.
No faltaran voces críticas con el proceso de integración europea, muchas de ellas legítimas y necesarias. Pero no debemos olvidar el por qué existe hoy la Unión e intentar seguir en ese camino trazado por unos hombres con una altura de mira fuera de lo común.
Marie-José Garot es profesora de IE Law School y titular de la Cátedra Jean Monnet-IE . Es también directora del Centro de Estudios Europeos-IE.