Luis
Maldonado - Director del Centro del Sector Financiero de PwC e IE Business
School
Parece
un hecho innegable que la escasez de crédito está afectando notablemente al
desarrollo de la actividad empresarial en nuestro país. Afecta a todo tipo de
empresas aunque, sin duda, las que mayores dificultades encuentran para acceder
a financiación son las pequeñas y medianas.
En
una reciente encuesta[1]
a pymes europeas, las españolas destacan como problema número uno para el
crecimiento de sus negocios la falta de acceso a financiación.
Independientemente del debate acerca de si la revitalización de la financiación
es el paso previo necesario para la recuperación económica o es la recuperación
económica la que reactivará el flujo de crédito, es evidente la elevada
correlación entre ambos hechos.
Hay
que retrotraerse a los inicios de la crisis financiera para hacer un correcto
diagnóstico de la situación actual. En ese momento, y después de un periodo de
fuerte crecimiento del crédito, las empresas españolas afrontaban la recesión
desde un nivel claro de sobreendeudamiento, como el resto de los sectores
económicos del país. A lo que se ha sumado, además, un nivel de capitalización
insuficiente como se ha ido poniendo de manifiesto a medida que la crisis se ha
hecho más profunda.
Para
hacernos una idea de la composición de la deuda empresarial española resulta
bastante ilustrativa una comparación del porcentaje que dentro de la misma representa la financiación bancaria, siendo
ésta en torno al 70% del total en el caso español, frente a un nivel de apenas
el 20% en Estados Unidos. La situación
se ha visto agravada por la fuerte reestructuración por la que atraviesa el
sistema financiero español; el sensible aumento del coste de financiación por parte de los
bancos; un notable endurecimiento de los requerimientos de capital y la menor disponibilidad de recursos por parte
de las entidades financieras. Todo ello,
está haciendo especialmente difícil el camino hacia la recuperación para el
tejido empresarial español.
Ante
esta relativa escasez de crédito bancario en España ha surgido con fuerza el
debate sobre la necesidad de potenciar las llamadas fuentes de “financiación
alternativa”. Estas hacen referencia no necesariamente a fuentes de
financiación ajenas a la banca, pero sí a las tradicionales líneas de crédito
directamente colocadas en los balances bancarios. Es más, en muchos casos, por
financiación alternativa nos referimos a fuentes de capital más que de deuda. Capital que probablemente en algunos casos debería haber
sido desde el origen el que financiara lo que financió el crédito.
De
cualquier forma, tanto el sector público
como el privado están siendo especialmente activos en la identificación de
bolsas de recursos que puedan suplir o, al menos compensar en parte, lo que
hasta ahora ha copado la financiación tradicional. Así, no faltan ejemplos de
nuevas dotaciones y nuevas líneas públicas o modificaciones de las actuales,
como las aprobadas por el ICO, dentro de un paquete de 22.000 millones de euros
para financiación a empresas. A ello hay que sumar también la participación en
varios fondos de capital riesgo para apoyar a business angels en la financiación de nuevos proyectos, los bonos
de internacionalización que articulará con Cesce o las inversiones del Banco
Europeo de Inversión, que canalizará
para prestar a pymes
También
desde el Estado se han creado programas de avales y garantías a través de Cesce
y Cersa y se ha impulsado desde Bolsas y Mercados Españoles la creación del
Mercado Alternativo Bursátil (MAB) y el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF).
Por ahora, el tamaño de estos mercados es muy pequeño en comparación con otros similares en países de nuestro entorno. Por
ejemplo, frente a las poco más 20
empresas que participan en el MAB, su homólogo inglés, el AIM, cuenta con 2.200 compañías.
Las
perspectivas no apuntan tampoco a un crecimiento rápido de estos mercados,
especialmente si analizamos el universo potencial de empresas medianas que
podrían acceder a los mismos, muy inferior en número al de otros países, como
Alemania o Reino Unido.
Desde
el lado privado están ganando presencia los sistemas de venture capital, crowdfunding,
las aceleradoras de startups o el crowdlending. La mayoría están enfocados
a la participación en el capital de las
empresas que impulsan. Nuevamente, en este caso, la importancia de estas
iniciativas no está tanto en la cantidad
de recursos que pueden movilizar como en la apertura en sí de nuevas vías de
financiación.
Finalmente,
los cada vez más frecuentes casos de fondos internacionales que están entrando
a realizar una financiación directa a empresas y el debate sobre la posibilidad
de que surjan fondos de deuda, que permiten agrupar la deuda empresarial
apuntan también a que, a determinados niveles de rentabilidad y con las
adecuadas garantías, los inversores internacionales están decididos a apostar
por la empresa española.
En
definitiva, estamos asistiendo al surgimiento y potenciación de nuevas vías de
financiación para las empresas. Cuáles de ellas tendrán un crecimiento
significativo en los próximos años es una incógnita. Lo que sí parece una
tendencia razonable es que el porcentaje de financiación bancaria tenderá a
reducirse, si bien no es previsible que una estructura como la estadounidense
pueda reproducirse en nuestro país. En cualquier caso, la economía española
sigue inmersa en un proceso de desapalancamiento que ya nos ha llevado a los
niveles de endeudamiento de 2007 pero que todavía parece no haber tocado fondo. Este
es un proceso duro y difícil para las empresas. Sin duda, la mejor receta para
resolver la situación actual es la vuelta al crecimiento sostenido pero,
nuevamente, volvemos al debate de qué vino antes, ¿el huevo o la gallina?
[1] Spanish SMEs’ financial
restrictions: The importance of bank credit, SEFO - Spanish Economic and
Financial Outlook, 2013